Blas de Otero y su libro in¨¦dito
?Para cu¨¢ndo la edici¨®n ¨ªntegra del tantas veces anunciado libro in¨¦dito de Blas de Otero? El pasado 29 de junio se cumplieron treinta a?os desde la muerte del poeta. Fue en 1979 y en el madrile?o pueblo de Majadahonda. Entonces, la Constituci¨®n no hab¨ªa cumplido un a?o, Tierno Galv¨¢n llevaba dos meses de alcalde de Madrid y las dificultades de todo orden en la construcci¨®n de la democracia convert¨ªan la vida cotidiana de aquella Espa?a en un sendero lleno de miedos e incertidumbres y, ?por qu¨¦ no decirlo?, de grandes sue?os cuyo cumplimiento no era seguro. En el cat¨¢logo de mitos de ese tiempo ocupaba un lugar preferente la poes¨ªa del bilba¨ªno: era materia prima para cantautores y complemento y cierre de no pocos m¨ªtines de la izquierda, especialmente de los comunistas. D¨ªas extra?os de una sociedad extra?ada y, a la vez, comprometida con un futuro en el que s¨®lo un objetivo despuntaba por encima de otros: libertad. Cierto que Blas ven¨ªa de antes, de los d¨ªas de plomo y en blanco y negro, de la tentaci¨®n del dogma, ineludible bajo una dictadura, pero no lo era menos que ven¨ªa tambi¨¦n de la poes¨ªa como lucidez y resistencia civil, de un rara m¨ªstica laica que emparentaba, por caminos existenciales, a Juan de la Cruz y a Maiakovski, a Nicol¨¢s Guill¨¦n y a Quevedo, a Dios con el ate¨ªsmo. Aquel d¨ªa de junio de 1979, la noticia salt¨®, se extendi¨® por el mundo cultural y se convirti¨® en conmoci¨®n tanto en el sector de la sociedad que hab¨ªa tenido en el poeta un referente de compromiso como entre aquellos que amaban su poes¨ªa por s¨ª misma. Algunas semanas despu¨¦s, en la plaza de toros de Las Ventas, cantautores, escritores e intelectuales de diversa condici¨®n le rindieron homenaje con las gradas a rebosar. Quiz¨¢ fuera el ¨²ltimo homenaje ciudadano a uno de sus poetas-s¨ªmbolo, al escritor que hab¨ªa alimentado no pocos c¨¢nticos de libertad en los a?os de bota y tecnocracia del tardofranquismo.
Lo recuerdo en la Casa de Campo, el Primero de Mayo previo a su muerte, recitando poemas en medio de un corro de obreros, estudiantes y sindicalistas y rodeado de banderas, o leyendo un manifiesto en alg¨²n barrio extremo del sur de Madrid, o caminando, ya enfermo, junto a Sabina de la Cruz, por una calle de Majadahonda. Era el mito viviente, el poeta que, a diferencia de Rafael Alberti, casi reci¨¦n llegado del exilio de Roma, llevaba casi una d¨¦cada viviendo en Madrid a medias vigilado y perseguido a medias tolerado y reconocido. Todos sab¨ªamos que tras sus Historias fingidas y verdaderas o Mientras (ambos de 1970), Blas hab¨ªa escrito nuevos poemas destinados a formar parte de un libro cuyo t¨ªtulo siempre flot¨® en el mundo po¨¦tico como en una nebulosa, Hojas de Madrid con La Galerna. Juan Jos¨¦ Lanz ofreci¨® en el oto?o de 1992, en la revista Di¨¢logo de la Lengua, algunos de esos textos. En las ¨²ltimas antolog¨ªas se recogieron otros. En conjunto, algo m¨¢s de una docena. En 1991, la desaparecida editorial Prensa de la Ciudad anunci¨® (y publicit¨®) los primeros t¨ªtulos de su colecci¨®n de poes¨ªa: Agenda, de Jos¨¦ Hierro, y La galerna, de Blas de Otero. El primero se public¨® y tuvo una magn¨ªfica acogida. La galerna, no. Qued¨® encallado en una zona de sombra que nadie aclar¨®. Dieciocho a?os despu¨¦s, contin¨²a en ese territorio extra?o en el que deseo y realidad, misterios y certezas se mezclan e interfieren. Algo parecido ocurre, por cierto, con la edici¨®n de su poes¨ªa completa. Dos historias inacabadas. Dos asignaturas raramente pendientes.
Manuel Rico es escritor y cr¨ªtico literario. Sus ¨²ltimas obras publicadas son las novelas Verano (Alianza, 2008) y Espejo y tinta (Bruguera, 2008) y la antolog¨ªa po¨¦tica Mon¨®logo del entreacto. Cien poemas (Hiperi¨®n, 2007). http://manuelrico.blogspot.com
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