Objetivo: desquiciar a Zelaya
El Gobierno golpista de Honduras organiza una t¨¢ctica de acoso en torno a la Embajada de Brasil para mantener en tensi¨®n al presidente y sus seguidores
De pronto, en medio del silencio de la noche, justo en ese momento en que el toque de queda aletarga la ciudad hasta dejarla convertida en una fotograf¨ªa en blanco y negro, los soldados que custodian la Embajada de Brasil en Tegucigalpa se ponen a aporrear sus escudos de lata como si los quisieran matar. El estruendo dura unos segundos, los suficientes para que el presidente depuesto de Honduras y sus compa?eros de refugio se sobresalten, se pongan en guardia, piensen que el temido asalto ya ha llegado. Conseguida la misi¨®n de despertar a Manuel Zelaya, y a una se?al del oficial al mando, los soldados dejan de hacer ruido, se r¨ªen un rato como ni?os traviesos -algunos no hace mucho que dejaron de serlo- y vuelven a acompasar su letargo con el de la ciudad.
El mandatario est¨¢ convencido de que Micheletti ten¨ªa un plan para asesinarlo
El general V¨¢squez, jefe del Ej¨¦rcito, merode¨® por la legaci¨®n brasile?a
Es una forma de minar la moral del enemigo -tambi¨¦n se le llama tortura-, pero hay m¨¢s. Desde que, el lunes pasado, Zelaya y sus fieles consiguieran colarse en el pa¨ªs de forma subrepticia y refugiarse en la Embajada de Brasil, dejando con un par de narices a los servicios de inteligencia de la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito, el Gobierno surgido del golpe trabaja a tiempo completo para hac¨¦rselo pagar. Zelaya est¨¢ convencido de que Roberto Micheletti ten¨ªa un plan para asesinarlo y hacer que pareciera un suicidio, que ha instalado frente a la legaci¨®n diplom¨¢tica un sistema de "radiaciones de alta frecuencia que afectan al cerebro humano", y que contrat¨® a un grupo de "mercenarios israel¨ªes" para interceptar sus comunicaciones. A falta de pruebas de lo anterior, lo que s¨ª se puede observar a simple vista es mucho m¨¢s zafio. Pero igual de desquiciante.
Ayer, a dos pasos de la madrugada, el general Romeo V¨¢squez, jefe del Ej¨¦rcito, antiguo amigo de Zelaya y responsable directo de su secuestro y expulsi¨®n del pa¨ªs, acudi¨® a las inmediaciones de la embajada. Lo hizo a cara descubierta, acompa?ado por sus escoltas, observando sobre el terreno y con gesto de inter¨¦s la calle de la Embajada brasile?a y las casas que la rodean. Los tel¨¦fonos de los periodistas que hacen guardia en el lugar empezaron a funcionar. Y la alerta tambi¨¦n lleg¨® -l¨®gicamente- a los o¨ªdos de los refugiados. ?A qu¨¦ fue el general Romeo? ?A anunciar con su presencia que el asalto estaba a punto de producirse...? Tras el primer sobresalto, todo el mundo cay¨® en la cuenta de que la visita del general Romeo ten¨ªa el mismo fin que el estruendo de los escudos: situar a Zelaya al borde de un ataque de nervios.
Pero hay m¨¢s. Todos los d¨ªas, tres o cuatro activistas de derechos humanos llegan hasta el cord¨®n policial que custodia la embajada. Traen unas cajas de cart¨®n con v¨ªveres, ¨²tiles de aseo y medicinas para los refugiados. A un ritmo caribe?o, y bajo el sol implacable, uno de los polic¨ªas -tal vez elegido por el grado de suciedad de sus u?as- mete las manos en la bolsa de pan, abre las cajas de galletas, mete la nariz en cada botella de l¨ªquido con la misma concentraci¨®n que el sumiller de Maxim's, toquetea las bragas de papel destinadas a las refugiadas sin dejar pasar la oportunidad de colocar el chistecito grueso que hace las delicias de sus compa?eros de armas. Todo ello, grabado por las c¨¢maras de televisi¨®n que un rato despu¨¦s le contar¨¢n a los hondure?os que Zelaya y los suyos toman coca-cola light, galletas noruegas de mantequilla y medicamentos para la tos y la diarrea. ?Qui¨¦n tendr¨¢ tos? ?Y qui¨¦n diarrea? Zelaya y los suyos tambi¨¦n observan por televisi¨®n el magreo de sus provisiones.
En el env¨ªo de ayer, hab¨ªa una caja m¨¢s. Pon¨ªa "padre Peralta", un cura de El Salvador, aunque nacionalizado hondure?o, muy conocido en el pa¨ªs por su defensa de los bosques de Olancho -la tierra natal de Zelaya- y su apoyo sin recato a la causa del presidente depuesto. Cuando los polic¨ªas abrieron la caja, aflor¨® una casulla, una bolsa de hostias y un sencillo c¨¢liz de cristal. "Esto no pasa", advirti¨® el oficial al mando, "no podemos dejar que entre nada que pueda convertirse en un arma". Sin embargo, dej¨® pasar la Biblia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.