Lo(s) de siempre
Fue hace un a?o, de manera que no ha habido tiempo de olvidarlo. Con Obama -la gran esperanza negra- en el horizonte oval y el coro de comentaristas anunciando, poco m¨¢s o menos, el fin del capitalismo malo y la reforma en profundidad (algunos llegaban a pronunciar "revoluci¨®n") que estaba necesitando el sistema desde la ¨¦poca de la acumulaci¨®n primitiva y la expropiaci¨®n de los campesinos. Por supuesto, los principios no se discut¨ªan: el capitalismo es el mejor de los sistemas posibles ("el menos malo", puntualizaban los socialdem¨®cratas con pasado), de manera que el desastre de Lehman Brothers servir¨ªa para que todos nos pongamos las pilas, ahora que el lobo ha ense?ado sus orejas.
El capitalismo que viene no tiene pinta de ser m¨¢s "compasivo". En Wall Street la doctrina dominante sigue siendo el reaganismo
Despu¨¦s del largo periodo de pol¨ªticas econ¨®micas ultraliberales, de veneraci¨®n del mercado desregularizado y de tonto el ¨²ltimo, se exhumaba a Keynes, rescat¨¢ndolo de su olvidada tumba te¨®rica. Incluso hubo quien se atrevi¨® a decir p¨²blicamente que, despu¨¦s de todo, quiz¨¢s Marx, etc¨¦tera. Los buenos prop¨®sitos -como los que se formulan cada A?o Nuevo con el cerebro burbujeante de cava- han durado el tiempo de un suspiro. O de un temblor de tierra. Y eso que hubo un momento que hasta los ejecutivos de Wall Street cruzaban la c¨¦lebre calle mirando a uno y otro lado, como si hubiera dejado de ser peatonal. Se hab¨ªan convertido en chicos prudentes. O, al menos, quer¨ªan pasar inadvertidos. Ahora, mientras los raqu¨ªticos brotes verdes todav¨ªa se lo piensan, todo eso se ha esfumado. Lo de la reforma probablemente quede en apresurados zurcidos aqu¨ª y all¨¢, de modo que hasta la sobad¨ªsima sentencia del pr¨ªncipe de Salinas (El Gatopardo), parece resultarles excesiva a los derechohabientes del capitalismo real. La consigna que manejan se parece m¨¢s bien a "que nada cambie demasiado para que todo siga lo mismo". Hasta la pr¨®xima crisis y tiro porque me toca.
De manera que el capitalismo que viene no tiene pinta de ser m¨¢s "compasivo". En Wall Street -y quiz¨¢s en Washington, como apuntaba hace poco Paul Krugman en un art¨ªculo apropiadamente titulado Todos los zombis del presidente- la doctrina dominante sigue siendo el reaganismo: poner trabas al sector privado siempre es malo, de manera que dejemos que el mercado se autorregule, es decir, que proceda a la sana selecci¨®n natural. La econom¨ªa, como se sabe, es el ¨²nico espacio en el que todos los ricos militan entusiasmados en el darwinismo. Ah¨ª s¨ª que no hay "dise?o inteligente" que valga: Dios nos libre.
As¨ª que a seguirse enriqueciendo sin trabas ni valladares. Ya puestos, yo les aconsejar¨ªa a los ejecutivos financieros de incentivo astron¨®mico y a los neobillonarios especulativos que hacen cola en las listas de Forbes que, en vez de organizar otra movida para muy pronto, traten de gozar de su dinero imitando a los oligarcas postsovi¨¦ticos: esos s¨ª se lo montan de lujo. Leo en este peri¨®dico -que es el m¨ªo y el de ustedes- que Rom¨¢n Abram¨®vich (nacido en 1966), propietario del Chelsea y de un yate (con submarino de bolsillo incluido) que corta la respiraci¨®n, organiz¨® el otro d¨ªa una peque?a excursi¨®n al Kilimanjaro con su s¨¦quito de amigos, sus guardaespaldas y m¨¢s de 100 porteadores, que viajaron encantados en el Boeing del magnate: con tantos personajes quiz¨¢s Hemingway hubiera podido dejarse de cuentos y emprender una novela coral, lo que nunca fue su fuerte. Y qu¨¦ me dicen del bueno del billonario Mija¨ªl Projorov (1965), el emprendedor muchacho (nada que ver con el indolente Obl¨®mov de G¨®ncharov) que organiz¨® este verano una simb¨®lica fiestaza a bordo del Aurora, el crucero desde el que se dispar¨® el ca?onazo que marc¨® el inicio de una revoluci¨®n que pretend¨ªa (vaya fiasco) acabar con el capitalismo y crear al hombre nuevo. Para hombres nuevos ellos. Los de siempre.
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