Todos a una
Los socialistas escenifican el apoyo a Zapatero avalando la pol¨ªtica de golpes de efecto
El comit¨¦ federal del PSOE respald¨® el pasado s¨¢bado, sin la m¨¢s leve cr¨ªtica, la gesti¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero al frente del Gobierno. Los dirigentes socialistas llegaron a la cita convencidos de que el Ejecutivo atraviesa su peor momento pol¨ªtico, y prefirieron hacer un alarde de unidad en torno al l¨ªder que una reflexi¨®n sobre las causas. No por previsible y esperada, la reacci¨®n del m¨¢ximo ¨®rgano socialista entre congresos deja de ser una de las opciones m¨¢s arriesgadas para el futuro. Desde luego, hubiera sido insensato escenificar un divorcio entre el secretario general y los principales l¨ªderes territoriales. Pero la reafirmaci¨®n de la unidad no ten¨ªa por qu¨¦ basarse en un aval sin condiciones a un modo de gobernar que antepone los golpes de efecto al desarrollo de una estrategia rigurosa.
Si los dirigentes socialistas ten¨ªan dudas sobre cu¨¢l es uno de los principales problemas que les afecta, en su discurso Zapatero reincidi¨® en ¨¦l. Una reuni¨®n de partido no es lugar para anunciar los planes del Gobierno, menos en un asunto como la financiaci¨®n local. Zapatero, sin embargo, no tuvo reparos en anunciar el aplazamiento de la deuda de los ayuntamientos durante un a?o y el escalonamiento del pago por otros cuatro, as¨ª como la consagraci¨®n de un 15% del nuevo Plan de Inversi¨®n Municipal a educaci¨®n. Al margen de la falta de sensibilidad institucional que evidencia el escenario escogido, estos anuncios corroboran la imagen de improvisaci¨®n que transmite el Gobierno: que su presidente haga p¨²blica una nueva medida en cada comparecencia no es prueba de una inagotable capacidad de iniciativa, sino de una irreflexi¨®n elevada a la categor¨ªa de estrategia.
Zapatero se present¨® como un palad¨ªn frente a unos imprecisos "poderosos" dispuestos a liquidar las pol¨ªticas sociales, subrepticio pre¨¢mbulo para justificar la necesidad de subir los impuestos. En una democracia consolidada, nadie puede haber m¨¢s poderoso que el propio Gobierno y, por tanto, la ret¨®rica presidencial resulta dif¨ªcil de admitir. La opci¨®n de elevar la carga fiscal de una econom¨ªa que destruye masivamente empleo entra?a el grave riesgo de contraer a¨²n m¨¢s el consumo y la inversi¨®n, ahondando las causas que han dejado a cuatro millones y medio de ciudadanos en el paro. Y si este riesgo se materializase, el culpable no ser¨ªa ning¨²n oscuro poderoso sino el Gobierno, responsable de la pol¨ªtica fiscal.
Zapatero tuvo palabras de cr¨ªtica para el gobernador del Banco de Espa?a y para algunos sectores empresariales. En el primer caso, olvida que el gobernador cumple con su misi¨®n institucional cuando expresa un criterio independiente; en el segundo, se desentiende de una responsabilidad que le compete: igual que ahora promueve el cambio de modelo productivo, tal vez deber¨ªa haber saneado esos sectores antes de que estallara la crisis. ?sa hubiera sido mejor manera de proteger a los trabajadores, que ahora se encuentran con que Espa?a es el pa¨ªs que m¨¢s paro produce entre las econom¨ªas de su entorno. Tambi¨¦n anim¨® a los suyos a no dejarse llevar por lo inmediato ni desanimarse por "dos editoriales y tres tertulias", en referencia a EL PA?S y la Cadena SER. Dejando de lado que la concepci¨®n del papel de la prensa en democracia que tiene el presidente amerita una reflexi¨®n seguramente m¨¢s larga que la presente, los socialistas tal vez estuvieran en mejores condiciones de hacerle caso si, por su parte, gobernase pensando menos en los titulares y las encuestas, que son otra forma de lo inmediato.
El comit¨¦ federal de los socialistas se desarroll¨® y concluy¨® como lo que era, un acto de partido. Apagados sus ecos, la grave situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa el pa¨ªs seguir¨¢ esperando la respuesta rigurosa y coherente que hasta ahora no ha sido posible identificar.
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