Las mujeres en el cambio de modelo productivo
Este oto?o podr¨ªa tener como protagonista, por fin, el gran debate pendiente sobre el cambio de modelo productivo, pues su necesidad parece ser el ¨²nico acuerdo un¨¢nime entre todos los agentes sociales. Tras muchos meses de medidas dispersas y cortoplacistas, la sociedad espa?ola parece haberse convencido de que esta crisis es una oportunidad para abordar los problemas estructurales que aquejan a nuestra econom¨ªa. As¨ª pues, no puede ser m¨¢s pertinente la propuesta de una Ley de Econom¨ªa Sostenible por parte del Gobierno
?Estar¨¢ la igualdad de g¨¦nero presente en este debate? A juzgar por las declaraciones, deber¨ªa tener un lugar central. Todos los pol¨ªticos relevantes (y por supuesto las pol¨ªticas) han afirmado ya que la desigualdad es socialmente injusta y econ¨®micamente ineficiente.
Un desarrollo humano, social y econ¨®mico sostenible choca con las desigualdades de g¨¦nero
Actualmente, la divisi¨®n sexual del trabajo est¨¢ deslegitimada
Tenemos una poblaci¨®n femenina altamente formada cuyo capital humano se despilfarra en precariedad, subempleo, contratos a tiempo parcial, inactividad, econom¨ªa sumergida y desempleo, fen¨®menos que lastran el funcionamiento del mercado de trabajo y merman la productividad. Para pasar del ladrillo al ordenador, podr¨ªamos empezar por no seguir despilfarrando el capital humano existente. La pobreza infantil, los problemas demogr¨¢ficos o la violencia machista tambi¨¦n est¨¢n intr¨ªnsecamente relacionados con la marginaci¨®n y la falta de autonom¨ªa de las mujeres, as¨ª en Espa?a como en Afganist¨¢n. En definitiva, como repiten todos los organismos internacionales aunque s¨®lo cuando de estos temas se trata, la eliminaci¨®n de las desigualdades de g¨¦nero es necesaria para un desarrollo humano, social y econ¨®mico sostenible a nivel mundial.
Una vez reconocidos los problemas, hay que identificar cu¨¢l es el modelo de sociedad al que queremos dirigirnos a medio/largo plazo, para as¨ª planificar las reformas estructurales necesarias. Resulta aqu¨ª imprescindible preguntarse si es posible hoy una sociedad que integre a las mujeres (incluyendo muy especialmente a las mujeres inmigrantes y a las mujeres j¨®venes) sin eliminar la divisi¨®n sexual del trabajo.
En otro momento hist¨®rico quiz¨¢s fuera comprensible el sue?o de una sociedad en la que las mujeres siguieran siendo las principales responsables del trabajo dom¨¦stico y de cuidados, aunque con normas r¨ªgidas para proteger sus empleos y con generosas prestaciones compensatorias a cargo de los presupuestos p¨²blicos.
Este modelo (denominado por Diane Sainsbury de separaci¨®n de roles de g¨¦nero) ha demostrado su fracaso a¨²n en pa¨ªses como Noruega, con un mercado de trabajo altamente regulado y con un elevad¨ªsimo gastop¨²blico, pues no ha conseguido ni compensar a las mujeres ni evitar la segregaci¨®n horizontal y vertical del empleo. Pero es que la configuraci¨®n actual de los mercados de trabajo hace que esa v¨ªa sea hoy inimaginable. Al contrario, el intento de blindar los empleos de las mujeres provoca a¨²n m¨¢s segregaci¨®n, ya que se traduce para los empresarios en costes extra-salariales que se unen a la ya mayor probabilidad de ausencias femeninas para tareas de cuidados. As¨ª, sobre todo en presencia de un exceso de oferta masculina m¨¢s flexible, la aversi¨®n al riesgo aconsejar¨¢ contratar hombres para los puestos estables y de responsabilidad.
Intentar mantener al 50% de la mano de obra a golpe de subvenci¨®n no solamente resulta ineficiente sino que es imposible. En lugar de ello, basta con eliminar la causa de su vulnerabilidad, que no es ni m¨¢s ni menos que su mayor dedicaci¨®n al cuidado.
