Insumisos, la batalla por un ideal
Cuestionaron en la Espa?a de los a?os setenta el servicio militar obligatorio con propuestas no violentas. Su recuerdo es oportuno en un pa¨ªs con tantos adolescentes sin ideales y tantos pol¨ªticos sin generosidad
De qui¨¦n se dice aquello de "no sab¨ªan que era imposible y lo han conseguido"? Porque si alguien se merece la cita, ¨¦sos son los insumisos que en su d¨ªa vencieron al ej¨¦rcito. Un ej¨¦rcito, el heredado de la dictadura, que no ten¨ªa entre los espa?oles la mejor de las reputaciones, estigmatizado como estaba por haber sido uno de los puntales de la represi¨®n franquista. El movimiento antimilitarista le plant¨® cara pronto y, casi inconcebiblemente, termin¨® ganando una batalla que s¨®lo cab¨ªa dar por perdida. Los insumisos lograron acabar con la mili obligatoria y forzaron a la instituci¨®n militar a replantear toda su estrategia de fondo. Fue, por muchos motivos, un acontecimiento singular, y merece la pena recordarlo.
Aunque parezca ciencia-ficci¨®n, cientos de j¨®venes iban a la c¨¢rcel en defensa de sus valores
La cita de Gandhi se repet¨ªa por doquier: "No hay un camino a la paz, la paz es el camino"
No es f¨¢cil acotar los or¨ªgenes del proceso. La fundaci¨®n oficial del Movimiento de Objeci¨®n de Conciencia -el MOC, el colectivo que goz¨® de un mayor protagonismo durante los a?os de la insumi-si¨®n- data de 1977, pero hay acuerdo en considerar que tal fecha supuso tan s¨®lo un bautizo m¨¢s o menos formal a un impulso que ten¨ªa ya algunos a?os. En 1971, con el dictador todav¨ªa atado y bien atado a los resortes del poder, Pepe Beunza, el padre del antimilitarismo espa?ol, se convirti¨® en el primer insumiso no religioso al ej¨¦rcito obligatorio (los Testigos de Jehov¨¢ se hab¨ªan negado a alistarse desde siempre). Lo arrastraron por 10 prisiones durante casi tres a?os, pero con el tiempo pudo ver c¨®mo la incorporaci¨®n a filas dejaba de ser obligatoria. Hoy en d¨ªa sigue siendo un referente para el movimiento por la paz en nuestro pa¨ªs.
El antimilitarismo bebi¨® de la rebeld¨ªa de Mayo del 68, del pacifismo cristiano de los movimientos de base y de los procesos de desobediencia civil inaugurados por Thoreau, Gandhi y Luther King. Hubo tambi¨¦n, es cierto, una insumisi¨®n espec¨ªficamente nacionalista. No al ej¨¦rcito, sino a Espa?a. No antimilitarista, sino militarista a la contra. Pero de ¨¦sa no hablaremos aqu¨ª, pues no es sino el mismo belicismo con distintas insignias. La insumisi¨®n de la que nos ocuparemos aqu¨ª es aquella que ofrec¨ªa razones y ejemplos contra una organizaci¨®n social est¨²pida, injusta y ciega, no contra los particulares colores de la bandera que la arropaba.
Aunque hoy parezca ciencia-ficci¨®n, los j¨®venes de entonces iban a la c¨¢rcel dos a?os, cuatro meses y un d¨ªa por un ideal. Pod¨ªan optar por hacer la prestaci¨®n social sustitutoria durante un a?o, por supuesto, pero eso era hacerle el juego al sistema militarista y permitir, por tanto, su perpetuaci¨®n. As¨ª que dec¨ªan adi¨®s a sus familias, a sus estudios o a sus trabajos... y se entregaban. Segu¨ªan las ense?anzas de la desobediencia civil: jam¨¢s acatar lo injusto, pero nunca responder con la violencia. Y asum¨ªan adem¨¢s el castigo legalmente establecido. Porque, como Gandhi y King hab¨ªan ense?ado, s¨®lo as¨ª puede la sociedad vislumbrar las injusticias y percibirlas como tales, y s¨®lo as¨ª ser¨¢ posible el cambio. Por eso centenares de j¨®venes que no s¨®lo no hab¨ªan hecho absolutamente nada, sino que eran en muchos sentidos los mejores de entre nosotros, acababan en prisi¨®n. Y, extramuros, la sociedad empez¨® a plantearse cosas.
Es dif¨ªcil, sospecho, que un adolescente de hoy conciba algo semejante. No hay fuerza de convicci¨®n m¨¢s poderosa que la sinceridad y el ejemplo, pero ya no abundan. Yo no viv¨ª la transici¨®n, pero intuyo que entonces los ideales democr¨¢ticos eran eso, ideales, y no la palabrer¨ªa hueca y pomposa en la que se han convertido ahora. Entonces un partido como el PSOE pod¨ªa ceder a otro grupo pol¨ªtico uno de sus dos asientos de los siete que formaban la comisi¨®n que habr¨ªa de redactar la Constituci¨®n (?la Constituci¨®n!), s¨®lo porque cre¨ªa que era justo que as¨ª fuera, aunque nada le obligara legalmente a ello.
