La peor liebre para los galgos
Cancellara lanza un ataque al final que desordena el 'sprint', ganado por Farrar
Es tan grande, en todos los sentidos, Cancellara que lo mismo arrasa en una contrarreloj (casi imbatible) que reintegra ¨¦l solito a tres descolgados al pelot¨®n o que rompe los c¨¢lculos de un sprint con un ataque suicida en el ¨²ltimo kil¨®metro. Todos, colocando a su gente, salvo Boom, que descoloc¨® a Freire por falta de fuerza; todos, lanzando al galgo. Y llega el descomunal suizo, la descomunal liebre, y tira un ataque en la amplia recta de llegada que obliga a resetear toda la estrategia. Dif¨ªcil que ganara el rey de la contrarreloj, pero a su cuenta hay que incluir que el sprint fuera duro, exigente, interminable.
S¨®lo Cancellara pod¨ªa intentar marcharse de un pelot¨®n que rodaba a 60 kil¨®metros por hora, con los dientes largos, en la ¨²ltima cita de los velocistas antes de tres jornadas de monta?a. S¨®lo Cancellara pod¨ªa hacer cre¨ªble algo tan incre¨ªble, tanto que no sucedi¨®, pero a m¨¢s de uno y de treinta le cruj¨ªan los ri?ones y le dol¨ªan las manos de agarrarse al manillar para volar por el centro de Caravaca de la Cruz.
El suizo lo mismo arrasa en una contrarreloj que rescata a descolgados
Una cruz era lo que les hizo pasar Cancellara antes de que se impusiera el estadounidense Farrar, que, aspirando el rebufo, lejano, del suizo, se tir¨® un sprint largo, de fuerza, de fe, de ¨¦sos que ganas o echas el bofe por la boca. Freire, que dice que se va de esta locura el a?o que viene, se qued¨® solo cuando su compa?ero Boom hizo ?plaf! y le dej¨® encerrado. No anda fino el c¨¢ntabro, pero lo de ayer parec¨ªa imposible con los galgos poderosos desatados en plena calle por la peor liebre en la que pudieran pensar.
A Farrar s¨®lo le aguant¨® el belga Gilbert, que, aun as¨ª, se dej¨® una bicicleta de distancia con ¨¦l. Todav¨ªa se agarraba como una lapa al manillar cuando Farrar levantaba los brazos. Fue la reivindicaci¨®n de un esprinter que tampoco hab¨ªa estado a la altura de las circunstancias en esta Vuelta, apocado por la presencia m¨¢s poderosa de Greipel, Henderson y otros.
Antes se hab¨ªan cumplido algunas rutinas. La fuga consabida, que agradeci¨® el Caisse d'?pargne; las amistades peligrosas entre Moncoutie y Hoogerland, que protagonizaron aquel final dantesco en Aitana. Hoogerland es algo as¨ª como el rey de los pr¨®fugos de vocaci¨®n (sobre todo, en ausencia de Malagueta) y Moncoutie es un tipo tranquilo que anda buscando una etapa y, sobre todo, el maillot de la monta?a. Junto a ellos, Txurruka quer¨ªa poner un poco de az¨²car en la hiel del Euskaltel tras el contraan¨¢lisis ("no negativo") de Astarloza. Los sprinters no lo permitieron. Sufrieron para superar el segundo puerto de la etapa, pero consiguieron enlazar y construir un sprint con los m¨¢s habituales.
Construir lo que les dej¨® hacer Cancellara, que, en el descenso, ¨¦l solito se llev¨® a tres colegas de otros equipos al enlace con el pelot¨®n. Los tres se lo agradecieron. Menos se lo agradecieron los sprinters. Es la consecuencia de ser tan grande, en todos los sentidos: te permiten lujos asi¨¢ticos negados a los dem¨¢s. Unos se lo agradecen, como Garate o De la Fuente, y otros le habr¨¢n puesto mala cara en la llegada. Cancellara es as¨ª: demasiado grande, en todos los sentidos.
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