El tit¨¢n gay de Woodstock
Ya anuncian para septiembre la nueva pel¨ªcula de Ang Lee. Destino: Woodstock parte de las memorias de uno de los personajes perif¨¦ricos del festival, Elliot Tiber. Desde 1969, Tiber desarrolla una campa?a -muy eficaz, evidentemente- para colocarse en el centro de la acci¨®n: se presenta como "el gay que hizo posible Woodstock".
Alg¨²n m¨¦rito s¨ª tiene. Recuerden las circunstancias: a dos meses vista del evento, las autoridades del pueblo de Wallkill retiraron a la empresa Woodstock Ventures la autorizaci¨®n para celebrar all¨ª el festival. Desde la cercana localidad de Bethel, Tiber ofreci¨® a los organizadores el terreno que rodeaba al establecimiento que regentaba su familia: El Monaco Motel. Result¨® ser tierra pantanosa, inutilizable. Pero Tiber conoc¨ªa a un ganadero, Max Yasgur, cuyas propiedades inclu¨ªan un anfiteatro natural adecuado para grandes conciertos al aire libre. All¨ª se mont¨® Woodstock.
Tiber dirig¨ªa la C¨¢mara de Comercio local y ten¨ªa licencia municipal para desarrollar anualmente un "festival art¨ªstico". Es decir, alg¨²n espect¨¢culo teatral amateur m¨¢s una exposici¨®n de los cuadros de Tiber, disc¨ªpulo de Rothko y Motherwell. Suficiente para impresionar a los escasos amantes de la cultura en aquella zona montaraz; de fondo, discos de Bach y Mozart. Contra toda evidencia, Tiber asegura que el permiso para su festival sirvi¨® para legalizar Woodstock.
Tiber manten¨ªa una doble existencia. En Manhattan, ejerc¨ªa de decorador de interiores y frecuentaba locales sado-maso. Cuando sub¨ªa a Bethel, volv¨ªa a ser un gay en el armario, atormentado por la madre jud¨ªa m¨¢s temible de todas las madres jud¨ªas. Sus hermanas hab¨ªan huido espantadas; ¨¦l se consideraba responsable de sus padres, que intentaban sacar adelante lo que describe como el m¨¢s infernal de los hoteles.
Woodstock fue el hurac¨¢n que cambi¨® su vida. Tiber aloj¨® a los trabajadores del festival y debi¨® apechugar con distribuidores de drogas, vecinos nazis, travestis aficionados a los uniformes, ni?as de las flores que se pon¨ªan de parto. En 1970, consigui¨® vender El Monaco y se reinvent¨® en Europa como guionista de cine y televisi¨®n. Tambi¨¦n, ya se ha dicho, como "el gay que hizo posible Woodstock", con dos tomos autobiogr¨¢ficos y un documental.
Conozco uno de esos libros, Knock on Woodstock, divertido pero sin valor documental (hasta patina en las fechas). Fan de Barbra Streisand, parece incapaz de escribir correctamente el nombre de Jimi Hendrix, al que describe como "un cantante". Tiber no estuvo ese fin de semana en el festival propiamente dicho: le toc¨® defender el fuerte familiar.
De todos modos ?importan tales mentirijillas? Cuando un espejismo adquiere dimensi¨®n generacional, se convierte en realidad poderosa. Hace a?os, se realiz¨® una encuesta sobre el impacto social de Woodstock. Unos de los resultados m¨¢s chocantes fue que siete millones de estadounidenses aseguraban haber disfrutado en Bethel aquel fin de semana (sabemos que Woodstock atrajo un m¨¢ximo de 500.000 personas). En verdad, los acontecimientos hist¨®ricos se parecen a los cometas: lo que percibimos es la cola. Y es bastante para deslumbrarnos.
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