En punto muerto
Las pr¨®ximas elecciones alemanas decidir¨¢n qui¨¦n dirigir¨¢ la primera potencia econ¨®mica de Europa durante los pr¨®ximos cuatro a?os, Angela Merkel o Walter Steinmeier. Los sondeos dan una amplia ventaja a Merkel, pero la cuesti¨®n es saber con qui¨¦n gobernar¨¢, pues todo parece indicar que no obtendr¨¢ la mayor¨ªa absoluta. Estas elecciones son de la mayor relevancia para los europeos, pues de la naturaleza de la coalici¨®n que se forme depender¨¢ en buena medida el rostro de la UE y, en su seno, la calidad de la relaci¨®n francoalemana.
Grosso modo, desde el Tratado de Roma, la construcci¨®n europea ha vivido al ritmo de la relaci¨®n francoalemana: era moneda corriente considerar que el n¨²cleo francoalem¨¢n marcaba el ritmo de esa construcci¨®n y la dotaba de parte de su contenido. Ahora bien, las cosas han cambiado y no parece in¨²til hacer un breve repaso de la situaci¨®n actual.
Todo se desarrolla como si Alemania considerase que ya no necesita el eje franco-alem¨¢n
Aparentemente, desde la elecci¨®n de Nicolas Sarkozy y su posterior nombramiento como presidente de la Uni¨®n, el imperativo europeo ha vuelto al primer plano. Hay dos ejemplos recientes en este sentido: la preparaci¨®n coordinada de Merkel y Sarkozy de la cumbre de Pittsburgh, que dio pie a una carta firmada tambi¨¦n por Gordon Brown y en la que los mandatarios abogaban de nuevo por una mejor regulaci¨®n del mundo financiero y por la limitaci¨®n de los bonus de los banqueros. La primera cumbre del G-20, en Londres, ya sirvi¨® a franceses y alemanes para comprobar la fuerza de su postura conjunta. Ahora ¨¦sta deber¨ªa verse acrecentada en Pittsburgh gracias al apoyo de Brown. Afortunadamente, los europeos han sabido aprovechar la nueva fase estadounidense para intentar que su punto de vista prevalezca.
Segundo ejemplo del mismo orden: la iniciativa de Merkel y Brown -esta vez-, a la que se sum¨® enseguida Sarkozy, para conseguir que se inicie una reflexi¨®n estrat¨¦gica de fondo sobre el tema que preocupa cada vez m¨¢s a la opini¨®n p¨²blica europea y norteamericana, a saber, la guerra en Afganist¨¢n. As¨ª, Europa, a trav¨¦s de sus principales dirigentes, se comporta como una entidad que quiere avanzar y aparecer con m¨¢s fuerza ante el resto del mundo.
En cambio, en el plano de su vida interna y de la construcci¨®n europea en s¨ª misma, las cosas est¨¢n en punto muerto. Lo mismo que la relaci¨®n francoalemana. Todo se desarrolla como si la Alemania de Merkel considerase que su pa¨ªs ya no necesita el eje francoalem¨¢n y que puede concentrarse en la defensa de sus intereses nacionales. La prueba es el cuidado que ponen los alemanes en hacer de la relaci¨®n con Rusia una cuesti¨®n estrictamente bilateral, cuando, ya se trate del aprovisionamiento de gas o de la cuesti¨®n de las libertades y los derechos humanos, ser¨ªa preferible que la Uni¨®n hablase con una sola voz.
Francia no est¨¢ libre de reproches en lo que se refiere a este alejamiento progresivo. Jacques Chirac, particularmente, nunca supo, o pudo, instaurar una relaci¨®n de confianza suficiente con Gerhard Schr?der. O, mejor dicho, tanto el uno como el otro estaban demasiado alejados de la ambici¨®n europea.
La tesis oficial expresada por Pierre Lellouche, el nuevo secretario franc¨¦s de Asuntos Europeos, es que todo esto es culpa de... ?Fran?ois Mitterrand! Lellouche se apoya en los archivos brit¨¢nicos, que dejan constancia de las conversaciones entre Mitterrand y Margaret Thatcher, preocupados y reticentes a la idea de la unidad alemana, poco despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Es un tema ampl¨ªsimo, pero, en este punto, hay que recordar algo evidente: Mitterrand, en sus encuentros asiduos y a menudo afectuosos con Helmut Kohl, decidi¨® cambiar la unidad alemana por el abandono del marco, cosa que obtuvo y, a trav¨¦s de su adhesi¨®n al euro, su arraigo en la UE.
La zona euro es precisamente el marco que Sarkozy querr¨ªa favorecer para volver a poner a Europa en marcha. El presidente franc¨¦s sigue convencido de que, para superar el obst¨¢culo de la complejidad de la Europa de los 27, la zona euro deber¨ªa dotarse de instrumentos que le permitiesen avanzar y estructurar mejor la acci¨®n de los europeos. Adem¨¢s, Sarkozy desea que los criterios de adhesi¨®n al euro no sean exclusivamente de orden econ¨®mico y financiero, sino tambi¨¦n pol¨ªticos. Al parecer, Merkel y Sarkozy se pudieron de acuerdo en que, si la canciller sale reelegida y, por a?adidura, la nueva coalici¨®n le deja las manos libres, renovar¨ªan el Tratado del El¨ªseo de 1963 -que a¨²n en nuestros d¨ªas sigue siendo la base de la relaci¨®n francoalemana- con el fin de marcar mediante un acto solemne su voluntad de seguir hacia adelante. Y para impresionar a sus respectivas opiniones p¨²blicas, planean nombrar de com¨²n acuerdo un ministro francoalem¨¢n con responsabilidades en ambos Gobiernos; todos conocemos al menos un buen candidato para este puesto que tendr¨ªa, en efecto, bastantes posibilidades de llegar a serlo: Jack Lang en persona.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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