'Anticristo', la Iglesia de Sat¨¢n
El estreno de la ¨²ltima pel¨ªcula de Lars von Trier viene precedido por los ecos del esc¨¢ndalo que su radicalidad turbadora produjo en el Festival de Cannes. Pocas veces el terror ha tenido tanta sustancia y amenaza
No es ni mucho menos Lars von Trier el primer artista al que le repugna o angustia la naturaleza. Durante siglos, lo que estaba m¨¢s all¨¢ de las ciudades y sus pobladores daba p¨¢nico a los pintores, como lo daba a los hombres, demasiado acostumbrados a los desmanes del agua, las anfractuosidades del monte y el temible misterio del bosque. Alguien nada timorato en cuesti¨®n de peligros y excesos como Baudelaire ha sido quiz¨¢ quien mejor sentenci¨® sobre el asunto, se?alando que la virtud siempre es artificial, es decir, ense?ada a una "humanidad animalizada" que tiene como primer instinto el de hacer da?o: "El crimen, cuyo gusto el animal humano ha sacado del vientre de su madre, es originalmente natural".
El frecuente desnudo de los protagonistas caus¨® los primeros problemas a este filme
El director afronta la transgresi¨®n expresiva con libertad, imaginaci¨®n desbocada y arrojo
Las atrocidades, los desvar¨ªos dementes, las mutilaciones y el sadismo extremo en los encuentros sexuales que marcan el desarrollo de Anticristo y est¨¢n sin duda en la ra¨ªz del esc¨¢ndalo que la pel¨ªcula produjo en Cannes, remiten a los impulsos de lo que no se puede reprimir ni educar; una religi¨®n en bruto, con creencias ciegas pero sin mandamientos reguladores ni mandatarios sacerdotales. "La naturaleza es la iglesia de Sat¨¢n", le dice a la mujer (Charlotte Gainsbourg) el marido, psic¨®logo de profesi¨®n (Willem Dafoe), cuando ya ambos, tras la tragedia ocurrida a su beb¨¦, han buscado refugio en la caba?a aislada en medio de un campo frondoso habitado por bestias parlantes y t¨¦tricas. Para entonces, el espectador ya ha pasado por la aflicci¨®n y el dolor, pero a¨²n no se ha visto obligado (el que lo aguante, y no ser¨¢n todos los que hayan pagado la entrada) a ver en pantalla los ritos de un infernal castigo que al menos uno de sus dos ejecutores, la mujer, entiende como deber sagrado.
Ser¨ªa una l¨¢stima, sin embargo, que la radicalidad turbadora de las im¨¢genes de Anticristo privara al aficionado al cine de la que, a mi juicio, no s¨®lo es la mejor pel¨ªcula de Lars von Trier sino uno de los relatos que con m¨¢s libertad, imaginaci¨®n desbocada y arrojo afronta el tema de la transgresi¨®n expresiva y los l¨ªmites de lo decible en el arte.
El frecuente desnudo de los protagonistas caus¨® los primeros problemas a Anticristo, y le habr¨¢ de causar alguno m¨¢s. El cine, el cine mainstream o destinado a las salas comerciales, ha tardado en aceptarlo, cuando y donde lo acepta, y es en ese sentido m¨¢s pudibundo que el teatro, pese a que sobre las tablas al actor o a la actriz no se le permiten trucos ni "dobles de cuerpo"; los hay (lo dicen al final los t¨ªtulos de cr¨¦dito) en Anticristo, aunque no sepamos exactamente en qu¨¦ partes radica la falsificaci¨®n, pues hay muchas escenas en que el cuerpo de Dafoe es de Dafoe y los genitales expl¨ªcitos de Gainsbourg pertenecen a la extraordinaria actriz. Pero el tiempo ha corrido m¨¢s que el pudor, y el desnudo, incluso el enteramente frontal, est¨¢ dejando de ser tab¨² en el cine, aunque no en todos los pa¨ªses; Anticristo no es la primera pel¨ªcula que se estrenar¨¢ amputada de im¨¢genes en pa¨ªses de gran consumo cinematogr¨¢fico como Jap¨®n o Estados Unidos. En Espa?a, Francia e incluso la papista Italia llega tal cual la concibi¨® y rod¨® el director dan¨¦s.
?Erotismo o pornograf¨ªa? El dilema es casi tan antiguo como la pr¨¢ctica de la sexualidad, y Lars von Trier debe de estar cansado de responder, desde el pasado mes de mayo, a la pregunta, que tambi¨¦n le hizo, en una muy interesante y larga entrevista publicada con motivo de la presentaci¨®n del filme en el Festival de Cannes, el escritor Knud Romer. El cineasta afirma ante Romer no saber si lo que ha hecho es pornograf¨ªa. Tal vez, a?ade, "pero la pornograf¨ªa siempre me ha molestado. Las pel¨ªculas porno son utilitarias, y suelen ser muy crudas".
