Bibliotecas de cuatro patas
Los cuy, peque?os animales mitad rat¨®n, mitad conejo que parecen salidos del mundo m¨¢gico de Garc¨ªa M¨¢rquez, me hicieron detenerme en el lateral de una iglesia de Bogot¨¢. Hab¨ªa montado un juego. Apuestas por un color de los que hay en el suelo y el animal tiene que entrar en ese color. Imposible acertar. Son m¨¢s listos que el hambre. A pocos metros, tras una puerta peque?a aguarda uno de los retablos m¨¢s impresionantes imaginables. Se encuentra en la iglesia de San Francisco, a la que acuden cientos de feligreses a diario. Pese a no ser d¨ªa festivo, los bancos se encontraban abarrotados de gente rezando.
Al atravesar la plaza de Santander est¨¢ el Museo del Oro. Es obligado pasarse unas cuantas horas o acudir varias veces si hay oportunidad, porque lo que uno descubre es la historia de un pa¨ªs a trav¨¦s del preciado metal. En este peque?o lugar se encuentra la colecci¨®n m¨¢s importante de piezas precolombinas de oro del mundo, piezas de cer¨¢mica, huesos y textiles. En cada caja de cristal la nariz se queda pegada ante la belleza que se despliega ante los ojos.
Las alforjas de 22 animales de carga llevan literatura a cientos de escolares
A escasos metros del Museo del Oro, una plaza abarrotada de hombres invita a pensar en un pa¨ªs ¨¢rabe. Pero esto es el centro de la ciudad de Bogot¨¢. Y una se siente un poco extra?a -y envidiosa, por qu¨¦ no admitirlo- entre ellos. Sus bolsillos est¨¢n llenos de esmeraldas y fajos de billetes. Son esmeralderos y bajan los s¨¢bados a la ciudad para tratar sus negocios.
Cerca del lugar espera Luis Humberto Soriano, un hombre de la sierra que ante los escasos ¨¦xitos que como profesor cosechaba entre sus alumnos decidi¨® investigar a qu¨¦ se deb¨ªa su fracaso. Descubri¨® entonces que los ni?os no pod¨ªan hacer en muchas ocasiones sus deberes porque los ¨²nicos libros que hab¨ªan visto en su vida eran los que ¨¦l les mostraba.
Supo entonces que ten¨ªa que buscar alguna f¨®rmula para subsanar el problema. Se acord¨® del viejo burro que dormitaba en las cuadras de la casa de labranza de sus padres y pens¨® que si llenaba de libros sus alforjas y las sub¨ªa a las veredas del departamento de la Magdalena durante los fines de semana descubrir¨ªa a los ni?os un mundo estupendo.
Dicho y hecho, la idea cuaj¨® entre los peque?os y el proyecto se fue extendiendo a otras zonas y ahora tambi¨¦n funciona en la Sierra Nevada de Santa Marta. Luis Humberto Soriano explica que gracias a los biblioburros "en el valle de Nabus¨ªmake se ha creado la biblioteca Atikinchukwua, en la que se han reunido cerca de 400 libros, que con la ayuda del mulo Bunzuganu se van rotando en ocho escuelas, de 32 que tiene el resguardo, con el trabajo voluntario de los padres de familia". El proyecto Biblioburro en la Sierra comenz¨® a finales de 2006, y las escuelas que actualmente se benefician del proyecto son las de Pi?umuke, Kurakat¨¢, Atiurumuke, Makogeka, Zigkuta, Jeurwua, Gamuke y Busingekun.
"Ahora tenemos 22 burros que recorren las veredas ofreciendo un mundo de palabras escritas. Un mundo que permite a los ni?os traspasar las monta?as en las que habitan y volar a trav¨¦s de las letras. En mi casa las camas ya no tienen patas. Las sostienen los libros que llevo los fines de semana a los cientos de habitantes que se acercan a las bibliotecas de cuatro patas".
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