El sentido de la vida
Hay gente que dedica una parte considerable de su vida a pensar qu¨¦ chaqueta se pondr¨¢ ma?ana. Hay gente que consume horas y horas leyendo a P¨ªo Moa, o repasando pornograf¨ªa en Internet, o jugando al billar. Hay gente, yo mismo, que dedica una absurda cantidad de tiempo a ver partidos de f¨²tbol. Es leg¨ªtimo, supongo.
Tambi¨¦n hay gente, mucha, que se define agn¨®stica. Entre esa gente hay agn¨®sticos respetabil¨ªsimos y hay perfectos imb¨¦ciles: estos ¨²ltimos son los que se apuntan al agnosticismo como quien marca la casilla "no sabe / no contesta".
Eso me parece incomprensible. Dios existe o no existe. Y no es lo mismo una vida con Dios que una vida sin Dios. El asunto merece, al menos, un ratito de reflexi¨®n. No es una cosa que pueda resolverse con un "?ah!, es que no me importa". ?Est¨¢ usted ante la cuesti¨®n esencial, la que da a la vida un sentido u otro, y no le importa? Pues tendr¨ªa que importarle. Deber¨ªa usted vivir como ateo, como creyente (por difuso que sea el te¨ªsmo) o como agn¨®stico responsable (generalmente, un te¨ªsta que vive como te¨ªsta pero, por escepticismo religioso o prudencia patol¨®gica, espera hasta el ¨²ltimo minuto para hacer su apuesta).
Cualquier debate generalizado sobre la independencia es inc¨®modo y hasta potencialmente violento, pero toca.
La cuesti¨®n de la independencia, o de la soberan¨ªa, o como quieran llamar a ese proyecto sus partidarios, es otro asunto de vital importancia. Para los implicados en el asunto, quiero decir. O sea, para los catalanes, en el caso que nos ocupa.
No me parece especialmente fantasmag¨®rico que se organicen consultas como la de Arenys de Munt. Se trata de un peque?o ejercicio de expresi¨®n pol¨ªtica, con su correspondiente carga de validez y de deshonestidad. Lo mismo puede decirse, en cuanto a validez y deshonestidad, de cualquier campa?a electoral. En pol¨ªtica no conviene ser purista, porque no hay nada puro.
S¨ª me ha parecido fantasmag¨®rica, y brutalmente deshonesta, la actitud tradicionalmente mantenida por un partido como Converg¨¨ncia Democr¨¤tica. Si su posici¨®n sobre la cuesti¨®n independencia / no independencia se trasladara al terreno econ¨®mico, equivaldr¨ªa a declararse al mismo tiempo comunista y democristiano. CDC, un partido mayoritario, representativo de amplios y variados sectores de la sociedad, ha conseguido durante a?os ser y no ser, amagar y no dar. Lo cual puede valer (no vale, pero digamos que cuela) cuando se habla del trazado de una carretera; resulta intolerable cuando se habla de algo que afecta de forma vital a nuestro futuro y al de quienes vengan despu¨¦s.
Evidentemente, se puede ser independentista con el coraz¨®n, autonomista con el bolsillo y espa?olista si la selecci¨®n espa?ola gana el Mundial de f¨²tbol. Tambi¨¦n abundan los cat¨®licos no practicantes, pero a pocos creyentes se les ocurrir¨ªa votar a un cat¨®lico no practicante como Papa de Roma. Por la misma raz¨®n, no deber¨ªa ejercer un alto cargo pol¨ªtico en Catalu?a quien adoptara sobre la independencia una postura igualmente inane.
Catalu?a lleva un mont¨®n de a?os siendo a la vez la puta i la Ramoneta. Vol i dol, seny i rauxa, etc¨¦tera. Nos apa?amos bien con la esquizofrenia. Ahora bien, esto de la esquizofrenia nacional supone una grave p¨¦rdida de tiempo y dinero, adem¨¢s de propiciar situaciones bastante rid¨ªculas. Ya que no hemos tenido mucho ¨¦xito, en la pr¨¢ctica, a la hora de decidir qu¨¦ somos (aunque est¨¦ bastante claro lo que somos: una de las pocas sociedades que se pregunta qu¨¦ co?o es y no se responde), ?por qu¨¦ no decidimos lo que queremos ser? Pens¨¦moslo, uno a uno. Adoptemos una posici¨®n individual. Exijamos a nuestros representantes que sean claros y se definan sin ambig¨¹edades.
Cualquier debate generalizado sobre la independencia resulta inc¨®modo, inoportuno, desagradable, incluso potencialmente violento. Cierto, pero toca. No me parece elegante desestimarlo porque la propuesta provenga, como parece provenir hasta ahora, de sectores minoritarios. La propuesta puede ser minoritaria, pero sobre ella flota una nube sentimental que lo impregna todo y que nos obliga a sentirnos como en tr¨¢nsito, en una provisionalidad permanente que a nosotros no nos favorece y que a otros, esos sujetos pasivos de nuestras angustias existenciales con los que llevamos una larga temporada de convivencia en lo que algunos llaman Estado espa?ol (como si sus ciudadanos fueran simples unidades administrativas), debe resultarles pesad¨ªsimo.
Seamos un poco brutos. Dejemos de lado los matices de la catalanidad y, por una vez, apostemos. O lo uno o lo otro.
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