El regreso de El¨ªas Canetti
El Premio Nobel conoc¨ªa cuatro lenguas, pero escribi¨® en alem¨¢n como afirmaci¨®n de su ser jud¨ªo. Nos seduce por su capacidad para entenderlo todo, como superviviente de un lugar en el que ya han sucedido todas las cosas
Pocos autores dejan una impresi¨®n de genio tan inmediata como El¨ªas Canetti, nacido en Bulgaria, en 1905. Apenas el lector se aventura en las primeras p¨¢ginas de sus libros, se siente iluminado por una sabidur¨ªa m¨¢s antigua que el tiempo.
Fue en su ensayo sobre la supervivencia y el poder donde por primera vez le¨ª una reflexi¨®n clara (y extra?amente original) sobre la sensaci¨®n de superioridad y de alivio que sienten los que est¨¢n de pie ante alguien que ha muerto. Escrito as¨ª parece una simpleza, pero cuando Canetti lo enuncia, se advierte qu¨¦ poca atenci¨®n ponemos los seres humanos en el significado profundo de gestos y movimientos que se repiten todos los d¨ªas.
Fue tambi¨¦n Canetti quien explic¨® mejor que nadie por qu¨¦, para sentirse "el centro de todo", el escritor checo Franz Kafka se refugiaba en la peque?ez, en el silencio, en la liviandad. Cuando estudia los diarios y en la correspondencia de Kafka, Canetti lo revela como un escritor nuevo, reci¨¦n descubierto. Lo sorprendente es que lo consigue empleando muy pocas palabras.
'Masa y poder' es de lectura imprescindible para quien quiere entender el populismo
Se enfrent¨® a la adversidad de la gloria, recluy¨¦ndose en su casa de Londres
Hac¨ªa m¨¢s de 20 a?os que sus libros faltaban en las librer¨ªas de la Am¨¦rica hispana hasta que a fines de agosto reaparecieron en ediciones lujosas y caras, inaccesibles en estas ¨¦pocas de crisis.
Su primer editor en espa?ol fue el empe?oso Mario Muchnik, de Buenos Aires, quien public¨® seis o siete de sus obras mayores. Muchnik tuvo la audacia de salir al paso de Canetti en el Grand Hotel de Estocolmo la misma tarde de 1981 en la que iba a recibir el Premio Nobel que le concedieron con toda justicia. Lo tom¨® del brazo y se qued¨® un rato conversando con ¨¦l. Canetti no conced¨ªa entrevistas pero no pod¨ªa negarse al di¨¢logo con uno de sus editores. Muchnik public¨® los detalles de esa conversaci¨®n en su autobiograf¨ªa de 1999.
Los candidatos al Nobel de 1981 eran Canetti, el argentino Jorge Luis Borges y el colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, quien lo recibir¨ªa al a?o siguiente. Garc¨ªa M¨¢rquez ha sido siempre muy discreto y ha evitado pronunciarse sobre el hecho de que Borges fuera un postergado perpetuo. Ha citado, s¨ª, que algunos acad¨¦micos de Estocolmo valoraban mucho m¨¢s sus poemas que sus ficciones.
Seg¨²n Muchnik, algo parecido dijo Canetti aquella v¨ªspera de gloria: "Yo no le dar¨ªa el premio a Borges. Y no por razones pol¨ªticas, que no son pocas, incluso la medalla que recibi¨® de manos de ese tal Pinochet. No se lo conceder¨ªa porque su literatura es trivial, bien escrita pero superficial como el ajedrez".
Canetti era un genio y, como ha escrito Susan Sontag, "era tambi¨¦n parcial e injusto con los pueblos sin historia". Por eso entend¨ªa tan mal a Borges quien, como proven¨ªa de un pueblo sin historia, sent¨ªa la necesidad de crearle una.
Todo lo que a Canetti le pas¨® en su larga vida parece desmesurado. Oriundo de Rustschuk, un pueblo b¨²lgaro del bajo Danubio, vivi¨® mud¨¢ndose desde los cinco a?os. En 1911 lo llevaron a Manchester; en 1913, tras la muerte del padre, a Viena; entre 1916 y 1920 anduvo entre Zurich y Lausana; de 1921 a 1922, acudi¨® a la escuela en Francfort; en 1924, a Viena; a finales de los a?os 20 visit¨® Berl¨ªn; luego regres¨® a Viena, se detuvo en Par¨ªs, y por fin, en 1938, se asent¨® definitivamente en Londres, de donde raras veces se movi¨® hasta su muerte en Zurich, en 1994, a los 89 a?os de edad.
