Bronce para el marchador de acero
Bragado logra en sus novenos Mundiales y a los 39 a?os su cuarta medalla
Mientras a Trond Nymark le sienta fatal la bolsita de glucosa r¨¢pida que intenta ingurgitar a toda velocidad, sin parar de mover las caderas, frente a la terraza del Adlon, al otro lado de la barrera, ayer desierta -nubes, chubascos dispersos, desapacible ma?ana a 20 grados-, y la regurgita, l¨ªquido viscoso, un chorro a presi¨®n, m¨¢s gordo a¨²n cuando, precipitado, intenta aliviar el amargor de la bilis meti¨¦ndose medio litro de agua y se acuerda, con poca alegr¨ªa, del d¨ªa en que se hizo marchador, sudores fr¨ªos por la calva, Sergu¨¦i Kirdiapkin, el hombre de hielo, y Jes¨²s ?ngel Garc¨ªa Bragado, el atleta de acero, se acuerdan de algo m¨¢s agradable. De su familia. Kil¨®metro 44. Quedan seis, tres vueltas por Unter den Linden, bajo los tilos, m¨¢s.
"Pod¨ªa haber ido m¨¢s deprisa, pero ten¨ªa dos avisos. No lo entiendo. Mi t¨¦cnica es perfecta"
Kirdiapkin, que marcha primero, intocable, se regocija pensando en el placer que le dar¨¢ su victoria a su se?ora, la marchadora Kirdiapkina, cuarta en los 20 kil¨®metros del domingo. "Sal y v¨¦ngame", le hab¨ªa dicho al partir a por su segundo oro consecutivo.
Bragado, de sangre toresana, criado en Canillejas (Madrid) y reciclado en Catalu?a, entre Lleida y Barcelona, va quinto. En su reloj ya ha sonado el despertador, el momento del ataque. Su cara se transforma. Se convierte en la de un lobo hambriento que ha salido de caza y olido la presa. Sus codos se aguzan, ampl¨ªan el vaiv¨¦n de los brazos. Su zancada se alarga. Parece que delante lleva atado un bal¨®n al que va dando punterazos con ambos pies. Su pulso se acelera, roza las 166 pulsaciones por minuto, su umbral. A la carga. A por la medalla. Que tiemblen los australianos Tallent y Adams, cuya ambici¨®n ha convertido la prueba en un infierno, cuyo ritmo imposible les ha conducido al suicidio; que no se distraiga Nymark, que va segundo, pero empieza a notar c¨®mo la deshidrataci¨®n tensa sus m¨²sculos, convierte su zancada flexible en la cojitranca de un tipo con zancos. Ha llegado el momento de los hombres de la cabeza fr¨ªa. De Bragado. Del coraz¨®n caliente de un atleta al que le faltan dos meses para losr 40 a?os y que piensa en su familia. En sus hijas, Mar¨ªa y Amelia, de 11 y 7 a?os, que esperan en la Puerta de Brandeburgo.
"Ellas han sido la motivaci¨®n extra en los momentos m¨¢s duros", dice Bragado; "era la primera vez que me ve¨ªan competir conscientes de lo que ve¨ªan. Han venido con mi prima Anabel, que vive aqu¨ª porque sus padres emigraron a Friburgo y ahora es la portavoz de Amnist¨ªa Internacional. Y toda la familia aqu¨ª, y Alemania, donde ya gan¨¦, en Stuttgart, hace 16 a?os, en mi primer Mundial, el oro, han convertido esto en una d¨¦j¨¤ vu hermoso. Y emocionante".
Por desgracia para los ambiciosos australianos, la ciencia de la marcha de Bragado, su inteligencia para manejarse en los 50 kil¨®metros, aunque s¨®lo sea por experiencia -nueve Mundiales-, lleva las de imponerse. Ellos desfallecen mientras crece la zancada de Bragado, m¨¢s animado a¨²n desde que vio que Alex Schwazer, el campe¨®n ol¨ªmpico, ha abandonado. Sabe que el d¨ªa, por la humedad, ha sido m¨¢s duro de lo que hab¨ªan previsto mientras disfruta adelantando simulacros de marchadores apajarados. No hac¨ªa falta que saliera el sol y convirtiera los charcos en vapor que debilitara a¨²n m¨¢s a los d¨¦biles. "Y pod¨ªa haber ido m¨¢s deprisa. Pod¨ªa haber adelantado a Nymark [el noruego es la viva imagen del sufrimiento], pero ya llevaba dos avisos de los jueces, que van a por m¨ª. No lo entiendo. Mi t¨¦cnica es casi perfecta", dice; "as¨ª que no pude arriesgarme. Pensaba que no hay dos sin tres. Y ya me hab¨ªan descalificado en los dos ¨²ltimos Mundiales. Pero no hubo tercera".
