Sexo de pago en plena calle junto al mercado de La Boqueria de Barcelona
Comerciantes y vecinos protestan ante el ejercicio de la prostituci¨®n en la zona
La due?a se?ala un cond¨®n usado junto a su tienda de bolsos. Esta vendedora, que opta por el anonimato, trabaja en La Boqueria, el mercado m¨¢s c¨¦lebre de Barcelona y uno de sus principales atractivos tur¨ªsticos. Lo primero que tiene que hacer cada madrugada cuando abre es deshacerse de los restos que han dejado noches muy movidas: el mercado de comestibles se convierte cuando se hace oscuro en "una casa de citas" seg¨²n el presidente de los tenderos, Manel Ripoll. Las prostitutas prestan sus servicios, por escasos 20 euros, en plena calle entre las columnas que rodean a la Boqueria, precario escondite de las Ramblas adyacentes y siempre abarrotadas de turistas.
La s¨®rdida y degradante imagen de j¨®venes arrodilladas o agach¨¢ndose de espaldas ante sus clientes muestra el fracaso de la controvertida ordenanza c¨ªvica aprobada hace cuatro a?os por el Ayuntamiento de Barcelona (gobernado por PSC e IC) para poner coto a la prostituci¨®n callejera. La norma y sus posteriores desarrollos impon¨ªan multas de 120 a 3.000 euros para prostitutas y clientes por ocupar la v¨ªa p¨²blica y mantener relaciones sexuales en la calle.
La ordenanza c¨ªvica municipal se muestra incapaz de frenar el fen¨®meno
Los residentes sugieren recuperar los burdeles para evitar el problema
Las 2.937 impuestas en 2007 (menos de un tercio a los clientes) han tenido un efecto nulo sobre lo que ocurre en los soportales de la Boqueria. All¨ª se refugian, entre carteristas y vagabundos que duermen, las prostitutas que no disponen de un piso para trabajar o que no pueden competir en las inmediaciones del Camp Nou, otro foco cl¨¢sico de prostituci¨®n en Barcelona. J¨®venes africanas v¨ªctimas de las mafias y travestidos latinoamericanos aprovechan los muchos recovecos oscuros y escondidos de la zona sur del viejo Barrio Chino.
"Muchas veces tengo que apartar la cara de la pantalla por el asco", se lamenta un vigilante de seguridad que controla de noche las c¨¢maras de videovigilancia. "Es vergonzoso. Las ni?as hacen de todo entre las columnas y los camiones de mercanc¨ªas", dice la due?a de un puesto de quesos. A media ma?ana, entre turistas despistados, comerciantes ajetreados y barceloneses relajados en la terraza de alg¨²n bar a¨²n se ve alguna jeringuilla. Y cuando los puestos cierran por la tarde, todav¨ªa quedan embalajes de preservativos por los rincones. "Es mi desesperaci¨®n como presidente" de la Asociaci¨®n de Comerciantes, se lamenta Ripoll.
Un portavoz de la Polic¨ªa Local se muestra impotente: "Es jugar al gato y al rat¨®n". Cuenta que las prostitutas se van a otras zonas del barrio cuando las persiguen en las Ramblas. Y vuelven a esa v¨ªa cuando las van a buscar all¨ª. As¨ª indefinidamente. Y los Mossos d'Esquadra recuerdan que, aunque la oferta y demanda de sexo en la calle est¨¢ prohibida en la ordenanza c¨ªvica de la ciudad, la prostituci¨®n no es un delito que puedan perseguir ellos.
"No se puede atacar el fen¨®meno con presi¨®n policial", opina Eva Fern¨¢ndez, presidenta de la Asociaci¨®n de Vecinos de Barcelona: "Hasta que no se regularice la prostituci¨®n no vemos ninguna posibilidad de influir de forma efectiva en el fen¨®meno", explica.
Y a?ade una receta: hacer posible que las prostitutas puedan constituir "cooperativas" para habilitar "espacios autogestionados" y escapar as¨ª de la precariedad y el riesgo que supone tener que trabajar en la calle. "El problema es que la normativa municipal hace muy dif¨ªcil abrir un local de este tipo en El Raval", a?ade.
Y eso que en el barrio los ha habido. Lo recuerda Maria Casas, presidenta de la asociaci¨®n de vecinos Taula del Raval. "Antes hab¨ªa meubl¨¦s y bares con un reservado, y esas mujeres conviv¨ªan con los vecinos", narra. A¨²n se ve alguna de esas viejas trabajadoras por la calle Robadors, pero ya hace tiempo que la mayor¨ªa ha sido sustituida por las j¨®venes inmigradas, m¨¢s problem¨¢ticas.
Casas tambi¨¦n reclama espacios para que estas trabajadoras puedan abandonar la calle. Mientras, los comerciantes siguen rociando con agua y lej¨ªa el suelo cada ma?ana.
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