Aromas
Hueles a martes, dijo la chica al chico en la mesa de al lado, al tiempo que yo ped¨ªa al camarero el gin-tonic de media tarde. Me acord¨¦ de mi madre, que era capaz de averiguar si ven¨ªa del colegio, de los billares o del cine con un leve movimiento de la nariz. Y nunca se equivocaba. Se puede ir a los billares, al cine o al colegio cualquier d¨ªa de la semana y casi a cualquier hora, ?pero es posible pasar la tarde de un mi¨¦rcoles en un martes sin que se entere nadie? La idea abr¨ªa un territorio completamente nuevo para el adulterio. Nada m¨¢s excitante que enga?ar al domingo con el lunes o al s¨¢bado con el viernes. C¨®mo no se me hab¨ªa ocurrido antes.
Pues estamos a jueves, respondi¨®, suspicaz, el chico, como si se defendiera de una acusaci¨®n de infidelidad. Estaremos a jueves, insisti¨® ella, pero t¨² sigues oliendo a martes. Me pregunt¨¦ si el martes habr¨ªa sucedido algo especial que a ella le hubiera disgustado, pero a lo que ¨¦l permaneciera enganchado por alguna raz¨®n de orden sentimental.
En esto, lleg¨® mi gin-tonic, revolv¨ª los cubitos de hielo y di el primer sorbo, que es el mejor (si no resultara una extravagancia car¨ªsima, pedir¨ªa varios gin-tonics sucesivos de los que s¨®lo aprovechar¨ªa el primer trago). Mientras el combinado atravesaba mi garganta, produciendo una euforia ligera, pero inmediata, en las neuronas, los j¨®venes se hundieron en un silencio hosco. ?C¨®mo oler¨ªan los lunes?, me pregunt¨¦ yo. A colonia fresca, de ba?o, sin duda. Me pareci¨® en cambio que los s¨¢bados despedir¨ªan un aroma pesado, aceitoso, como esos perfumes baratos que dejan manchas en el cuello de la camisa o de la blusa. Pues t¨² hueles a domingo, dijo ¨¦l al fin, rompiendo una situaci¨®n que comenzaba a resultar dif¨ªcil. ?A un domingo cualquiera?, pregunt¨® ella. Al domingo que sabes, no disimules, dijo ¨¦l, y se echaron a re¨ªr.
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