Las sobras de un sublime cad¨¢ver
Tras un periodo sin grandes pretensiones, la poes¨ªa latinoamericana vive un tiempo con m¨¢s poetas que lectores. Un g¨¦nero que aprende a adaptarse al presente y a mezclarse con la m¨²sica en busca de nuevos ritmos y formas diversas que lo ayuden a sobrevivir, reconoce la poeta cubana Reina Mar¨ªa Rodr¨ªguez
Intentar hacer un mapa de la poes¨ªa latinoamericana, medir ?qu¨¦ es actual! ser¨ªa pr¨¢cticamente imposible, porque extrapolamos constantemente el presente, y algunos poetas permanecen m¨¢s vivos que otros, independientemente de sus edades. La edad de la poes¨ªa es s¨®lo el t¨ªtulo del libro de Tamara Kamenszain. Adem¨¢s, revistas impresas o digitales, concursos, antolog¨ªas, festivales, no son indicadores de vigencia, en un tiempo con m¨¢s po¨¦ticas que destinos y m¨¢s poetas que lectores. Cuando uno de mis hijos me explica c¨®mo son los juegos virtuales donde se crean (utop¨ªas) sitios para los personajes, f¨¢bulas, ¨¦pocas, veo que la poes¨ªa sufre por dejar de verse como un juego, donde perdimos la apuesta y tambi¨¦n a los jugadores.
Bertolt Brecht
?Por qu¨¦, de pronto, dej¨¢is de visitar vuestros mercados? ?No tard¨¦is tanto en comer! ?Se nos enfr¨ªan las sobras!
El barroco de nuestras catedrales y de Jos¨¦ Lezama Lima revivi¨® recicl¨¢ndose a trav¨¦s de Severo Sarduy (Cuba, 1937-1993), arrastrando con N¨¦stor Perlongher (Argentina, 1949-1992) su negativa al imaginario modernista, y empujando al neobarroco a figuras como Jos¨¦ K¨®zer (Cuba, 1940), Coral Bracho (M¨¦xico, 1951), Eduardo Mil¨¢n (Uruguay, 1952): "El esp¨ªritu cae sobre el tiempo: es el tiempo mismo que no encuentra lugar", logrando un puente entre lo l¨ªrico y lo conversacional, ese env¨¦s, un espacio m¨¢s geom¨¦trico y racional. No quiero dejar de mencionar a los brasile?os: Paolo Leminski (1944-1989), con "un dolor que goza / como si el dolor fuera poes¨ªa / ya que todo lo dem¨¢s es prosa", Josely Vianna Baptista (1957) y Hor¨¢cio Costa (1954).
Mientras las pol¨ªticas se refr¨ªen, sin la altisonancia de los versos de Ra¨²l Zurita o el dolor de Juan Gelman que sigue taladrando el Horror; las noticias vuelan de los peri¨®dicos al poema, y lo pol¨ªtico deja de ser un tema para convertirse en un fragmento m¨¢s, para apoyar "lo real" que, luego de sufrir tanto descr¨¦dito; conversacionalismo (bueno y malo), antipoes¨ªa (no olvidemos la escuela creada en Nicaragua por Ernesto Cardenal, propuesta que ¨¦l mismo romper¨ªa despu¨¦s), nos dej¨® un tiempo sin grandes pretensiones y mucha orfandad cuando, "la muerte y la vida estaban / en un cuaderno a rayas", Osvaldo Lamborghini (1940-1985); El gran derrapador, Jorge Santiago Perednik (Argentina,1952); Abuso de confianza, ?ngel Escobar (1957-1997); Vilis, Lorenzo Garc¨ªa Vega (1926), que hace del "garabato-contrase?a"; Potlach, Arturo Carrera (Argentina, 1948), que nos traen, ese "contagio de la destrucci¨®n aceptada", rotura por donde penetra la desconfianza: con el descarrilamiento de un tren en una tela; o, donde un tomacorriente puede tener una prioridad inusitada o, una alcanc¨ªa con monedas es el dios al que el ni?o reza, buscando "ese oro que sucumbe al dolor... de no durar, de no tener, de no saber"; y "Poetarzan", el "Coco", son personajes m¨¢s cercanos al c¨®mic que al poeta y la sustancia amarga, verdosa, que segrega un ¨®rgano se convierte en fluido primordial. "Fabricado con un poco de bilis", dice en Ferdinan Prenom, Ricardo Alberto P¨¦rez (Jaruco, 1963).