No hubo tercera descalificaci¨®n, sino cuarta medalla. La primera de bronce. Un oro y dos platas antes. "Como hab¨ªa tanto jaleo y todo el mundo me daba referencias contradictorias, no sab¨ªa exactamente en qu¨¦ puesto iba. Yo ve¨ªa a uno delante y le adelantaba y no ve¨ªa m¨¢s", dice Bragado, que emple¨® un tiempo de 3h 41m 37s; "pero, en la meta, Cos, mi fisio, me llev¨® a mis ni?as y me lo dijo, 'has sido tercero, bronce', y me hizo feliz".
Kirdiapkin, el hombre de hielo, se derriti¨® al cruzar la meta 3h 38m 35s despu¨¦s de echarse a andar, se agarr¨® a la cinta y cay¨® al suelo. Poco despu¨¦s se recuper¨®. Mikel Odriozola, el bravo donostiarra, lo pas¨® peor. Lleg¨® 12 minutos despu¨¦s, el 26?. Deshidratado, fue llevado a un hospital, en el que pas¨® la noche.
... Y a los 40, un marat¨®n en Nueva York
Llegado el kil¨®metro 11 de su marcha de 20, Paquillo mir¨® al interior de su cabeza y se dijo: "No doy un paso m¨¢s". Llegado el kil¨®metro 45 de su marcha de 50, Garc¨ªa Bragado mir¨® su reloj, comprob¨® los latidos de su coraz¨®n y se dijo: "A por ellos". Dos hombres fuertes, dos atletas hechos y derechos, acostumbrados a sufrir; dos momentos clave, dos respuestas diferentes. Uno, Paquillo, el m¨¢s joven, dijo que no encontr¨® motivaci¨®n para seguir. Otro, Bragado, el viejo, que a los 23 a?os, hace ya 16, en su primer Mundial, gan¨® el oro; que ayer, a los 39, en su noveno Mundial, gan¨® el bronce, que ten¨ªa motivaci¨®n. De sobra.
"Y tanto", dijo el feliz atleta de Canillejas. "?Qu¨¦ me motiva? Que disfruto haciendo esto. Voy a hacer los 40 [los cumple el 17 de octubre] y me voy a ir a celebrarlo corriendo la marat¨®n de Nueva York. Corriendo, s¨ª; si quieren que marche, que pasen por caja. Yo disfruto haciendo esto. Y en Nueva York voy a disfrutar. No voy a batir ning¨²n r¨¦cord. A correr en tres horas, a disfrutar con la gente".
Es un ser extraordinario Jes¨²s ?ngel Garc¨ªa Bragado, dos caderas operadas, una sonrisa imperdible entre la barba que, coqueto, se est¨¢ dejando a los 40, un enigma de otros tiempos, algo que ya no se encuentra en la calle. "De hecho", bromea, "me dicen que el acero del que estoy hecho ya no se encuentra en las minas. A veces intento verme en los chavales de 18 a?os y veo que les falta algo de esp¨ªritu. Pero, claro, yo vengo de otra generaci¨®n. Esperemos que en estos tiempos de crisis les cambien los valores". Le cuesta a Garc¨ªa Bragado, un ser celoso de su individualidad -se entrena a s¨ª mismo en los arrozales del delta del Ebro cuando busca sufrir el calor y la humedad; en el lago de Banyoles, junto al equipo nacional de remo, cuando busca su puesta a punto-, hablar de los dem¨¢s. "Cada palo que aguante su vela", dice cuando se le habla del colectivo, de la escasez de finalistas masculinos, del envejecimiento del equipo espa?ol. "Yo no he venido aqu¨ª a arreglar los desaguisados de nadie". S¨ª que ha venido, superviviente de tiempos m¨¢s duros, para continuar. En Barcelona, en 2010, en los Europeos, quiere disputar el 50? 50 kil¨®metros de su carrera. "All¨ª est¨¢n todas mis expectativas", dice; "he hecho una muy buena marca y en Barcelona estar¨¢n en mi terreno. El calor y la humedad se lo pondr¨¢n dif¨ªcil a los rivales, y yo un poquito m¨¢s". Si despu¨¦s llega a Londres, podr¨¢ disputar sus sextos Juegos, un logro que pocos han conseguido: "Pero no s¨¦... Cada vez me cuesta m¨¢s bajar de 3h 40m. Y, adem¨¢s, me gustar¨ªa presentarme en 2011 a unas elecciones municipales con mi partido, el PP. No s¨¦ si por Lleida, donde ya he sido concejal; por Barcelona, ya que ahora vivo m¨¢s en el Poble Sec, o por donde quiera el partido".
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