Elogio de la pereza
Las propuestas m¨¢s j¨®venes clausuran una Cibeles con interrogantes en el horizonte - Jos¨¦ Castro, premio L'Or¨¦al
A Anke Schl?der, seguramente la dise?adora m¨¢s freak de esta pasarela (que cumple un cuarto de siglo con algunos interrogantes en el horizonte), le ha dado un repentino ataque de sencillez que ha propiciado su desfile menos elaborado hasta la fecha y, cosas del oficio, el m¨¢s comercial. Quiz¨¢ por el camino de la sosez arrastre m¨¢s adeptos. Algo parecido le ha ocurrido a Krizia Robustella, pero con desigual suerte. La catalana sorprendi¨® hace pocos a?os con el debut m¨¢s descocado, grosero y excitante de la hoy algo denostada pasarela Ego de Cibeles, el aut¨¦ntico pulm¨®n de este sarao. Pero donde antes repart¨ªa morro, chandalismos couture y basura de la buena, hoy dispensa apa?adas siluetas hip-hoperas en clave descafeinada. Algo tendr¨¢ que ver el que acabe de abrir su propia tienda. Con todo, le da sopas con hondas a cualquier amago de sportswear visto esta semana.
A¨²n menos cafe¨ªna suministr¨® Nicolas Vaudelet para El Caballo, algo as¨ª como la versi¨®n hight street y cerril de lo que su ex jefe, Jean Paul Gaultier, hace para Herm¨¨s. O Stuart Vevers para Loewe. Pero ese delirio en forma de cazadora fl¨²or estilo guarda forestal conjuntada con un traje de ejecutiva (?y una cola de novia!) es, desde luego, veneno contra el olvido.
Lo de Juana Mart¨ªn tambi¨¦n tiene lo suyo. La cordobesa debut¨® hace a?os con un desfile atestado de pol¨ªticos, un tablao sobre el escenario y una desquiciada colecci¨®n de trajes de flamenca esprayados en fl¨²or. Al tiempo, redujo su propuesta racial al m¨ªnimo, despachando un homenaje a Rabanne sin emoci¨®n, pero correct¨ªsimo para los par¨¢metros de la pasarela. Fascinada por Kusturica, pretende descubrirnos ahora la esencia de los gitanos yugoslavos -"que muchos confunden con el folclore andaluz", dice- a trav¨¦s de un esperp¨¦ntico cat¨¢logo de togas, hotpants de lentejuelas y americanas ochenteras con motivos c¨ªngaros.
Con el producto de mayor vocaci¨®n -que no realidad- internacional del certamen, el d¨²o El Delgado Buil es siempre un plato fuerte y, de nuevo, cumpli¨®. Inspiradas circunstancialmente por las majorettes (adorable el n¨²mero de baile final), lo suyo es m¨¢s bien un autohomenaje constante disfrazado de ocasi¨®n. Porque pueden. Maxiparkas, costuras cowboy y escotes inexistentes a los que ayer a?adieron volantes para prendas masculinas que, pese a un resultado desigual, aportaron la necesaria nota de riesgo.
Serguei Povaguin se enred¨® en una mara?a de referentes de la que era complicado salir airoso. Es dif¨ªcil decidir si unos ciclistas para ejecutivas son un desprop¨®sito o una genialidad, pero su manejo del cuero y, en general, la singularidad de su propuesta, sobran para salvar los muebles.
Tras las propuestas de Sita Murt, Carlos D¨ªez , icono underground del consenso, volvi¨® con nuevos ingredientes (estampado de pelucas, chalecos con bolsillos plast¨®n...) para rematar su siempre efectivo c¨®ctel de prendas deportivas oversize de aires clubber.
El premio L'Or¨¦al al mejor dise?ador fue para Jos¨¦ Castro, y el de mejor modelo, para Carla Crombie. Clausuraron Cibeles Guillermina Baeza, Dolores Cort¨¦s y Ion Fiz.
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