Reinventar el modelo social de la UE
El descontento no nace solo del declive econ¨®mico, sino que resulta tambi¨¦n de la desilusi¨®n hacia las ¨¦lites implicadas en la toma de decisiones
La Uni¨®n Europea se enfrenta a ingentes desaf¨ªos que van a redefinir su identidad. Las directrices para la nueva Comisi¨®n presentadas por Ursula von der Leyen, su presidenta, arrojan una creciente incertidumbre sobre la prosperidad del ¨¢rea. Lo mismo sucede en el informe encargado a Mario Draghi sobre el futuro de la competitividad europea. En ¨¦l se se?ala que el sentido de la UE es garantizar que sus ciudadanos puedan beneficiarse de los valores fundamentales de prosperidad, equidad, libertad, paz y democracia en un entorno sostenible. Si la UE ya no puede proporcionarlos, habr¨¢ perdido su raz¨®n de ser.
Es necesaria una transformaci¨®n urgente del modelo europeo. La oleada de disrupciones socioecon¨®micas, tecnol¨®gicas y geopol¨ªticas est¨¢ sacudiendo sus cimientos. El proyecto de integraci¨®n europea, centrado en aprovechar las econom¨ªas de escala a trav¨¦s de un mercado ¨²nico, una s¨®lida pol¨ªtica de competencia y modelos extensos de protecci¨®n social, produjo durante muchas d¨¦cadas niveles altos de bienestar. Con el cambio de siglo, la Agenda de Lisboa trat¨® de fortalecer estos avances, con el objetivo de convertir la regi¨®n en la m¨¢s intensiva en conocimiento y la m¨¢s inclusiva del mundo.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, parece claro que algo sali¨® mal. Como recoge el informe Draghi, la brecha en el crecimiento de la productividad con respecto a Estados Unidos y China se ha ampliado notablemente, mientras que la renta disponible media ha crecido casi el doble en Estados Unidos que en la UE, que est¨¢ perdiendo la carrera mundial de la innovaci¨®n. La industria europea no solo invierte menos que sus hom¨®logas en I+D, sino que va muy rezagada en software e inteligencia artificial (IA), su componente farmac¨¦utico est¨¢ en peligro y unas pocas empresas, en su mayor¨ªa del sector del autom¨®vil, han dominado su actividad innovadora en las ¨²ltimas d¨¦cadas. La pandemia, primero, y la guerra de Ucrania, despu¨¦s, han descubierto las costuras de un modelo econ¨®mico muy dependiente del exterior en materias primas y equipos, en combustibles f¨®siles, en componentes tecnol¨®gicos y en tecnolog¨ªas de plataformas digitales. Aquella esperanza de convertirse en la primera potencia mundial parece ahora, cuando menos, ingenua.
El gran reto es redefinir el modelo europeo en el actual contexto de declive econ¨®mico e incertidumbre geopol¨ªtica. El informe Draghi ha contribuido de manera significativa al debate, al resaltar la necesidad de una transformaci¨®n urgente en la estructura de la econom¨ªa europea, con abundantes recomendaciones de pol¨ªticas en una amplia variedad de ¨¢reas. Sin embargo, es necesario dar un paso m¨¢s all¨¢ de los problemas de competitividad sobre los que gira el informe y definir estrategias que puedan adaptarse a cambios tan complejos como el clim¨¢tico, la transformaci¨®n digital y la emergencia de nuevas necesidades sociales.
La mejora de la competitividad, clave para recuperar la pujanza europea, puede medirse desde perspectivas m¨¢s amplias. Es importante poner el acento en las implicaciones econ¨®micas y en el bienestar de los ciudadanos de la creciente brecha de productividad, pero la competitividad se debe analizar tambi¨¦n desde una perspectiva que reconozca de manera m¨¢s expl¨ªcita los l¨ªmites ambientales y sociales. Es necesaria tambi¨¦n una pol¨ªtica industrial muy distinta de la aplicada en el pasado, que incluya nuevos objetivos no centrados ¨²nicamente en el crecimiento, que incorpore la definici¨®n de procesos de transformaci¨®n hacia sectores basados en energ¨ªas verdes y que aborde la debilidad de una Europa atrapada en industrias de tecnolog¨ªa intermedia. Deben dise?arse tambi¨¦n estrategias globales orientadas a la sostenibilidad, el aprovechamiento de las nuevas tecnolog¨ªas y la inclusi¨®n social.
En las nuevas directrices de la Comisi¨®n asoma, sin embargo, que la descarbonizaci¨®n, la cohesi¨®n social e incluso el desarrollo territorial se consideran solo complementos ¨²tiles en la medida en que puedan contribuir a una Europa m¨¢s competitiva. En el fondo, subyace la tensi¨®n entre los objetivos de crecimiento econ¨®mico, los de sostenibilidad y, de forma m¨¢s amplia, los de bienestar. El informe Draghi es la expresi¨®n de una visi¨®n econ¨®mica tradicional del crecimiento del PIB como piedra angular de los resultados socioecon¨®micos, que lleva a soluciones que priman una regulaci¨®n m¨¢s bien permisiva.
Frente a esta visi¨®n, las crisis recientes, como la financiera y la de la pandemia, los problemas clim¨¢ticos, la destrucci¨®n de la biosfera, la persistencia de la pobreza y el aumento de la desigualdad y la polarizaci¨®n social demuestran claramente los l¨ªmites de las pol¨ªticas basadas en el crecimiento econ¨®mico como medida general del progreso. En las complejas sociedades europeas, crecimiento econ¨®mico y mejoras sociales no siempre van de la mano. Esta divergencia se constata tambi¨¦n en la concentraci¨®n del crecimiento econ¨®mico en determinadas ¨¢reas. Un tercio de la poblaci¨®n de la UE vive en zonas que se han estancado o han experimentado declive econ¨®mico.
El af¨¢n en la mejora de la competitividad puede ser econ¨®mica y socialmente contraproducente si no implica a todos los ciudadanos en el proceso. El resultado de la polarizaci¨®n no solo es econ¨®mico, sino que genera un creciente resentimiento pol¨ªtico contra el proyecto europeo y escepticismo sobre c¨®mo se quieren abordar algunos de los retos descritos. Ese malestar impulsa el apoyo a ideolog¨ªas que buscan socavar la UE o, en casos extremos, abogan por su disoluci¨®n. El descontento no nace solo del declive econ¨®mico, sino que resulta tambi¨¦n de la desilusi¨®n hacia las ¨¦lites implicadas en la toma de decisiones.
Es necesario elaborar una nueva narrativa a largo plazo sobre el prop¨®sito de la UE, abordando desaf¨ªos que van m¨¢s all¨¢ de la sostenibilidad, la digitalizaci¨®n y la competitividad, que deber¨ªa incluir una definici¨®n propia de la prosperidad en el ¨¢rea. La UE tiene las pol¨ªticas sociales y de sostenibilidad m¨¢s desarrolladas del mundo, por lo que la cohesi¨®n social no puede ser un objetivo secundario. El reto es c¨®mo mantener los valores del modelo social europeo en el nuevo contexto. El gran salto podr¨ªa ser un mayor protagonismo de nuevas inversiones sociales promovidas por la Comisi¨®n que produzcan mayores retornos no solo en t¨¦rminos de desigualdad y estabilidad de la renta de los hogares, sino tambi¨¦n de empleo, productividad e ingresos p¨²blicos. El refuerzo de los instrumentos que proporcionan aseguramiento y oportunidades podr¨ªa ser una se?al clara para contener la desafecci¨®n, a la vez que servir¨ªa de palanca de crecimiento econ¨®mico.
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