Camps ante la justicia
Cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil entender a Camps. Cuando habla, pero a¨²n m¨¢s cuando act¨²a ante la justicia. Ante ella se manifiesta entre la connivencia y la ruptura, como dir¨ªa Verg¨¦s. En la connivencia porque dice aceptar los valores y principios sobre los que se enjuicia el caso, aunque cuestionando la certeza de las pruebas aportadas, y en la ruptura, porque desde su defensa impugna todo aquello que sustente la acusaci¨®n y por tanto, no acepta someterse a nada que pueda probar aquello de lo que se le acusa.
Por eso en todo el proceso del caso G¨¹rtel, ha aparentado respeto al orden establecido, cuando en realidad, no ha hecho m¨¢s que pervertirlo permanentemente. Ha hecho del proceso judicial un espect¨¢culo, en el que ha contado con meritorios de calidad como Rita Barber¨¢, entre otros.
Jam¨¢s podr¨¢ lavar la verg¨¹enza de la mentira y las complicidades delictivas
Desde el primer momento ha dado por hecho un veredicto que solo corresponde emitir a los tribunales. A?adamos que para ello contaba con la ¨ªntima amistad del presidente del Tribunal Superior de Justicia valenciano. Ha tachado y tacha de inquisidores a quienes respetan las reglas del juego democr¨¢tico y le piden responsabilidades. Y ha intentado en todo momento ser llevado en andas como un sant¨®n que se presenta como v¨ªctima de aquellos que tan solo le piden que ejercite las virtudes cl¨¢sicas de la democracia: transparencia y justicia, igualdad y austeridad. Y la verdad es que su partido, con Rajoy a la cabeza, est¨¢ gustoso de llevarlo en andas.
Camps proclama su inocencia, niega los hechos. Utiliza el sistema judicial como un confesionario, a la espera de la absoluci¨®n que siempre obtiene de su confesor en la iglesia. La Iglesia es, al fin y al cabo, su modelo de gobierno. Grandes fastos, jerarqu¨ªas, sermones, adoctrinamiento y, c¨®mo no, doble moral. La inocencia que predica no se corresponde con la que practica, acogiendo en su seno pol¨ªtico a los peores ejemplos de vicios p¨²blicos y privados. La conducta de Camps es pol¨ªtica y socialmente rechazable. Lo peor, al fin y al cabo, no es saber que ha aceptado regalos a cambio de contratos, sino ignorar qu¨¦ otras corruptelas habr¨¢ cometido o tolerado, qu¨¦ m¨¢s da, al abrigo de su presunta infalibilidad.
La ruptura de Camps consiste en negar la legitimidad de la acusaci¨®n. Detesta que quieran juzgar su figura m¨ªtica como si de un simple ciudadano se tratara y, por ello, no acepta sus reglas. El PP ataca un orden del que forman parte por naturaleza. Ataca el sistema si es Garz¨®n quien acusa. Sin embargo, le concede legitimidad si es un juez o un tribunal al que asignan la calidad de pr¨®ximo ideol¨®gicamente. En realidad no lucha contra el orden establecido, tan solo traiciona sus principios, como el de que todos somos iguales ante la ley. Considerar¨ªa al sistema una garant¨ªa si la acusaci¨®n fuera falsa; como sabe que no lo es, lo percibe como una amenaza.
La llamada desesperada a la opini¨®n p¨²blica pretende sustituir a las facturas como prueba de descargo. Camps piensa que hoy siempre hay alguien dispuesto a apoyar una causa. Como en la mayor¨ªa de los procesos de ruptura, el acusado cambia su condici¨®n de individuo por la de militante que defiende sus posiciones apoyado por camaradas que promueven un movimiento de solidaridad para pedir su absoluci¨®n. Pero ni Camps es Teresa de Calcuta, ni sus posiciones son moralmente defendibles.
Hoy los medios de comunicaci¨®n han rebasado su funci¨®n informativa para adquirir el estatus de creadores de la realidad. El caldo de cultivo id¨®neo para los sofistas -Gorgias o Blasco, tanto monta- que consideran la palabra una herramienta para envenenar y embelesar, y que estos d¨ªas repiten sin descanso que esta campa?a de acoso al president ataca a la autoestima de los valencianos y valencianas.
En este Matrix donde ya no necesitamos vivir las experiencias, es suficiente con percibirlas a trav¨¦s de la pantalla. Algunos medios de comunicaci¨®n, y Canal 9 en particular, han desertado de su funci¨®n para ponerse -para verg¨¹enza de los profesionales de la comunicaci¨®n- a las ¨®rdenes de un partido al que consideran ligado a su futuro empresarial. Y los ac¨®litos de Camps se emplean a fondo para anular el pilar maestro de la ciudadan¨ªa: la capacidad de decidir en funci¨®n de una informaci¨®n lo m¨¢s objetiva y completa posible. El actual panorama medi¨¢tico en la Comunidad no da esa opci¨®n.
Pero la ampliaci¨®n del campo de juego a los medios nacionales ha dado a conocer ampliamente la realidad en funci¨®n de la cual deber¨¢n decidir los jueces. Camps est¨¢ desconcertado ante el cambio de escenario medi¨¢tico. No todo el monte es or¨¦gano ni todos los medios son Canal 9. Desacostumbrado al pluralismo informativo y con su control fuera de alcance, se precipita hacia un proceso de ruptura. El fin puede explicar los medios, pero nunca los justifica. Si las instituciones jur¨ªdicas y pol¨ªticas con democr¨¢ticamente leg¨ªtimas, los procesos s¨®lo pueden ser de connivencia. Este es el caso de la Comunidad Valenciana, por mucho que 14 a?os de gobiernos del PP hayan erosionado esa legitimidad democr¨¢tica. Los socialistas creemos en el sistema judicial y respetamos sus reglas, aunque tambi¨¦n confiamos en el juicio de la ciudadan¨ªa, del que Camps no saldr¨¢ airoso. Podr¨¢ hasta eludir la condena judicial, pero jam¨¢s podr¨¢ lavar la verg¨¹enza de la mentira y las complicidades delictivas. Lo contrario ser¨ªa haber dejado de creer en la honestidad colectiva de los valencianos y valencianas. Y eso, nunca.
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