Una idea que en Espa?a no vende
Cada vez que un coche quema un litro de gasolina emite unos 2,4 kilos de CO2. Gravar este di¨®xido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, no es novedad. Buena parte del precio de los carburantes son impuestos y en Espa?a ya se recaudan por este concepto unos 12.000 millones de euros al a?o. A esto hay que sumar el IVA de los coches, los impuestos de matriculaci¨®n y circulaci¨®n, que suman otros 13.000 millones.
Por eso la idea de Francia de elevar el precio de la gasolina para pagar el CO2 no es revolucionaria. El impuesto franc¨¦s supondr¨ªa unos 3,3 c¨¦ntimos de euros por cada litro de gasolina. El Gobierno espa?ol subi¨® el pasado 12 de junio la tasa de hidrocarburos en 2,9 c¨¦ntimos por litro de carburante.
La diferencia estuvo en el tono, en la forma. Aunque el Ejecutivo de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero anunci¨® que sub¨ªa los impuestos para cumplir los "compromisos para la sostenibilidad y la lucha contra el cambio clim¨¢tico", lo hizo con la boca peque?a. Un a?o y medio antes, el grupo de expertos que elaboraba el programa del PSOE en medio ambiente propuso crear un c¨¦ntimo del clima, un impuesto sobre la gasolina de un c¨¦ntimo de euro cuya recaudaci¨®n ir¨ªa a combatir el cambio clim¨¢tico. La idea fue desechada. En Espa?a -cuyos impuestos sobre los carburantes son un 19% m¨¢s bajos que los de la UE de 15- esa idea no vende.
El presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, en cambio, a lo mismo le ha llamado Contribuci¨®n Clima. Su tributo adem¨¢s incluye que los ciudadanos pagar¨¢n por la calefacci¨®n de sus casas -entre 25 y 75 euros al a?o-.
Revolucionario
"Es revolucionario porque abre el debate de c¨®mo cobrar a los ciudadanos, no por el impacto en s¨ª de las medidas, ya que han rebajado las propuestas de la comisi¨®n de Jacques Delors", explica Jordi Ortega, profesor de la Universidad Carlos III y experto en econom¨ªa del CO2.
El salto adelante de Sarkozy es abrir la puerta a cuantificar y cobrar por la emisi¨®n de los "sectores difusos", aquellos que no se pueden identificar uno a uno, como casas o coches. En Espa?a, las industrias ya pagan por el CO2 -hasta han hecho negocio al revender lo que recibieron gratis del Gobierno- y los consumidores abonan el que compran las el¨¦ctricas y que cargan en los recibos. El impuesto de matriculaci¨®n de los coches tambi¨¦n depende del CO2.
Quien s¨ª intent¨® revolucionar el esquema fue Reino Unido, que plane¨® dar a cada ciudadano una tarjeta de cr¨¦dito con su cupo de emisiones para gastarlo seg¨²n fuera consumiendo. Lo abandon¨® por inviable.
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