A DIETA
Un corte en el suministro de comida obliga a que el cuerpo se alimente de sus propias reservas. Que se coma a s¨ª mismo. No se trata de la sinopsis de una pel¨ªcula de terror sobre una bacanal can¨ªbal. Provoca escalofr¨ªos, pero es la realidad de la vida a dieta perpetua. A diferencia de lo que le sucede habitualmente al canibalismo, esta variedad no s¨®lo est¨¢ socialmente aceptada. Puede llegar a ser un elemento de cohesi¨®n. En la piscina, tres mujeres hablan de La Disociada.
La Disociada no es la ¨²ltima sensaci¨®n del rap espa?ol, sino un r¨¦gimen que se propaga, boca a boca, con facilidad epid¨¦mica. Es la dieta milagro del momento. Lo dice la Agencia de Seguridad Alimentaria y podr¨¢ corroborarlo el camarero de cualquier restaurante cuya carta contenga r¨²cola. Simplificando, la idea es que no mezclar los hidratos de carbono con las prote¨ªnas es una autopista hacia el cielo de la delgadez sin pagar el peaje del hambre. Una vez el virus infecta un grupo, su conversaci¨®n pasa a moverse en apasionantes c¨ªrculos alrededor de qu¨¦ combinaciones permiten observar esa regla. No conocer la proporci¨®n de az¨²car de un guisante te deja fuera del corrillo de inmediato. Plantear el problema de que no hay alimentos que s¨®lo contengan una de las dos cosas entra en la categor¨ªa de deportes de riesgo. La amenaza de exclusi¨®n social es seria.
A estas alturas del verano ya deber¨ªamos haber dado por perdida la guerra contra el ba?ador. Una suposici¨®n que infravalora la capacidad humana para creer en los milagros. Y desde?a el inter¨¦s comercial en la renovaci¨®n permanente de nuestras quimeras. En el quiosco se acumulan titulares que nos ense?ar¨¢n a eliminar los kilos ganados en verano. Entre sus sugerencias, novedosas actividades deportivas libremente inspiradas en torturas medievales.
Todo para nada. La revista Time se despacha con la provocadora teor¨ªa de que hacer ejercicio no sirve para adelgazar. Es bueno para la salud. No tanto para los anhelos de los que chequean la b¨¢scula m¨¢s a menudo que el e-mail. Una l¨ªnea de pensamiento que tal vez les suene: me he machacado en el gimnasio, luego, me he ganado las patatas fritas. Mecanismos de compensaci¨®n mental como ¨¦ste se interponen entre nosotros y nuestros delirios de esbeltez. Es probable que esas patatas aporten m¨¢s calor¨ªas de las quemadas y, por una hora en la bici, nos permitimos no mover un dedo el resto del d¨ªa. La soluci¨®n ser¨ªa una vida activa y saludable. Constante. Sin empujones, ni histerismos. Pero, claro, ello exige sensatez. Y eso s¨ª que no lo venden en latas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.