Cari?o, el mensaje
Charles Saatchi, el conocido empresario y promotor de artistas, es cuando menos un hombre sagaz. A la pregunta de si no cree que la calavera de Damien Hirst simboliza el vac¨ªo del arte moderno y si no tendr¨¢ que ver m¨¢s con el dinero que con el mensaje, nuestro hombre responde con rapidez y agudeza: "Cari?o, el dinero es el mensaje". La calavera de Hirst parece una broma de mal gusto, pero cuestiona la naturaleza del arte y su valor. Esa calavera recubierta de diamantes nos viene a decir, "yo soy arte y valgo lo que valgo, ?tienen ustedes algo que decir?"
Se trata de una respuesta c¨ªnica a algunas de las preguntas que el arte actual se plantea sobre sus propios l¨ªmites, pero en su banal crudeza intuimos alg¨²n grado de verdad, siendo ¨¦sta, y no la presunta tomadura de pelo, la que nos escuece. El valor material de un cuadro de Vel¨¢zquez es m¨ªnimo, pero su valor inmaterial -vamos a llamarlo espiritual- es incalculable. El valor material de la calavera de Hirst, por el contrario, es tan elevado en principio como su valor inmaterial de partida. Podemos empezar a pujar a partir de aqu¨¦l, pero la ense?anza de la calavera radica en la equiparaci¨®n de ambos valores, de manera que podemos invertir nuestra apreciaci¨®n tradicional del valor art¨ªstico y concluir que su valor espiritual radica en su valor material, o para decirlo con otras palabras, en su valor especulativo: el dinero, como dice Saatchi, es el verdadero mensaje.
No s¨®lo ocurre as¨ª en el mundo del arte. El dinero es el mensaje en la vida en general. Nuestra crisis actual no va de oca a oca, sino, seg¨²n asegura gente m¨¢s sabia, de bonus a bonus. Y es que el dinero, que es una abstracci¨®n, es muy espiritual. Sirve para establecer relaciones, pero su valor material, como ocurre con el billete de 500 euros, es muy escaso. Creo que fue en Atenas donde se acu?aron las primeras monedas, al menos en Occidente, y hay quienes han vinculado el hecho con el desarrollo de la filosof¨ªa especulativa. Pero vayamos ahora con nuestros alumnos de Secundaria, esos monstruos de iniquidad. ?Por qu¨¦ se les olvidan con tanta rapidez Atenas, o Lope de Vega, o la trigonometr¨ªa? Hace una o dos generaciones resultaba rentable hacerse ingeniero; es evidente que hoy en d¨ªa es mucho m¨¢s rentable convertirse en Bel¨¦n Esteban, o dar un pelotazo, o convertirse en potentado por arte de birlibirloque. Son tan espirituales esos j¨®venes que quieren ser ricos ya, sin perder el tiempo con viejas tonter¨ªas.
Se asegura que todas las j¨®venes italianas desean ser guapas y casarse con un rico, quieren ser velinas. Lo de ser guapas lo tienen al alcance de la mano: con unos toquecitos en nariz y barbilla y algo de silicona hasta un hombre se puede volver guapa. Y una vez conseguida la belleza universal, una vez todos guapos, ?habr¨¢ llegado por fin la hora del esp¨ªritu?, ?conquistar¨¢n los corazones los santos, o los ricos? Seguimos en el mensaje, como pueden ustedes comprobar.
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