VEINTINUEVE
Esos dos gilipollas que veis por la calle, el uno con una pecera redonda entre los brazos y el otro con una bolsa de pl¨¢stico llena de agua, y con dos peces de colores dentro, somos el hombre invisible y yo. Resulta que ayer por la noche, cuando estamos terminando de cenar, va el cr¨ªo y dice que por qu¨¦ no nos compramos un perro. Nos vendr¨¢ bien, dice, tener un perro si nos ataca la gripe. ?Para com¨¦rnoslo?, digo yo. Para que nos haga recados, dice ¨¦l, podemos ense?arle. Le digo que me olvide, que estoy viendo un anuncio, y se calla. Luego, en la cama, vuelve con el tema y yo vuelvo a decirle que me olvide. Pero al d¨ªa siguiente, o sea, hoy, da la puta casualidad de que vamos a un cine del centro y nos ocurren dos cosas que en principio no tienen que ver, pero que al pasar una despu¨¦s de la otra se quedan misteriosamente asociadas. La primera es que estamos en el autob¨²s, sentados el uno al lado del otro, cuando el hombre invisible me da con el codo y me se?ala a un tipo que va por la calle comi¨¦ndose a una jai. El t¨ªo es su viejo, que est¨¢ en Madrid evidentemente, y ni ha llamado ni cristo que lo fund¨®. La segunda es que al salir del cine (una pel¨ªcula de mierda, por cierto) pasamos casualmente por delante de una tienda de animales y nos quedamos mirando el escaparate, donde juegan un par de gatos como un par de gilipollas. Cuando llevamos un rato observ¨¢ndolos, el hombre invisible me mira desde las profundidades con la misma cara de confusi¨®n con la que me miraba Dedo cuando no sab¨ªa si le estaba jaleando o abroncando. ?Qu¨¦ pasa?, digo. Y ¨¦l dice que por qu¨¦ no compramos un perro. Yo me quedo pensando unos instantes y le digo que porque no sabemos cuidar a los perros, como ha quedado demostrado. Entonces ¨¦l dice que si no lo intentamos no aprenderemos a cuidarlos nunca y yo le digo que es mejor empezar por aprender a cuidar un pez. A ¨¦l le parece bien y entramos en la tienda y compramos una pareja de peces de colores, que es la que lleva el gilipollas del hombre invisible en la bolsa de pl¨¢stico, mientras que el otro gilipollas, yo, sostiene la pecera. Creo que los dos estamos acojonados, pero a la vez felices de tener algo que cuidar, t¨®cate los huevos.
Cuando estamos terminando de cenar, va el cr¨ªo y dice que por qu¨¦ no nos compramos un perro
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