Perder
Hay en Tejeda (Gran Canaria) un restaurante que marca sus sillas con los nombres de los comensales ilustres. Y con Alfredo Kraus o Mart¨ªn Chirino, que son de Las Palmas, est¨¢ Fernando Alonso, el corredor de coches, a quien ya se considera insular. No van a mover la silla porque Alonso pierda, al contrario. Ahora que pierde es posible que la tele (ahora La Sexta transmite la F-1) lo note, pero a much¨ªsima gente nos interesan m¨¢s los gestos de los vencidos que los aspavientos de los vencedores. A la sobriedad de Alonso durante a?os la llamaron antipat¨ªa. La gente exige de los famosos determinada actitud: si son sobrios, les exigen que sobreact¨²en, y si sobreact¨²an los fr¨ªen tambi¨¦n. Lo bueno de las derrotas de Alonso es que ahora lo dejar¨¢n tranquilo, siendo como le d¨¦ la gana. A lo mejor lo que a ¨¦l le gusta es que le conserven la silla en Tejeda, y se la conservar¨¢n sobre todo si pierde.
Las derrotas de los deportistas tienen el aire ef¨ªmero de las derrotas en la vida: te hunden, y te levantas, no queda m¨¢s remedio, empieza otra temporada. Ayer era agosto; fue una ilusi¨®n. Es ya septiembre. Se acaba el verano y terminan los espacios obsesivos de la operaci¨®n retorno. El verano es una sucesi¨®n de operaciones que retransmite la tele: la operaci¨®n salida, la operaci¨®n retorno. Me quise aliviar de esas noticias que marcan la vida viendo el final de esta temporada de Perdidos, en Cuatro. Ah¨ª est¨¢n siempre a punto de perder, todos; pero existen los milagros; desaparece la isla, el helic¨®ptero no tiene donde aterrizar, se acaba el combustible y se acerca la cat¨¢strofe. Hay un ni?o; su salvaci¨®n es una met¨¢fora que cruza ese episodio como lo mejor de una pesadilla. Pero siempre hay una luz, y esa viene a medianoche y permite que los que pierden tengan una pr¨®rroga en otra isla.
As¨ª es la vida. Pierdes y de pronto haces pie, de nuevo. Vi Amarcord, de Fellini (en TCM). Es de 1974. Conserva su frescura genial de la primera vez. Hay una escena, cuando los fascistas celebran la presencia de Mussolini y desde el campanario suena la Internacional. Tiene el vigor y la paradoja de esa otra escena en Casablanca cuando suena La Marsellesa. En la vida, y en el cine, muchas veces los que pierden ganan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.