Es cierto lo que dice Trier, tan cierto como que, en el encuentro que yo tuve con ¨¦l en Copenhague en septiembre del a?o 2006, enviado por este peri¨®dico, reconoci¨® haber producido "pel¨ªculas porno para mujeres heterosexuales, concebidas y dirigidas por mujeres. Qu¨¦ irritante que no haya un buen cine porno en ning¨²n sitio. A m¨ª mismo me gustar¨ªa intentarlo. Ha de ser posible hacer buenas pel¨ªculas porno" (EPS, 11 de marzo de 2007).
No hay, sin embargo, contradicci¨®n entre ambas declaraciones. El objetivo capital de la pornograf¨ªa, su raz¨®n de ser, es producir lo que en ingl¨¦s se llama titillation, es decir, mera excitaci¨®n, y no creo que nadie, excepto alg¨²n secuaz recalcitrante del marqu¨¦s de Sade o Hannibal Lecter, obtenga retribuci¨®n libidinosa de las escenas de la ¨²ltima media hora de Anticristo. Lo que hace singular a esta pel¨ªcula es que la desnudez corporal, la franqueza de los coitos y el crudo relieve de sus episodios de sado-masoquismo se producen en un contexto que trata de la culpa, el dolor y el castigo. Asuntos muy cristianos que tampoco sorprender¨¢n a quienes conozcan la obra anterior de Von Trier, si bien ¨¦ste, en la citada entrevista de Romer, confiesa ser cada d¨ªa "m¨¢s ateo", apostillando que "la religi¨®n en general es una mierda". (No hay que sumar, pese a estas palabras, la escatolog¨ªa al cat¨¢logo de las psicopat¨ªas de Anticristo, pues es una de las pocas que la pel¨ªcula no presenta).
Nadie ha pedido hasta ahora, que yo sepa, prohibir la exhibici¨®n comercial de Anticristo, aunque es de imaginar que ni el Vaticano ni las ciudades santas de Ir¨¢n la acojan en sus salas de cine, si las hubiere. Por eso aqu¨ª no hablamos (en esta ocasi¨®n) de censura, sino de l¨ªmites. Mi opini¨®n al respecto no va a ser, me temo, muy original.
Lo escandaloso es un registro privado, relativo y a menudo psicol¨®gico; la forzada violencia sexual no, desde luego. Nunca. Y por eso siempre es sospechoso de hipocres¨ªa y aprovechamiento sectario (y por tanto condenable) el intento de la autoridad competente de cerrar una exposici¨®n de arte o suspender un espect¨¢culo teatral o una proyecci¨®n cinematogr¨¢fica -actos todos de libre elecci¨®n para quien los frecuenta- por su supuesta condici¨®n escabrosa o blasfema. Los intentos, a veces conseguidos, siguen ah¨ª, y por desgracia no s¨®lo en pa¨ªses gobernados por el integrismo isl¨¢mico; tambi¨¦n en "el mundo libre".
Von Trier se ha referido a Strindberg como su fuente de inspiraci¨®n en Anticristo, pero yo no me olvidar¨ªa de Shakespeare, sobre todo el m¨¢s truculento; el de El rey Lear, por ejemplo, con sus bell¨ªsimas met¨¢foras animalescas y su alusi¨®n frecuente a los desarreglos de la naturaleza, o, en clave menor, el de Tito Andr¨®nico, cuyo reciente montaje teatral a cargo del habitualmente excelente grupo Animalario perd¨ªa, al perder en escena la sangre y la crueldad, esencia dram¨¢tica.
Es por el contrario un gran acierto del autor de Rompiendo las olas la progresiva transformaci¨®n de lo que empieza como tragedia dom¨¦stico-amorosa en pel¨ªcula gore, sin esquivar ninguno de los componentes sanguinolentos y estridentes del g¨¦nero de terror de posesiones demon¨ªacas. Pocas veces, y lo digo como espectador poco af¨ªn al g¨¦nero, el terror ha tenido tanta sustancia y amenaza como en Anticristo.
Ahora bien, la frontera entre lo decible y lo indecible no s¨®lo est¨¢ en el universo de las secreciones y los traumas. Otra pel¨ªcula actualmente en cartelera, Desgracia, plantea, a partir del libro hom¨®nimo de J. M. Coetzee, otro asunto de similar o superior trascendencia, ligado en este caso a la naturaleza no menos terrible del odio pol¨ªtico. El cineasta australiano Steve Jacobs ha hecho, con correcci¨®n escol¨¢stica, una adaptaci¨®n literal que, siguiendo las pautas de la novela, evita mostrar las brutalidades que los protagonistas sufren y estiliza la voracidad sexual del protagonista, aunque filma sin recato las escenas de los animales enfermos o sin due?o, sin duda para provocarnos el pathos. Tambi¨¦n hay que agradecerle que se mantenga fiel a lo que subyace en la ficci¨®n de Coetzee: el fantasma de la injusticia social que reaparece, acabada ¨¦sta, en forma de venganza no menos cruel, y en la que las v¨ªctimas repiten el papel de sus antiguos verdugos.
Vicente Molina Foix es escritor.
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