El temor de los intelectuales a la pol¨ªtica
Una "epidemia de conformismo" ha paralizado en los primeros a?os del siglo XXI la vida p¨²blica, donde lo ¨²nico que importa es el poder del mercado. Los mezquinos intereses personales sustituyen a las voces cr¨ªticas
Las dos culturas, el conocido ensayo del cient¨ªfico y novelista brit¨¢nico C. P. Snow, sali¨® a la luz en 1959. Snow defend¨ªa ah¨ª la tesis de que el colapso de la comunicaci¨®n entre las dos culturas de la sociedad moderna -las ciencias y las humanidades- era un freno para la resoluci¨®n de los problemas del mundo. Medio siglo despu¨¦s, el debate iniciado por Snow ha tomado una nueva forma. El siglo XXI representa, en t¨¦rminos generales, la separaci¨®n de los intelectuales y la pol¨ªtica. Pocas veces hab¨ªan estado tan alejados los intelectuales y el mundo pol¨ªtico.
Los intelectuales cr¨ªticos son hoy una especie en v¨ªas de extinci¨®n. Temen la pol¨ªtica, y se dir¨ªa que la pol¨ªtica muestra una indiferencia absoluta por todo lo que se pueda denominar intelectual. Hay otros muchos que consideran que nos encontramos ante un declive de lo intelectual. Seg¨²n ellos, la intelectualidad se ha distanciado de la esfera p¨²blica para acercarse a un mundo cada vez m¨¢s profesionalizado y m¨¢s empresarial. En otras palabras, los intelectuales est¨¢n perdiendo su autoridad p¨²blica para dirigirse al poder, al tiempo que cada vez son m¨¢s incapaces de realizar sus funciones de una forma independiente y cr¨ªtica. Nunca se hab¨ªan mostrado tan profundamente opuestas la conciencia cr¨ªtica y la esfera p¨²blica.
Se han transformado en defensores de la cultura de masas y carecen de todo sentido cr¨ªtico
Se trata de tener la valent¨ªa de alzar la voz en nombre de la no violencia y en contra de la injusticia
Parece que los intelectuales de hoy pensaran que puesto que todas las verdades morales son relativas, ya no hay necesidad de ser la voz moral de un mundo sin voz. El af¨¢n de ciertos intelectuales de aparentar que lo pol¨ªticamente correcto y sensato es desestimar la importancia que tienen los imperativos morales en la esfera p¨²blica no es m¨¢s que una forma de hacer coincidir las necesidades humanitarias urgentes del mundo en el que vivimos con las necesidades concretas de su carrera o su ascenso profesional. Asalariados, ocupando c¨¢tedras o titularidades permanentes, pensionistas, muchos intelectuales se encuentran encadenados a la rueda de una carrera y una profesi¨®n respetables que parad¨®jicamente estanca su capacidad para la cr¨ªtica en un contexto no conflictivo.
Para ser m¨¢s precisos, los mezquinos intereses personales han destruido los llamados intereses p¨²blicos de los intelectuales. Al olvidarse de la pol¨ªtica, r¨¢pidamente y sin dejar lugar para el arrepentimiento, muchos intelectuales del mundo actual degradaron y abandonaron la idea de la esfera p¨²blica, transform¨¢ndose en defensores de la cultura de masas carentes de todo sentido cr¨ªtico. Es en virtud de esta falta de sentido cr¨ªtico con respecto a la vida p¨²blica por lo que los polit¨®logos y los expertos culturales han venido a sustituirlos como actores sociol¨®gicos en el mundo contempor¨¢neo. A los intelectuales ya no les interesa reflexionar y debatir sobre los valores, su ¨²nico inter¨¦s reside en el comentario de los hechos. As¨ª, con la aparici¨®n de la aldea global postindustrial, dominada por las redes medi¨¢ticas y la comunicaci¨®n tecnol¨®gica, en las que las voces disidentes suelen estar acalladas, una "epidemia de conformismo" ha paralizado al completo la vida p¨²blica, convirti¨¦ndola en una entidad impulsada ¨²nica y exclusivamente por el mercado.
Para investigar la evoluci¨®n del compromiso de los intelectuales en la historia europea del siglo XX, tenemos que empezar con el affaire Dreyfus y la aparici¨®n de la categor¨ªa "intelectual". Pese a las diferentes posturas que cristalizaron durante el affaire Dreyfus, ambas partes estaban de acuerdo en que el intelectual ten¨ªa que comprometerse. Uno de los que particip¨® a favor de Dreyfus fue Julian Benda, el fil¨®sofo jud¨ªo conocido fundamentalmente como autor de La traici¨®n de los intelectuales, donde afirma que "la labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la pol¨ªtica del momento". Para Benda, por consiguiente, el intelectual es un sujeto que opera dentro de un marco moral y se atiene a unos valores trascendentales, libre de las impurezas de la pol¨ªtica. Probablemente Zola se merece este honor, no por sus novelas, sino porque lleg¨® a ser un intelectual que atac¨® la injusticia, el prejuicio y la intolerancia en la esfera p¨²blica. De este modo restaur¨® la funci¨®n que S¨®crates hab¨ªa reservado para el fil¨®sofo: defender la universalidad de la b¨²squeda de la verdad y luchar contra la violencia.