A diferencia de casi todos los hombres, que disponen de una sola lengua para el amor, para los recuerdos y la desdicha, Canetti tuvo por lo menos cuatro lenguas de infancia: el ladino, "mi lengua de la cocina", como ¨¦l dec¨ªa; el b¨²lgaro; el alem¨¢n, que sus padres le prohibieron hablar y leer hasta los siete a?os; y el ingl¨¦s de sus primeras lecturas.
Podr¨ªa haber escrito en cualquiera de esos idiomas, pero decidi¨® hacerlo en alem¨¢n como una afirmaci¨®n de su ser jud¨ªo.
Canetti seduce con palabras, porque el lector adivina en ¨¦l, m¨¢s all¨¢ de su humildad aut¨¦ntica, una rara capacidad para entenderlo todo. Parece estar regresando de las culturas m¨¢s remotas, de los sentimientos m¨¢s primarios, de las experiencias m¨¢s revolucionarias: como si fuera el sobreviviente de un lugar en el que han sucedido ya todas las cosas.
Empez¨® a escribir su primera novela, Auto de fe, en abril de 1927, cuando a¨²n estudiaba Qu¨ªmica y viv¨ªa en una habitaci¨®n vienesa cuyas ventanas daban al zool¨®gico y al asilo de locos Steinhof.
La obra de su vida es el monumental ensayo Masa y poder (1960), de lectura imprescindible para quienes quieren entender el populismo, la demagogia y el desprecio que los hombres de poder sienten por las masas a las que manipulan.
Cada vez que el autor se acerca a cualquier versi¨®n de la masa (el trigo, el bosque, el fuego, la lluvia), pone simult¨¢neamente en movimiento las disciplinas m¨¢s dispares; de la antropolog¨ªa salta con naturalidad a la historia de las religiones, de all¨ª a la poes¨ªa y a la anatom¨ªa patol¨®gica, alcanzando en cada caso el milagro (?c¨®mo llamarlo de otro modo?) de transfigurar esa inmensidad en una criatura viva, peque?a, verificable, con la cual el lector puede identificarse f¨¢cilmente.
La historia, abrazada por el lenguaje de Canetti, acaba siendo como la ¨²ltima plegaria de una tribu de sobrevivientes, la letan¨ªa de un loco que se cree invulnerable. Y que quiz¨¢s es invulnerable.
Pese a la imponencia de Masa y poder, cuyas 500 p¨¢ginas nunca citan a Marx e incluyen s¨®lo una m¨ªnima referencia a Freud (una nota casual a pie de p¨¢gina), el texto m¨¢s revelador sobre Elias Canetti es, sin duda La lengua salvada (1977), primer volumen de su autobiograf¨ªa, que deja en el lector la sensaci¨®n de que el lenguaje ha sido agotado, vaciado de sus mejores sustancias y que ya no es posible decir nada con esas mismas palabras.
Son inolvidables la fascinaci¨®n que el narrador siente por las mejillas coloradas de una aldeana, el terrible grito de la madre en el jard¨ªn cuando el padre muere, la mansa aceptaci¨®n del sexo como un tab¨²... y el descubrimiento, en Zurich, de que el prejuicio antijud¨ªo ya no se apartar¨¢ de su vida.
Cuando recibi¨® la noticia del Premio Nobel, estaba en la casa de sus suegros b¨¢varos, almorzando. A su esposa Hera se le resbal¨® el cuchar¨®n con el que serv¨ªa la sopa y salpic¨® el mantel. Canetti masticaba un trozo de pan y, por el asombro, dej¨® caer el bocado al plato.
Al advertir que la vida familiar no volver¨ªa ya nunca a ser la misma, sinti¨® que el Nobel lo empobrec¨ªa, lo esclavizaba. Los dioses lo hab¨ªan se?alado con su dedo de luz, y ser un elegido lo atormentaba.
Enfrent¨® la adversidad de la gloria recluy¨¦ndose en su casa de Londres, de la que no sali¨® hasta que viaj¨® a Zurich para morir.
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, escritor y periodista argentino, autor El vuelo de la Reina (Premio Alfaguara de Novela) y director del programa de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Rutgers, Estados Unidos. El pasado mes de mayo recibi¨® el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. ? 2008 Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez Distribuido por The New York Times Syndicate
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