?Podemos imaginar algo parecido ahora, cuando nadie le hace ascos ni al menor tr¨¢nsfuga de pueblo? Para bien y para mal, con la democracia lleg¨® tambi¨¦n el desencanto. La pol¨ªtica dej¨® de ser aquello de conseguir el poder para poner en pr¨¢ctica los ideales e, imperceptiblemente, se convirti¨® en el manejo de los ideales para conseguir el poder.
Los insumisos fueron probablemente los ¨²ltimos grandes idealistas que dieron la batalla en la arena espec¨ªficamente pol¨ªtica y estatal. Tras ellos, las ansias de transformaci¨®n buscaron otros cauces. A la desnuda autenticidad de su idealismo, que a nada conduce por s¨ª sola, sumaban unas razones de fondo que era dif¨ªcil rebatir. La mili obligatoria se hab¨ªa convertido en un ritual vac¨ªo de todo contenido. Era un semillero de suicidios, de frustraci¨®n, un sinsentido amargo. Y el pacifismo dibujaba un horizonte de posibilidades cargadas de esperanza. La cita de Gandhi se repet¨ªa por doquier: "No hay un camino a la paz, la paz es el camino". A Thoreau, encarcelado por negarse a pagar unos impuestos que apuntalaban la esclavitud, su mejor amigo le pregunt¨®: "?C¨®mo es posible que est¨¦s en la c¨¢rcel". A lo que ¨¦l simplemente contest¨®: "?C¨®mo lo es que no est¨¦s t¨²?". Era la an¨¦cdota definitiva.
No se trataba s¨®lo de ser justos en la lucha, se trataba de luchar por algo que era eminentemente justo. La abolici¨®n de los ej¨¦rcitos, la concordia universal, la educaci¨®n por la paz, el desarme... todo era posible y todo hab¨ªa que intentarlo.
De alguna manera, el movimiento muri¨® de ¨¦xito. Con la mili obligatoria se extingui¨® tambi¨¦n el m¨®vil aglutinante fundamental. Los insumisos fueron olvidados. Hoy est¨¢n entre nosotros: pueden ser el carnicero, el bibliotecario o el conductor del autob¨²s, pero lo ignoramos. No recibieron jam¨¢s ni una medalla, ni una condecoraci¨®n, ni un reconocimiento, nada. Gracias a ellos, miles y miles de conciudadanos no desperdiciamos nueve meses de nuestras vidas, pero nadie les ha dicho nunca algo parecido a "gracias". Ni Pepe Beunza, ni el MOC, ni nada ni nadie han sido candidatos a reconocimiento institucional alguno. Ni una nota a pie de p¨¢gina, s¨®lo silencio. Con todo, el movimiento antimilitarista sigue activo, por supuesto. Tecleen en Google "objeci¨®n fiscal"... razones y motivos, por desgracia, no faltan.
?Y el ej¨¦rcito? La experiencia le hizo aprender much¨ªsimo. Inici¨® una campa?a de desinformaci¨®n digna de Orwell: basta decir que la idea-fuerza es la paz. "Misiones de paz", "ej¨¦rcito humanitario", etc¨¦tera. Todo muy bonito y todo mentira: la cruda verdad es que tan s¨®lo el 1% de su presupuesto se dedica a ese tipo de misiones internacionales.
Y se trata siempre de misiones en las que Espa?a tiene alg¨²n inter¨¦s pol¨ªtico obvio. Y abundan las denuncias de brutalidad, de ineficacia o de cosas peores. Y, si de ayudar se trata, las ONG lo hacen mejor y salen m¨¢s baratas. Siete veces m¨¢s baratas, exactamente. Y m¨¢s all¨¢ de eso, ?qu¨¦ clase de empresa anuncia tan s¨®lo el 1% de su actividad? La maniobra es tan exitosa que incluso se les ha permitido sacar a ni?os de las escuelas para llevarlos de excursi¨®n a los cuarteles. ?Educaci¨®n para la paz? No: el mundo al rev¨¦s.
Si el movimiento antimilitarista no fue m¨¢s all¨¢ a pesar de todo el potencial que encierra se debi¨® probablemente a una carencia de diagn¨®stico, de visi¨®n global. Una lacra que caracteriza nuestra ¨¦poca: nadie sabe hoy en qu¨¦ creer. Pero ?por qu¨¦ los barrios ricos necesitan muros, c¨¢maras y seguridad privada, y por tanto han de invertir en ello buena parte de su presupuesto? Porque si son ricos es que hay otros que son pobres.
Pongan "pa¨ªses" donde digo "barrios" y "ej¨¦rcitos" donde digo "seguridad privada" y tendr¨¢n una fotograf¨ªa bastante aproximada del concierto mundial de las naciones. Un concierto dif¨ªcil de cambiar, si no imposible. Aunque quiz¨¢s, en alguna parte, alguien no lo sepa y haya empezado ya a intentar lo inaudito. Nunca se sabe cu¨¢ndo prende la chispa de lo imposible.
Jorge Urd¨¢noz Ganuza, doctor en filosof¨ªa, es visiting scholar en la Universidad de Nueva York.
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