El sexo no es s¨®lo una Y
Los cromosomas o genes no definen la identidad sexual de una persona - El caso de la corredora surafricana Caster Semenya muestra la dificultad de delimitar el g¨¦nero en casos l¨ªmites
En 1980, una bala perdida en un atraco en Cleveland mat¨® a Stella Walsh, que pasaba por all¨ª. En la autopsia se descubri¨® que aunque viviera como mujer, ten¨ªa genitales masculinos. En 1932, sin embargo, nadie hab¨ªa dudado de su feminidad cuando, compitiendo con el equipo polaco, Walsh (nacida Stanilaswa Walasiewicz) se convirti¨® en la primera mujer que bajaba de los 12 segundos al ganar los 100 metros en los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles, ni tampoco en el Berl¨ªn de 1936, cuando gan¨® la plata. Nadie dud¨® y nunca fue sometida a un control de sexo. Se evit¨® la humillaci¨®n p¨²blica y el trauma posterior. No sufri¨® lo que la india Santhi Soundarajar, despose¨ªda de su medalla de los 800 metros de los Juegos Asi¨¢ticos de 2006 al comprobarse posteriormente que en realidad era hombre. Su primera reacci¨®n fue un intento de suicidio.
Los controles ginecol¨®gicos se suprimieron en los Juegos en 19
99 S¨®lo Ana de Inglaterra se libr¨® de demostrar que era mujer
Prima el criterio de que cada uno vaya en la categor¨ªa con la que se identifica
Todos los ases del deporte tienen cualidades an¨®malas
Seguramente, si Stella Walsh hubiera nacido m¨¢s tarde no habr¨ªa podido participar como mujer en ninguna competici¨®n deportiva, pues, entre 1967 y 1999, todas las mujeres, salvo una, que desearan participar en los Juegos Ol¨ªmpicos deb¨ªan someterse a un control de sexo. La excepci¨®n fue la princesa Ana de Inglaterra, a quien evitaron el trago por su sangre azul cuando particip¨® como jinete en la h¨ªpica en los Juegos de Montreal 76. Todas las dem¨¢s debieron someterse a un reconocimiento f¨ªsico y a un an¨¢lisis de ADN que detectaba si entre sus 23 parejas de cromosomas hab¨ªa alguna Y, se?al de masculinidad: los hombres generalmente tienen en cada c¨¦lula un cromosoma Y y uno X; y las mujeres, dos X. El objetivo era evitar sencillamente que hombres disfrazados de mujeres participaran en las pruebas femeninas, donde contar¨ªan con ventaja dada su mayor fuerza natural. Por eso, evidentemente, a los hombres no se les somet¨ªa rutinariamente a un control de sexo: no se podr¨ªa entender que una mujer, siempre en desventaja, hiciera trampas para competir con los hombres. La primera v¨ªctima fue la polaca Ewa Klolukowska, plusmarquista mundial de los 100 metros en 1965, cazada por el test de cromosomas y obligada a retirarse en 1967.
Sin embargo, todo trato diferenciado conduce irremisiblemente a la discriminaci¨®n, y por eso, y porque tambi¨¦n se comprob¨® que no todo est¨¢ en la Y, y que no por tener un cromosoma masculino se ten¨ªa ventaja en la competici¨®n, en 1999 el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) suprimi¨® los controles de sexo. "Era completamente innecesario el humillante examen f¨ªsico", explica Arne Ljungqvist, presidente de la Comisi¨®n M¨¦dica del COI, "adem¨¢s porque ya durante el control antidopaje se obliga a los deportistas a desnudarse completamente para estar seguros de que la orina que suministran procede efectivamente de su ur¨¦ter. Evidentemente, un hombre disfrazado de mujer no pasar¨ªa esa prueba. Y los an¨¢lisis nunca son concluyentes, siempre son injustos con atletas con alguna anomal¨ªa gen¨¦tica o que pertenecen al llamado g¨¦nero intersexual". Caster Semenya, la adolescente surafricana (tiene 18 a?os) por la que todo el revuelo se ha montado, ha pasado, efectivamente, controles antidopaje en Berl¨ªn.
Esta idea es la clave de un art¨ªculo publicado la semana pasada en la revista Nature con motivo del caso de Semenya. En ¨¦l se recog¨ªa la opini¨®n del experto en trastornos de crecimiento de la Universidad de Yale Myron Genel. Para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, rige que una mujer tiene dos cromosomas X en el par 23, y un hombre tiene un par XY. Pero los cient¨ªficos insisten en que "puede haber individuos con dos X que desarrollen caracteres masculinos, y otros con un X y un Y que nunca los tengan". Adem¨¢s, para acabar de enredar m¨¢s la madeja, se?alan que tambi¨¦n hay personas que son XXY.
