Morante, al sobrenatural
Seguro que conocen aqu¨¦l que se encuentra con un amigo y va y le pregunta "Oye, ?c¨®mo est¨¢ tu mujer?". Y el otro le contesta: "?En comparaci¨®n con qui¨¦n?".
?Y los toros de ayer? Pues si se los compara con los que estaban anunciados, propiedad de Joselito, y que fueron rechazados al completo, se supone que un corrid¨®n. Pero si se coloca en la balanza la presencia necesaria en plaza de primera, una gatada. Hace falta una imaginaci¨®n desbordante para suponer, siquiera, c¨®mo ser¨ªan los ejemplares que envi¨® el otrora matador de toros. Pero el trap¨ªo del toro bravo est¨¢ por los suelos entre el conformismo general. Y M¨¢laga no es una excepci¨®n.
El espect¨¢culo estaba anunciado como la corrida del arte, pero a punto estuvo de convertirse en un aut¨¦ntico desastre si no se hace presente un salvador, reaparecido 11 d¨ªas despu¨¦s de la cogida que sufri¨® en El Puerto de Santa Mar¨ªa, y que responde en el mundo del arte al nombre de Morante de la Puebla. Lo parieron artista a este torero veleidoso y exc¨¦ntrico. Desborda torer¨ªa, y todo su hacer desprende un aroma profundo. Ocurri¨® en su segundo toro, otra birria, noble, sin casta ni recorrido. Pero se coloc¨® el torero donde mandan los c¨¢nones, tir¨® de la mustia embestida y tore¨® al sobrenatural. S¨ª, porque s¨®lo as¨ª se pueden definir esos alardes de naturalidad, de armon¨ªa, de inspiraci¨®n, de aroma y de esencia, de toreo sublime y con vocaci¨®n de eternidad. Fue a mitad de faena, despu¨¦s de un par de buenos derechazos, cuando surgi¨® la chispa en tres naturales inmensos, hondos, hermosos, magistralmente abrochados con el pecho. Despu¨¦s, hubo un ayudado de cartel, otros tres naturales y un kirikiki, pero lo esencial, lo m¨¢s grande ya estaba realizado. Tras media estocada, el toro tard¨® en morir y sonaron dos avisos, pero todo daba ya igual. Como si hubieran sonado los tres... En el fondo, una pena: con qu¨¦ poco nos conformamos ya... Qu¨¦ dif¨ªcil es no bajar cuando todo baja, aunque se trate del arte excelso de un artista llamara Morante.
Domecq / Aparicio, Conde, Morante
Toros de Juan Pedro Domecq, muy mal presentados, inv¨¢lidos, nobles y descastados. Destac¨® el lote de Conde.
Julio Aparicio: bajonazo (silencio); pinchazo (bronca).
Javier Conde: estocada muy trasera (ovaci¨®n); -aviso- estocada (oreja)
Morante de la Puebla: pinchazo hondo (silencio); media -aviso- -segundo aviso- (oreja)
Plaza de la Malagueta. 18 de agosto. Cuarta corrida de feria. Casi lleno.
A punto estuvo de ser un desastre si no se hace presente un salvador
En el fondo, una pena: con qu¨¦ poco nos conformamos ya...
El resto del festejo no tuvo historia por culpa de los toros y, tambi¨¦n, de los toreros. Except¨²ese, en verdad, al citado Morante. Suyos fueron una ver¨®nica grande a su primero, y algunos detalles pre?ados de elegancia ante lo que, m¨¢s que toro, fue una estatua de sal.
El primer artista anunciado fue Julio Aparicio, un torero de singular personalidad, pero que acusa carencias graves. Le falta vida; su valor est¨¢ muy rebajado; su t¨¦cnica, inexistente, y torea con la muleta retrasada y todas las ventajas entre el agobio y el encorsetamiento. Pas¨® con m¨¢s pena que gloria ante su primero y nada pudo hacer ante el moribundo cuarto que provoc¨® las protestas del respetable.
Y tambi¨¦n figuraba el malague?o Javier Conde. Le tocaron los dos toros con m¨¢s codicia y noble casta de la tarde, y su balance fue un suspenso sin paliativos. Es un torero muy fr¨¢gil, muy ceremonioso en sus posturas, pero sin mando en sus manos. No puede con los toros. Se siente incapaz de ligar, no le obedecen ni el coraz¨®n ni las piernas, y todo queda muy deslavazado y destemplado. Dio muchos pases, much¨ªsimos, y s¨®lo destac¨® una tanda de naturales con la que inici¨® la faena a su segundo. Despu¨¦s, un pase aqu¨ª, otro all¨ª, precauciones varias y cambio constante de terrenos y t¨¢ctica. Al final de la faena a su primero, se hizo un corte leve con el estoque en la pantorrilla de la pierna izquierda, lo que no evit¨® que lidiara el otro, al que le cort¨® una oreja de muy poco peso ante un toro que lo dej¨® en evidencia con capote y muleta. Pero as¨ª est¨¢n las cosas en ¨¦sta y en casi todas las plazas del mundo taurino. Menos mal que, entre tanto desaguisado, todav¨ªa nos queda Morante...
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