Hay un cansancio que trabaja el desgaste, mientras los estribillos rechinan m¨¢s fr¨¢giles que la confianza o el amor porque, como dice una orquesta popular cubana, "se acab¨® el querer" y los j¨®venes viven sin pensar las consecuencias del despu¨¦s o del pasado. La lengua se encoge (ellos usan K por C), en la medida en que la velocidad se hace mayor y los espacios se achican como el lenguaje. Pero, la poes¨ªa, que tiene que ver con la detenci¨®n del tiempo, aprende a mezclarse con la m¨²sica, busca ritmos de otras zonas para sobrevivir: hip hop, rap, reggae, reguet¨®n, acentuando una conducta "esquiso" entre lo culto y lo popular: La cola del pan, Pastoreo Wasan, Carlos A. Alfonso (Cuba, 1963). No obstante, esa movilidad de las po¨¦ticas me satisface, porque los subproductos se convierten en centros. En este reciclaje constante tomamos los isle?os todo desperdicio que llegue a las costas sin preocuparnos por dar "gato por liebre". "La poes¨ªa tiene que empatar o zurcir el espacio de la ca¨ªda", dijo Lezama, "...los techos se caen y cualquier cosa, de un tiempo a esta parte, es un techo", Juan Carlos Flores (Alamar, 1962).
En los poetas cubanos de los noventa, por exceso de vanguardia pol¨ªtica y falta de vanguardia art¨ªstica, el "yo" se vuelve escritura, antropofagia de otros discursos (refrito del pensamiento venido del mundo convertido en escritura); lo intertextual se recalienta buscando afianzar la realidad cuando, convertida en herramienta ¨¦tica, "la poes¨ªa puede ser una experiencia atroz", Antonio Jos¨¦ Ponte (Matanzas, 1964). Mientras en Chile, el descreimiento se vuelve neovanguardia: con La nueva novela, Juan Luis Mart¨ªnez (1942-1993); "...de tarde en tarde se ir¨¢n dejando las ciudades", Eduardo Asfura (1973), y "se acabaron los ba?os de espuma en la orilla del mar", Ricardo Tipia (1969), los padres a¨²n existen: Enrique Lihn, Gonzalo Rojas y Vicente Huidobro, y comparten la conciencia del despojo como "¨²ltimos representantes irresignados de un sublime cad¨¢ver".
Pero, cada vez m¨¢s, como quer¨ªa Virgilio Pi?era, "no queremos potencias celestiales, sino presencias terrestres", lo "po¨¦tico" se contamina de cacharrer¨ªa: objetos de la tecnolog¨ªa entran al set, sustituyendo la falta de presente con la velocidad. Noel Urayo¨¢n (Puerto Rico, 1976), "...y agarrarnos a lo poco que nos queda", y Maribel R. Ortiz (Puerto Rico, 1967) escribiendo Gen PAX6. Se viola toda puntuaci¨®n l¨®gica; los textos se mezclan con el perfomance, la est¨¦tica del pop y otras ofertas suburbanas, grafittis (Zona franca, en Alamar, al este de La Habana). Cuando "la sinceridad es una forma del ataque", dice el puertorrique?o Rafael Acevedo (1960), la mirada desde un motel es una ilusi¨®n de ver, todav¨ªa, una nueva perspectiva para Lorenzo Garc¨ªa Vega, que a sus a?os, sabe que lo actual no tiene edad, no tiene presente, y busca m¨¢s un modo de ver que un ser.
Reina Mar¨ªa Rodr¨ªguez (La Habana, 1952) dirige en La Habana el proyecto cultural Casa de Letras y es editora de la revista Azoteas. Es autora de Bosque negro (Instituci¨®n Cultural El Brocense).
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