"Me mata la incertidumbre"
La ansiedad se adue?a de los empleados de Dogi, amenazados desde mayo por un ERE a¨²n por resolver - 90 de los 315 trabajadores ser¨¢n despedidos
Peor que el paro es la incertidumbre. Ir a trabajar cada d¨ªa sin saber si ser¨¢ el ¨²ltimo. Esa vivencia es, para muchos trabajadores, el peor efecto de una crisis que obliga a numerosas empresas a reestructurarse para sobrevivir. "Eso es lo que me mata. Preferir¨ªa mantener el trabajo, claro. Pero antes irme a la calle que seguir as¨ª". Francisco Fern¨¢ndez ha trabajado 15 de sus 39 a?os en Dogi, una empresa que es un paradigma de este futuro incierto. Esta firma de El Masnou, una de las viejas f¨¢bricas textiles del Maresme (produce tejidos el¨¢sticos), arrastra p¨¦rdidas desde 2001. Y prepara su cuarto expediente de regulaci¨®n de empleo, el tercero en tres a?os. Los 315 trabajadores de la plantilla saben que unos 90 de ellos ir¨¢n a la calle. Pero desconocen qui¨¦nes; desde hace medio a?o.
Algunos, hartos de la situaci¨®n, han optado por irse voluntariamente
"Supimos que el ERE estaba al caer cuando el concurso de acreedores", recuerda Fran. Dogi lo present¨® a finales de mayo; y el ERE, a mediados de julio. Deb¨ªa resolverse en un mes, pero el plazo se prolong¨® en agosto, mientras los trabajadores pasaban unas vacaciones en vilo. "Las pasamos en una casa familiar en Girona. Gastamos 1.000 euros en lugar de 3.000, como otros a?os", cuenta Fran. La vuelta fue horrorosa, a?ade. "El ERE es como una planta que invade el vac¨ªo. Tratamos de hablar de otras cosas, pero siempre vuelve". Y la motivaci¨®n de los empleados cae en picado.
Finalmente, el comit¨¦ de empresa y la direcci¨®n intentaron llegar a un acuerdo hace una semana. "He visto pocos expedientes que duren tanto", asegura Ram¨®n L¨²quez, el abogado que asesora a los trabajadores por encargo del sindicato mayoritario en la empresa, UGT.
A pesar de esta situaci¨®n bloqueada, Fran acab¨® recibiendo la noticia de su despido el pasado mi¨¦rcoles. "Lo peor es el da?o moral que nos han hecho", dec¨ªa este padre de dos ni?as de cuatro y nueve a?os en un aparcamiento frente a la planta de Dogi lleno de monovol¨²menes familiares. Acababa de recibir la noticia, fumaba un cigarrillo, y era dif¨ªcil apreciar el alivio que, poco antes, anhelaba este hombre. A su lado pasaban los trabajadores que llegaban a ocupar su turno de tarde en la f¨¢brica, y que se enteraban por sus compa?eros de que ya hab¨ªan empezado a llamar a los incluidos en "la lista". "Me he puesto de los nervios", dec¨ªa una mujer al saberlo, retorci¨¦ndose los dedos, antes de entrar.
Todo en vano. Al d¨ªa siguiente el comit¨¦ de empresa comunic¨® que no hab¨ªa acuerdo. La noche anterior, los representantes laborales hab¨ªan descubierto la en¨¦sima chapuza del proceso: la empresa err¨® en los c¨¢lculos de las indemnizaciones que cubre el Fondo de Garant¨ªa Salarial, aseguran. El despido de Fran no era firme. La incertidumbre segu¨ªa. Como para la mayor¨ªa de sus compa?eros.
No para todos. Lejos de la m¨ªtica unidad del proletariado, algunos empleados ya han asegurado su puesto. Laura Gordo, por ejemplo, intuye que se queda, porque en su secci¨®n ya son pocos. "Menos trabajadores vamos a tener que hacer la misma faena", sabe. Y sabe, tambi¨¦n, que quedarse no elimina la incertidumbre de una firma en suspensi¨®n de pagos. "No nos aseguran nada. La empresa igual cierra en seis meses".
Su marido, harto, se ha prestado a abandonar el barco, aunque oficialmente el ERE no permite bajas voluntarias. Manolo Ramos zanja as¨ª una larga vinculaci¨®n familiar con Dogi. Su padre ya trabaj¨® 30 a?os en la vieja f¨¢brica, que hoy est¨¢ abandonada pero a¨²n figura en los planos de El Masnou, donde la empresa es bien conocida. Manolo viv¨ªa enfrente del edificio y pas¨® 14 a?os, desde los 19, en la Dogi. Pero ya no le ve futuro, dice ante la nueva planta, inaugurada hace tan s¨®lo seis meses en medio de unos huertos que deben convertirse en un pol¨ªgono industrial, muy cerca de la que fue la primera l¨ªnea de tren de Espa?a, entre Barcelona y Matar¨®.
Junto a ¨¦l, su compa?ero Iv¨¢n Rodr¨ªguez explica que tambi¨¦n es otro voluntario para ir a calle, harto de una empresa en la que, clama, "se hace todo mal". ?Y no tiene miedo de irse en plena crisis? "Estamos en Catalu?a, algo encontrar¨¦", dice, aunque a?ade: "en el textil seguro que no". Y apunta, optimista: "No es lo mismo estar quieto que estar parado". Mejor eso que la incertidumbre.
Ambici¨®n atragantada
- 1954. Losa Dom¨¨nech crea Dogi.
- 1993. A?o en el que Dogi deja de estar s¨®lo centrada en Espa?a. Abre oficinas comerciales en Par¨ªs y Mil¨¢n y compra Elastelle en Francia.
- 1998. Dogi sale a Bolsa. En su primer d¨ªa de cotizaci¨®n, la acci¨®n sube el 34,4% y cierra a 8,6 euros. Dogi deja de cotizar en mayo de 2009 a 0,64 euros. Sigue la expansi¨®n en Reino Unido, M¨¦xico, Hong Kong y Nueva York.
- 2001. Compra plantas en Alemania, China, Filipinas y Tailandia. Entra en p¨¦rdidas.
- 2006. Se construye la nueva planta en El Masnou. Implantaci¨®n en Sri Lanka. Compra de la americana EFA.
- 2007. Plan de reestructuraci¨®n, producir¨¢ menos en Espa?a.
- 2009. Presenta concurso de acreedores (42 millones de pasivo, y debe m¨¢s de 15 millones al ICF). Ernst & Young es el administrador concursal. Dogi ultima un plan de viabilidad.
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