Retrato enérgico de Maruja Mallo
En estos mismos meses, hace exactamente 17 a?os, se realizaba la primera retrospectiva institucional en Espa?a sobre Maruja Mallo (Viveiro, Lugo 1902-Madrid, 1995), preinaugurando el Centro Galego de Arte Contemporánea. Justo un a?o antes, en 1992, con motivo del 90? aniversario de la artista, la galería Guillermo de Osma de Madrid realizaba una muestra de su obra y editaba un libro que descubría todo su imaginario creativo junto a episodios olvidados. La obra de Maruja Mallo, no siempre comprendida en su globalidad y en parte inexplicablemente olvidada, abrió un nuevo centro de arte y permitió, en su momento, subrayar su importancia ofreciéndole un merecido reconocimiento pocos a?os antes de su fallecimiento. Una nueva exposición, organizada por la Fundación Caixa Galicia en Vigo, permite repensar y analizar sus trabajos, proponiendo un encuentro con sus caminos conocidos mientras se investiga e innova en nuevas reflexiones decisivas sobre su obra, para completar el retrato, plural y combativo, de esta imprescindible artista.
Es precisamente en la portada del catálogo publicado en 2002 sobre su serie Naturalezas vivas donde encontramos una sugerente instantánea: Maruja Mallo retratada en las playas de Chile, con algas sobre su cuerpo como mágica vestimenta. Una imagen que nos sirve para narrar claramente su personalidad, su imaginativa presencia, casi atemporal, imprevisible. Maruja Mallo, autora paradigmática en la creación contemporánea espa?ola, queda definida por su compleja trayectoria, su complicidad generacional, las diferentes etapas artísticas que interpreta desde un tono personal y el compromiso social y político. Escalas que componen el enérgico retrato que persigue esta exposición, el de una mujer activa, inconformista.
Esta retrospectiva, la más completa realizada hasta la actualidad, permite asentar las diferentes claves acreditadas, al tiempo que esclarece nuevos aspectos de su trabajo, adentrándonos en sus grandes referentes mientras impulsa conductos interpretativos poco desarrollados hasta el momento. De esta forma, los comisarios Fernando Huici y Juan Pérez de Ayala investigan desde bocetos hasta obras, cuadernos, anotaciones, fotografías y bibliografía para componer nuevas perspectivas, algunas especialmente clarificadoras, de su lenguaje. Se trata de precisar su trayectoria partiendo de un recorrido que se exige cronológico pero que se apoya, se ilumina, delante de escenas temáticas, desde los a?os veinte a sus últimas composiciones.
Las dos sedes de la exposición exhiben ejes que se nivelan de forma constante, se alimentan de referencias al tiempo que recalan en otras vías de captura teórica. Sucede así con lo popular, la ordenación geométrica, las representaciones de la naturaleza y los retratos, aspectos conceptuales que rotan en su itinerario. Resulta definitoria su relación con el componente colectivo, con un registro popular transformado en manifiesto, plasmado en su libro Lo popular en la plástica espa?ola a través de mi obra (1939). La materia referida a lo natural se afirma como otro de sus pilares, desde paisajes periféricos, escenas simbólicas, bodegones simétricos hasta mundos espaciales, oníricos. Relatos que se ordenan, como veremos, en esquemas y arquitecturas que evolucionan en su trayectoria. Inquieta la construcción de un orden, una identidad, un armazón conceptual que se mantiene como guión creativo, en prototipos, construcciones, máscaras e iconos del mar o de la tierra. Estructuras que también afectan a sus retratos, temática imprescindible que completa su repertorio, donde prevalecen las protagonistas femeninas en grandes figuras, alegóricas, como enigmáticas mujeres de perfil o danzando bajo esquemas geométricos en Estrellas de mar (1952).