El m¨¦todo de S¨®crates para dominar la violencia era el uso del di¨¢logo frente a las convicciones pol¨ªticas. Con su may¨¦utica -con¨®cete a ti mismo- S¨®crates invitaba a los atenienses a interrogarse. Y aunque sea un fin en s¨ª mismo, aprender a interrogarse es tambi¨¦n una condici¨®n y un punto de partida para cualquier intelectual que quiera obrar honestamente. La honestidad es abrirse a la pluralidad humana; es cobijar la idea, intr¨ªnseca al trabajo de un intelectual dial¨®gico, de que cada persona contiene "multitudes", como dice Whitman en su Canto a m¨ª mismo. Todo intelectual necesita de esta multiplicidad, no s¨®lo para conectar con los otros, sino tambi¨¦n para ensalzar y valorar, como un elemento constitutivo del mundo, las diferencias que existen entre las personas. La idea de diferencia presupone otro valor igualmente esencial a la condici¨®n de intelectual: el respeto.
Una de las tareas del intelectual es pensar en c¨®mo reformar y mejorar la sociedad. Su empe?o primordial debe centrarse en la educaci¨®n c¨ªvica de los otros ciudadanos para la responsabilidad que entra?a la auto-gobernanza democr¨¢tica. ?No perder¨ªa todo el significado que tiene para nosotros el valor supremo de la historia si admiti¨¦ramos que son muchos los intelectuales que consideran que lo que denominamos examen cr¨ªtico de la esfera pol¨ªtica es un ejercicio f¨²til? Si no se lee y se ejerce el esp¨ªritu cr¨ªtico, la historia podr¨ªa convertirse en una simple repetici¨®n de los errores humanos. Por el contrario, cuando se comprometen con la historia, los intelectuales no s¨®lo necesitan una mente abierta, sino tambi¨¦n cr¨ªtica, capaz de entender que las verdades pueden ser parciales; una mente que se interrogue continuamente. Lo importante aqu¨ª es que la manera de protegerse contra toda tentaci¨®n de colaboraci¨®n con el mal es interrogarse y reflexionar con sentido cr¨ªtico.
Con este planteamiento, la pregunta es: ?c¨®mo se puede hablar de preservar la ¨¦tica en la esfera pol¨ªtica y de no caer en el mal cuando han dejado de existir los absolutos morales? Poco despu¨¦s de terminada la guerra, en 1945 y en uno de los primeros ensayos que aparecieron al respecto, Hannah Arendt dec¨ªa que "el problema del mal ser¨¢ el tema fundamental de la vida intelectual en la Europa de posguerra, de la misma manera que la muerte fue el tema de reflexi¨®n fundamental despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial". Creo que Arendt estaba en lo cierto, sobre todo porque en el mundo de hoy el problema del mal y sus implicaciones pol¨ªticas constituye un desaf¨ªo importante para el estatus p¨²blico y la integridad moral de los intelectuales.
Cierto es que todos somos moralmente responsables de las calamidades e injusticias del mundo en el que vivimos. Pero no es menos cierto que el papel social y pol¨ªtico de los intelectuales conlleva una mayor responsabilidad moral. Como se?ala Max Weber, el compromiso intelectual requiere la ¨¦tica del h¨¦roe, pues hace falta una gran valent¨ªa moral para enfrentarse a las responsabilidades que se adquieren en la esfera p¨²blica.
Muchos creen, por supuesto, que ser hoy un intelectual comprometido con la vida p¨²blica no es nada del otro mundo, ya que ser dem¨®crata y vivir en una democracia no supone ning¨²n riesgo, ning¨²n desaf¨ªo. Pero, dado que no puede haber una democratizaci¨®n y una globalizaci¨®n reales si no est¨¢n acompa?adas de una labor cr¨ªtica real por parte de los intelectuales, en su funci¨®n de contrapoderes, ser hoy un intelectual cr¨ªtico significa tambi¨¦n ejercer de conciencia moral del mundo globalizado. Por eso, para los intelectuales comprometidos, la verdadera lucha no se limita a estar a favor o en contra de la pol¨ªtica, sino que se trata sobre todo de una batalla en defensa de lo humanitario frente a lo inhumano. Se trata de tener la valent¨ªa de alzar la voz en nombre de la no violencia y en contra de la injusticia. Por esta raz¨®n, aunque el concepto haya perdido hoy la fuerza que tuvo en el momento del caso Dreyfus, se ha de mantener la funci¨®n del intelectual p¨²blico. Mientras los humanos sigamos creyendo que la esperanza no es una palabra f¨²til, los intelectuales no dejar¨¢n de ser ¨²tiles en todas las sociedades.
Ramin Jahanbegloo, fil¨®sofo iran¨ª, es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Toronto. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez
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