Y si en vez del an¨¢lisis cromos¨®mico se miden los niveles de hormonas tampoco se obtiene una diferenciaci¨®n clara. "Algunos individuos XX tienen condiciones m¨¦dicas que hacen que sus niveles de hormonas androg¨¦nicas [las masculinizantes, como la testosterona] sean elevados, lo que puede llevar a caracter¨ªsticas como una mayor masa muscular", se?ala la revista. "Mientras que otras XY no se desarrollan como varones porque tienen un s¨ªndrome de insensibilidad androg¨¦nica", lo que implica que no responden a su propia testosterona.
Ya un editorial aparecido a principios de los a?os noventa del pasado siglo en JAMA, la revista de la asociaci¨®n m¨¦dica de Estados Unidos, atacaba los controles tradicionales por considerarlos discriminatorios y poco cient¨ªficos. "No hay una l¨ªnea clara entre sexo masculino y femenino", dec¨ªa. "Que sea la persona la que elija". Este pensamiento lo ha seguido la Federaci¨®n Internacional de Atletismo (IAAF) desde 1992, cuando abandon¨®, antes que el COI, los controles de sexo y fij¨® las l¨ªneas maestras para dirimir los casos controvertidos, siempre uno a uno cuando una duda razonable obligue a proceder a ello, siempre guiados por la discreci¨®n. Por eso concluyen que todas las personas que desde su infancia o prepubertad han sido consideradas legal y psicosocialmente mujeres deben poder participar en competiciones deportivas femeninas independientemente de lo que digan sus cromosomas. Aplic¨¢ndolo a los transexuales, es la idea base de la ley de identidad de g¨¦nero que se aprob¨® en Espa?a en 2007: que cada persona decida con qu¨¦ g¨¦nero se identifica y con cu¨¢l quiere vivir, independientemente de su f¨ªsico.
De haber seguido estas gu¨ªas, se hubiera evitado el caso de Mar¨ªa Jos¨¦ Mart¨ªnez Pati?o, actualmente catedr¨¢tica del INEF de Pontevedra, a quien, en 1986 -ten¨ªa 24 a?os y era plusmarquista espa?ola de 60 metros vallas-, se le detect¨® un cromosoma Y en un control. La IAAF le retir¨® la licencia, aunque posteriormente se revis¨® su caso y se le devolvi¨® la licencia al considerar que no ten¨ªa ninguna ventaja para competir. Pero Pati?o se retir¨® despu¨¦s de sufrir graves crisis al ver c¨®mo su intimidad se aireaba en los medios.
Caster Semenya, cuenta estos d¨ªas su familia, indignada, en la prensa surafricana, siempre ha sido una ni?a. Ella se considera mujer, aunque dicen sus amigas que no le gustan los hombres, con los que lo ¨²nico que hace es jugar al f¨²tbol. En la escuela, dice su profesor, quien no se percat¨® de que era chica hasta que cumpli¨® 11 a?os, prefer¨ªa vestir el uniforme de los chicos, los pantalones grises, en vez de la falda marr¨®n de las chicas. Pero siempre ha vivido como mujer. Como mujer que se siente diferente, acostumbrada desde ni?a a las burlas y escarnios de los dem¨¢s ni?os de su pueblo, en la remota provincia de Limpopo.
Los ex¨¢menes a los que se est¨¢ sometiendo Semenya, a quien, para protegerla, han prohibido todo contacto con la prensa, pasan, primero, por determinar si tiene las caracter¨ªsticas primarias de su sexo -vagina, ovarios-, y las secundarias -ausencia de pelo facial y pectoral, pechos funcionales-. Despu¨¦s pasan a analizar si fisiol¨®gicamente (sus hormonas) su organismo funciona como el de una mujer; posteriormente por el estudio de sus cromosomas y de su SRY, el gen de la masculinidad, y, finalmente, por un estudio psicol¨®gico, su identidad sexual.
Aunque todo esto puede ser un debate est¨¦ril en el caso de Semenya. Ayer, el Telegraph publicaba que la corredora presentaba niveles de testosterona tres veces superiores a lo normal, aunque no dec¨ªa si la hormona era de origen natural. Si no lo era, ya no se tratar¨ªa de un problema de identidad sexual, sino de dopaje. El peri¨®dico brit¨¢nico arrojaba una sombra de sospecha sobre la corredora al indicar que su entrenador era Ekkart Arbeit, antiguo responsable de atletas de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) y a quien su ex pupila Heidi Krieger acus¨® de haberle dado tantos anabolizantes que hab¨ªa terminado por someterse a un proceso de reasignaci¨®n de sexo para convertirse en Andreas Krieger.