Su itinerario se construye a partir de constantes estructuradas como espejo o sombra, registro o acusación, de su momento. Presenciamos sus inicios marcados por la atmósfera que vive Madrid a finales de los a?os veinte, donde participa de forma activa. Será la época de la Residencia de Estudiantes, la amistad con Lorca, María Zambrano o Concha Méndez, y posteriormente con Rafael Alberti y Ortega y Gasset. Su obra bebe de la emoción que respiran esas décadas, despega de energía creativa, desclava lo real para exhibir impecables composiciones de realismo mágico. Estos trabajos unen aspectos perennes con otros que madurarán, y desvelan su aspiración por evidenciar lo popular, provocar desde el componente social, en representaciones donde predomina la colectividad, junto al deporte o el estudio de la figura. El propio Ortega y Gasset abre los salones de la Revista de Occidente para exponer en 1928 sus pinturas, inaugurando una colaboración que seguirá en las portadas realizadas para la revista en a?os inmediatos. Los delicados y esquemáticos dibujos que ilustran esas portadas murmuran, como veremos, una nueva etapa.
Acompa?ada de Benjamín Palencia y Alberto Sánchez redescubre las periferias, los márgenes oscuros de la ciudad. La denominada Escuela de Vallecas, donde se inscribe en una primera etapa, aporta temas de territorios olvidados, que condensa en la serie Cloacas y campanarios, lugares donde Maruja Mallo ofrece su mirada de anatomías y fragmentos seniles. Estas obras la acompa?an en una intensa estancia en París, donde expone en la galería Pierre Loeb y entra en contacto con Breton, dejando impregnarse del Surrealismo que, como posicionamiento, estuvo presente en sus trabajos aunque no siempre con la definitoria importancia con la que muchas veces se etiqueta su estilo. Sin embargo, resultan incuestionables los postulados que adopta en esa estancia sobre los estudios matemáticos de Torres-García y del ensayista Matila C. Ghyka, definitorios de forma inmediata y en su trayectoria posterior, que advertimos en los bocetos de sus cerámicas, los retratos bidimensionales o los bodegones del exilio.
La etapa de tremendismo de las periferias, que describe Rafael Alberti en La Gaceta Literaria, muda inmediatamente en naturalezas y anatomías de esquemas, recurre a formas sintéticas, frugales, que manifiestan su ordenación geométrica. Nuevas obras que, junto a su creciente seducción por la escenografía y el determinante trabajo con la cerámica, detectamos en Esqueleto (1933) o Arquitectura mineral (1933), dibujos que maceran la mirada experimental que brillará en a?os venideros.
Implicada con la República, participa como docente en las Misiones Pedagógicas, que la acercan a su tierra natal. Allí la sorprende el comienzo de la Guerra Civil, que la obliga a iniciar, como a otros artistas e intelectuales, un largo exilio en Iberoamérica. En este viaje le acompa?an bocetos de La religión del trabajo, novedosa serie de obras donde quedan integradas todas sus obsesiones, la naturaleza, el orden y la vida, claves que reiteran su estilo definitivo. La sorpresa del trigo (1936) resume mínimos componentes de gran intensidad poética y Arquitectura humana (1937) concilia símbolo y naturaleza, precepto y poética. Magníficos trabajos dominados por la línea y la composición fundamental, sin adjetivos, donde siguen vigentes los fundamentos de Torres-García y Ghyka.
América llena de color sus obras, se acentúa lo onírico, lo esotérico, lo cósmico. Naturalezas terrenales y marítimas retratan sus décadas de exilio, que constatamos en el mural del cine Los ?ngeles de Buenos Aires o en sus Naturalezas vivas de conchas, flores y algas, de misterios y vida. De nuevo las algas, que visten su cuerpo en las fotografías en las playas de Chile, idean también una simbólica e invisible arquitectura de vida, de tránsitos y órdenes pensados.
Esta exposición, junto al completo catálogo y el audiovisual realizado por Antón Reixa sobre su obra, reconocen la intensa trayectoria de Maruja Mallo, no siempre escuchada con la detenida importancia histórica. Se recuperan ahora las múltiples voces de esta mujer transgresora, vitalista e independiente.
Maruja Mallo. Casa das Artes y Fundación Caixa Galicia. Policarpo Sanz, 15 y 21. Vigo. Del 10 de septiembre al 10 de enero de 2010.
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