"Saltar de la pol¨ªtica a la empresa es un cambio de sexo"
Bajo el brazo, una cartera del Congreso de los Diputados y la caja de una Blackberry. Jordi Sevilla trae en el mismo paquete el poso de sus nueve a?os de parlamentario, sus tres de ministro, su carrera pol¨ªtica, junto con la primera se?al de su vida en la empresa privada (como asesor de la consultora PriceWaterhouse), que tan s¨®lo cuenta tres d¨ªas.
"Supongo que esto es como un cambio de sexo, todo sigue siendo igual pero nada es lo mismo", dice al asentar sobre el mantel el nuevo tel¨¦fono con el que, asegura, a¨²n no sabe llamar. Ahora s¨ª que ha tenido que abandonar su viejo Nokia: "Ya que he dado este salto en mi vida, me animar¨¦...", sonr¨ªe. El aparato sonar¨¢ dos veces. Descolgar¨¢ despu¨¦s de sendas miradas perplejas. No es Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. A¨²n no ha hablado con ¨¦l. El martes renunci¨® a su esca?o e hizo cuatro llamadas, pero ninguna al presidente. "Estaba de viaje", se excusa. Suena raro en el miembro m¨¢s relevante de Nueva V¨ªa, el grupo que aup¨® al l¨ªder socialista a la secretar¨ªa general en 2000, el ex portavoz parlamentario de Econom¨ªa y el ex ministro de Administraciones P¨²blicas del primer Gabinete socialista, destituido, eso s¨ª, en la primera crisis de Gobierno. Suena menos raro si hablamos del hijo peque?o de una familia republicana muy discutidora que ha criticado abiertamente el plan anticrisis del Gobierno, los brotes verdes, o el presidencialismo de Zapatero.
El ex ministro lamenta que el poder s¨®lo se ejerza desde arriba, sin m¨¢s
Cuenta que en Valencia, donde naci¨® hace 53 a?os, el arroz a banda se toma con vino rosado, y a eso vamos. Una combinaci¨®n para salpicar ese acorchamiento sentimental de un cambio decidido, asegura, hace m¨¢s de un a?o. A nadie le ha extra?ado, "porque yo ya estaba de salida", dice, "y el propio presidente me dijo que me ayudar¨ªa. Yo no quer¨ªa estar 15 a?os m¨¢s as¨ª". ?Y c¨®mo es eso? "Sin espacios institucionales para hacer pol¨ªtica, el que est¨¢ arriba cada vez toma m¨¢s decisiones". Y hay otra cosa, en la que cita a Voltaire. "?l dec¨ªa: 'Discrepo de todo lo que usted ha dicho pero dar¨ªa la vida para que siguiera haci¨¦ndolo'. He dado por supuesto eso y a m¨ª me ha hecho da?o". Busca otra manera. A todos los que le han llamado les ha dicho: "Dejo el esca?o, no la pol¨ªtica".
El arroz, muy amarillo, est¨¢ al dente, "pero demasiado pastoso". Bueno, Sevilla tiene m¨¢s empe?o en hablar que en comer. Y otro viejo empe?o es el de la conciliaci¨®n. Consigui¨® un permiso de paternidad cuando a¨²n no exist¨ªa cuando le entregaron a dos de sus tres hijos adoptados. Les ha ba?ado siempre y les lleva al colegio. Por eso este encuentro es una comida y no una cena. La cuesti¨®n acab¨® con el plan Concilia cuando era ministro, y con el Estatuto del Empleado P¨²blico. Pero no consigui¨® que a los d¨ªas que ¨¦ste otorgaba a los funcionarios con m¨¢s antig¨¹edad les apodasen sevillas, al estilo de los moscosos. "Bueno, creo que les llaman canosos...".
Quer¨ªa ser cantante de ¨®pera. Y novelista. Y ministro. ?Por el poder? "No, para cambiar cosas". Pero su padre dijo: "Somos pobres, la ¨²nica manera de salir de aqu¨ª es ser funcionario". Los cuatro hermanos obedecieron. Pero ¨¦l cumpli¨® uno de sus sue?os. Bueno, dos: en un caj¨®n tiene un par de novelas policiacas. El detective se llama Ricky Trullos.
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