La historia de los Juegos Ol¨ªmpicos est¨¢ plagada de las peripecias humanas y el sufrimiento de personas de sexo biol¨®gicamente poco claro expuestas, como objetos morbosos, a la curiosidad p¨²blica, pero quiz¨¢s ninguna tan dolorosa como la de la checa Zdenka Koubkova, plusmarquista mundial de 800 metros -una distancia atractiva para la duda-, una hermafrodita que no super¨® un examen ginecol¨®gico en 1934. Se le prohibi¨® competir con mujeres pero la humillaci¨®n mayor la sufri¨® cuando unas fotos de su anomal¨ªa aparecieron ilustrando un libro de medicina. Criada como una ni?a, empez¨® a vivir desde entonces como un hombre, convirti¨¦ndose en Zdenek Koubek.
Ninguna tan curiosa, sin embargo, como la del ciclista escoc¨¦s Robert Millar, el rey de la monta?a del Tour de 1984, quien compiti¨® como hombre sinti¨¦ndose mujer. En 2003 cambi¨® de sexo. Ahora se llama Philippa York. Claro que Philippa hizo el cambio de sexo cuando se retir¨®, y no intent¨® competir despu¨¦s como mujer.
El desgaste que supone esta situaci¨®n lo sabe bien la golfista Mianne Bagger. La deportista naci¨® en Dinamarca en 1966, pero biol¨®gicamente era un hombre. En 1995 se someti¨® a una operaci¨®n de reasignaci¨®n de sexo. En 1998, volvi¨® al golf como amateur. Pero en 2003 pidi¨® competir en los circuitos profesionales femeninos. Lo consigui¨® en 2004. El revuelo dur¨® poco, porque se trata de un deporte no ol¨ªmpico -todav¨ªa-, y, sobre todo, porque al final no era tan buena, y no supuso una amenaza para las mejores.
Independientemente de lo que haya resultado de los an¨¢lisis realizados a Semenya, el argumento de la identidad, que es el que prevalece actualmente ahora a la hora de tratar las situaciones en que hay discusi¨®n por el sexo de una persona (que sea considerada como ¨¦l o ella se sientan) no convence a todos. Sobre todo a quienes son derrotados en una competici¨®n importante. La italiana Elisa Cusma, que acab¨® sexta en la final de los 800 metros ganada por la surafricana, manifest¨®: "S¨ª, ser¨¢ mujer, o se sentir¨¢ mujer, pero yo sigo pensando que me gan¨® un hombre". Tambi¨¦n la espa?ola Mayte Mart¨ªnez, que acab¨® s¨¦ptima en esa carrera, entr¨® al trapo en la pol¨¦mica: "Si me ponen a Semenya y 10 hombres delante no sabr¨ªa decir que ella es la mujer", dijo.
Este problema, el de la desigualdad que supone competir contra personas a las que una anomal¨ªa gen¨¦tica convierte en invencibles, es el que tratan de resolver las autoridades deportivas, aun olvidando que todos los grandes cracks deportivos, son, de una manera u otra, anomal¨ªas, seres diferentes del resto de los mortales, m¨¢s r¨¢pidos, m¨¢s flexibles, m¨¢s altos, m¨¢s musculosos, m¨¢s fuertes, gracias a unos genes ¨²nicos.
Por eso, poner una frontera biol¨®gica no es, en general, nada f¨¢cil, y el argumento de las ventajas innatas es extremadamente peligroso. "No discriminamos a las mujeres muy altas
[que lo son porque tienen una determinada configuraci¨®n gen¨¦tica] y decimos que no pueden competir porque lo son. Ni discriminamos a los corredores que tienen una elevada prevalencia de fibras r¨¢pidas", dice Genel. Este ¨²ltimo es el caso de los velocistas negros, por ejemplo, que seg¨²n todos los estudios parten de una ventaja gen¨¦tica sobre los blancos sin que nadie -todav¨ªa- haya planteado hacer dos competiciones diferentes. ?Cu¨¢l es la soluci¨®n? Para Genel, est¨¢ claro: "Si han nacido y crecido como mujeres y piensan en s¨ª mismas como mujeres, yo dir¨ªa que se les debe dejar competir como mujeres".
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