Esta eliminaci¨®n de los roles de g¨¦nero, antes impensable, est¨¢ ya en el imaginario colectivo. La incorporaci¨®n de los hombres a las tareas dom¨¦sticas, junto con buenos servicios p¨²blicos y horarios m¨¢s cortos a tiempo completo, se perfila como una condici¨®n sine-qua-non para la incorporaci¨®n de las mujeres al empleo de calidad por su propio pie, sin que ni ellas ni nadie tengan que sacrificar su carrera profesional ni su vida personal.
De paso, pero muy importante, no viene nada mal que la otra mitad arrime el hombro por igual en lugar de despilfarrar su capital cuidador, y m¨¢s en tiempos de crisis econ¨®mica y demogr¨¢fica.
Por ¨²ltimo, hay que computar las externalidades positivas de un cambio en el modelo actual de comportamiento masculino, pues este comportamiento diferencial provoca enormes problemas humanos y econ¨®micos en ¨¢mbitos tan variados como el fracaso escolar, la conducci¨®n temeraria o la violencia de g¨¦nero.
Afortunadamente, la divisi¨®n sexual del trabajo est¨¢ deslegitimada y hoy la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa espa?ola se identificar¨ªa con un modelo de sociedad de personas sustentadoras/cuidadoras en igualdad (individual earner/carer seg¨²n Sainsbury). As¨ª pues, basta con orientar las pol¨ªticas p¨²blicas a ese modelo de sociedad. Para ello disponemos de muchos estudios sobre los efectos de unas y otras medidas, pues en las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha acumulado una gran experiencia internacional y se ha desarrollado enormemente la investigaci¨®n sobre el impacto de las pol¨ªticas p¨²blicas.
El problema no es que se alcen voces contra estos objetivos, sino que se ignoran cuando se trata de pol¨ªtica econ¨®mica. Y ese olvido no s¨®lo puede llevarnos a retrasar el cambio sino, lo que es mucho m¨¢s grave, a caminar irreversiblemente en sentido contrario. Por ejemplo, la promoci¨®n del contrato a tiempo parcial es una causa de precariedad femenina y de ineficiencias en el mercado de trabajo, pero adem¨¢s establece una norma muy dif¨ªcil de revertir.
Cuando Holanda o Suecia est¨¢n luchando contra esta lacra social y econ¨®mica, no parece muy razonable caer en ella. Igualmente, ya se est¨¢ estableciendo la norma de que el cuidado de dependientes se resuelve por la v¨ªa de la paguita' a las cuidadoras familiares, inicialmente prevista como excepcional en la Ley de Dependencia. La crisis, que es una oportunidad para cambiar el modelo, tambi¨¦n puede acentuar el impacto de estas medidas perjudiciales para las mujeres y para la econom¨ªa.
El programa de reformas necesario para el cambio de modelo est¨¢ esencialmente contenido en el manifiesto Feminismo ante la crisis, promovido por 28 entidades y 400 personas a t¨ªtulo individual (www.feminismoantelacrisis.com). No todas las propuestas suponen un aumento del gasto p¨²blico. Al contrario, se propone la eliminaci¨®n de figuras regresivas como la tributaci¨®n conjunta en el IRPF, lo que ya aconseja hacer la propia Exposici¨®n de Motivos de la vigente Ley 35/2006 del IRPF, y lo que supondr¨ªa un considerable ahorro fiscal. Otras medidas han sido ya promesas electorales, como la universalizaci¨®n de la educaci¨®n infantil desde los cero a?os; y otras, como los permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles, responden a una demanda a la que ning¨²n agente social se opone expl¨ªcitamente.
Pero el mayor enemigo de las reformas estructurales es, junto al cortoplacismo, el de las resistencias no declaradas, de las que ya se lamentaba Clara Campoamor en su libro Mi pecado mortal, recordando c¨®mo sus razones en pro del voto femenino ni se rebat¨ªan ni se apoyaban sino que simplemente se acallaban.
Por ello, el mejor escenario imaginable es el que avanza la vicepresidenta Econ¨®mica al declarar que "todas, absolutamente todas las figuras tributarias est¨¢n en revisi¨®n". Ojal¨¢ sea as¨ª y, por fin, se configure el pacto social para el New Deal inclusivo, feminista, ecol¨®gico y demogr¨¢ficamente viable que tantas personas estamos reclamando.
Mar¨ªa Pazos Mor¨¢n es investigadora del Instituto de Estudios Fiscales y autora del libro Econom¨ªa e Igualdad de G¨¦nero: Retos de la Hacienda P¨²blica en el Siglo XXI
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