Mucha noche, poca pasta
El legendario 'finde' valenciano se resiente por los malos tiempos
Ciudad de Valencia; dos de la madrugada. Hay un vendedor paquistan¨ª bastante viejo sentado en el centro del pub de moda; sostiene su garbilla de rosas cual tabla de salvaci¨®n pero el caso es que, pese a estar el local casi lleno, es viernes noche, no ha vendido ni una. Bueno, una s¨ª, a una mujer madura que bailotea extra?amente con la flor como compa?era. Es un s¨ªntoma de la noche valenciana en tiempos dif¨ªciles, inmigrantes como ¨¦l vendiendo todo tipo de objetos los hay a cientos, nadie sabe c¨®mo logran llegar a fin de mes.
Si uno quiere saber de la noche en el casco antiguo debe hablar con alg¨²n currante del templo marchoso y de dise?o par excellence: el Caf¨¦ Negrito; legendario lugar, abierto en los tiempos de abundancia por Pepe, un castellano antiguo con esp¨ªritu mar¨ªtimo.
"A los guiris ahora les cuesta pagar", explica un camarero
"La gente cena en casa y en vez de tres copas se toma una", seg¨²n un hostelero
Es Natalio, uno de sus camareros, quien afirma: "Lo m¨¢s significativo de la situaci¨®n es que a los guiris les cuesta pagar. Antes, les resultaba pat¨¦tico hasta lo que cobr¨¢bamos por las copas. Eso es pura recesi¨®n, ?Qu¨¦ no? Pero en esto del alcohol todo es imprevisible. ?Podr¨¢s creer que hay noches que la pe?a s¨®lo pide cubatas de ron?".
En el casco viejo, el famoso y ca¨®tico fin de semana local, que empieza el jueves, se parece cada vez m¨¢s a una org¨ªa romana de decorado; algo a lo Cecil B. de Mille. A veces uno piensa que entre los centenares de figurantes aparecer¨¢n los camellos y elefantes. Estos primeros, haberlos haylos, pero son invisibles, por mor de ilegales. Pero son parte esencial del asunto. Tambi¨¦n notan la recesi¨®n comercial pero es mejor no andarse con preguntas; son tipos con malas pulgas. Uno dice, con displicencia: "?Qu¨¦ co?o quieres que te diga? Si antes pul¨ªa X gramos en una noche ahora pulo Xy. ?Vale?". Asunto zanjado.
El epicentro de esa fiesta perpetua que es la noche valenciana m¨¢s popular es la plaza del Tossal, encrucijada y corte de los milagros de festeros, marchosos y p¨ªcaros. Contemplan el ir y venir de esa calle mayor bardemiana, la de Cavallers. El suelo est¨¢ sucio y resbaladizo. Los comerciantes ven urgente y necesario un acuerdo entre hosteler¨ªa nocturna y Ayuntamiento para poner un poco de orden en el negocio, encuentro que no se da nunca. El consistorio da largas.
En el centro del traj¨ªn, La bodeguilla del Gato, siempre luce llena; ofrece buen tapeo hispano y no se pasa en las cuentas. Adem¨¢s, est¨¢ en una calleja, que eso mola a los turistas. Lo de siempre, chorizos fritos, escalivada. Su due?o, Pepe, lleva siglos trabajando en el ramo: "He visto muchas ciudades en Europa donde hay cacharros en los que metes una moneda y te dan un plano. En la Puerta del Sol de Madrid hay una furgoneta m¨®vil de la polic¨ªa para tramitar robos; tambi¨¦n hay agentes que hablan idiomas para atender al extranjero; nada de eso hay aqu¨ª. Pero es l¨®gico, porque el a?o pasado la oficina de turismo municipal estaba chapada en pleno agosto".
Juanjo, otro hostelero veterano del barrio, es m¨¢s tajante: "El Carmen no s¨®lo es ruido, es toneladas de vidrio que se generan por la noche. ?Y sabes qu¨¦? No hay un puto contenedor de vidrio en ning¨²n lado. Lo que pasa es que al Ayuntamiento eso le importa un r¨¢bano. S¨®lo funciona para aparentar".
Cruzas el r¨ªo y puedes encontrar a?ejos pubs, jur¨¢sicos pero vivos, como Anomia, donde Ignacio, el eterno boss, no nota que haya cambiado nada excepto en que los asiduos chupan menos cerveza a diario. Los cuadros de Topor siguen all¨ª, como en los 70. Por la noche, las parejas j¨®venes no repiten el cubata. A cuatro pasos est¨¢ Deseo, disco nocturna, marchosa y de rabiosa modernidad. El entorno, otra vez, es un barrio acosado por la ruina. Dentro la fiesta contin¨²a y eso que hay que apoquinar a la entrada. En Picadilly, el club indie de Embajador Vich, el rugido de la noche transgresora sigue escuch¨¢ndose, pero menos.
"El Carmen se ha masificado; es una especie de zona de ocio industrial. En las cocinas se nota mucho. La gente cena en casa y en vez de tres se toma una copa", declara Salva, due?o del hist¨®rico bar de la calle Baja, El Carxofa. "Demasiado club por metro cuadrado en un barrio que carece de todo y cuya trazado de muralla, esencial proyecto para su verdadera restauraci¨®n, duerme un escandaloso sue?o de los justos", a?ade.
"Valencia, en cuesti¨®n de noche ha sido siempre una guarrer¨ªa, nadie se preocupa de llevarla a mejor". El caso es que las quejas vecinales ya son los ecos rotos de una demanda in¨²til. Para colmo, el ahorro anima el botell¨®n; plazas enteras son escenario de grupos de ni?atos de ambos sexos, que inundan la noche de berridos hasta que los atormentados residentes escuchan el estampido de las litronas en el suelo. Los afters no se quedan atr¨¢s y sus accesos son siempre problem¨¢ticos.
En el pub de moda La Edad de Oro, extramuros, el inmigrante paquistan¨ª de las rosas sigue inm¨®vil. ?C¨®mo va la cosa? Mal, muy mal. Todos bailan; un p¨²blico de edad media. Los ni?atos van a otros lugares. Aqu¨ª pincha el legendario Juanjo Almendral, que rinde culto a todos los estilos de m¨²sica: "Depende de quien est¨¢ en la pista y el feeling que tienen. Unas veces pongo a Bruno Lomas y Tom Jones y se vuelven locos; otras a los Stones y tambi¨¦n. En esto de la diversi¨®n nocturna no hay crisis. Pero en las copas se nota".
Ya estamos cerca de las cuatro de la madrugada y Juanjo pone una versi¨®n de Simpathy for the devil, de los Rolling, de un grupo de ¨¢rabes del barrio parisino de Barb¨¦s. En la barra, la gente deja aguarse sus scotchs; junto a la mesa de billar una hilera de mujeres ense?a despreocupada las piernas. Desde aqu¨ª, con esta m¨²sica y a esta ahora, el crash econ¨®mico parece haberse quedado en la calurosa calle. Pero Ahmed, el paquistan¨ª de las rosas, contin¨²a inm¨®vil y cariacontecido en el centro de la juerga. Con el ramo tr¨¢gicamente completo a la hora de irse a casa; ese t¨ªo, ese hermano del otro mundo, es un recuerdo muy f¨ªsico de que la cosa va en serio. En los barrios hist¨®ricos sigue la fiesta. Los ojos con mucha noche, los bolsillos sin pasta.
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