Rafael Arozarena, poeta y novelista, autor de 'Marar¨ªa'
Su obra literaria mereci¨® el premio Canarias de Literatura
Rafael Arozarena, el autor de Marar¨ªa, muri¨® en Tenerife a los 86 a?os en la madrugada de ayer, 30 de septiembre. Era uno de los grandes creadores canarios. Poeta, novelista, pintor, naturalista. Una especie de Leonardo da Vinci del sentimiento y de la palabra. Un artista que incluso en el silencio manifest¨® su genio. Fue premio Canarias de Literatura de 1988; recibi¨® el galard¨®n ex aequo con su colega Isaac de Vega, su amigo inseparable, con el que cre¨® un movimiento literario, el de los fetasianos.
Aquella novela suya, Marar¨ªa, que apareci¨® en 1973, le consolid¨® en la narrativa espa?ola de la ¨¦poca, pero la popularidad que alcanz¨® la obra no le desvi¨® a ¨¦l de lo que era su esencia: la poes¨ªa. La novela, una indagaci¨®n narrativa y l¨ªrica en un personaje que ¨¦l convirti¨® en mito, se hizo pel¨ªcula, en 1998, dirigida por el tambi¨¦n canario Antonio Jos¨¦ Betancor, tambi¨¦n fallecido ya. Marar¨ªa le surgi¨® a Arozarena como asunto y como obsesi¨®n en Fem¨¦s (Lanzarote), donde vivi¨® el deslumbramiento de la tierra de los volcanes y del misterio.
"Hay gente que tiene pudor a ser feliz, y eso me sorprende"
De ¨¦l dijo Domingo P¨¦rez Minik, el gran cr¨ªtico de la generaci¨®n republicana de Gaceta de arte: "Poeta muy serio, entom¨®logo de cuidado y metaf¨ªsico sin escuela y de ocasi¨®n, una ocasi¨®n que se proyecta parad¨®jicamente a lo largo de su vida. Tres maneras de ser aventurero, en lo que tiene de m¨¢s anticonvencional esta expresi¨®n".
En efecto, no era un ser convencional, pero tampoco era de los que romp¨ªan los vasos en las cenas. El poder de su prosa proven¨ªa de la poes¨ªa, y su poder como ser humano proven¨ªa de su relaci¨®n con la naturaleza. Para ¨¦l eran m¨¢s importantes las mariposas (de las que era un experto, como Nabokov) o los p¨¢jaros que la divulgaci¨®n de sus versos, o que hablar de ellos. En 2004, junto a uno de sus paisajes favoritos, Igueste de San Andr¨¦s, en Tenerife, le preguntamos qu¨¦ ser¨ªa ¨¦l de todos los elementos de la naturaleza que nos rodeaba en ese momento. Y dijo:
-Hierba, una hierbita..., una hierbita que no sirva para nada, una hierbita que la gente pise...
Su obra po¨¦tica es muy abundante; exigente, pero muy abundante, una met¨¢fora de su alegr¨ªa rara. Algunos t¨ªtulos sugieren ya su amor por la naturaleza: Alto crecen los cardos (1947), Aprisa cantan los gallos (1964)... Despu¨¦s de la fama que le cre¨® Marar¨ªa, Arozarena luch¨® para que su voz narrativa no se confundiera tan s¨®lo con esa obra; ¨¦l dec¨ªa que el libro que verdaderamente le justificaba como narrador era Cerveza de grano rojo, que apareci¨® en 1984. As¨ª nos explic¨® a nosotros esa preferencia, en una entrevista que hicimos para la Televisi¨®n Auton¨®mica de Canarias: "No es que yo menoscabe el valor de Marar¨ªa. Pero Marar¨ªa fue mi primera novela, fue escrita a los veinte a?os, y ah¨ª no estoy yo, est¨¢ lo que yo escuchaba. La gran diferencia con Cerveza de grano rojo es que ¨¦sta es una autobiograf¨ªa, m¨ªa y de mi amigo Isaac, todo lo que ocurre es cert¨ªsimo, pero visto desde la mirada de dos poetas, de dos locos, de dos borrachos". Y a?adi¨® Arozarena: "Con esa exaltaci¨®n creo que sacamos la poes¨ªa de la vida; nos la hubi¨¦ramos perdido si seguimos de pasmarotes yendo a ver los desfiles del 18 de julio".
En esa misma conversaci¨®n le preguntamos qu¨¦ le hab¨ªa sorprendido de la vida, y su respuesta tiene ahora que ver con el ¨²ltimo suceso: "[Me sorprendi¨®] Morirme. Me vi en la muerte en un momento. Y era grato: me dejaba resbalar tranquilamente. Hubiera ido con todo gusto al otro mundo. Esa visi¨®n ocurri¨® cuando yo sal¨ª del cuartel; me vi en el otro mundo, y no me asust¨¦; al contrario, me dije: 'Si esto de morirse es formidable'. Y f¨ªjate en mi mentalidad de loco: cuando yo era muy peque?o relacionaba el sabor de la mantequilla El Ancla sobre el pan blanco con una gran gozada. Y en aquella sensaci¨®n de muerte lo que sent¨ª fue eso, el sabor de la mantequilla, que me iban a hacer un bocadillo con mantequilla".
Su poes¨ªa y su prosa fueron un canto a la vida, una prolongaci¨®n de su amor por la naturaleza. Como Rafael Azcona, ¨¦l dec¨ªa que cada ma?ana era una celebraci¨®n. "Descubrir que segu¨ªan funcionando las neuronas y las manos, los dedos. Y me sorprende", dec¨ªa, "hasta el primer rayo de luz; todo es tan nuevo, tan maravilloso es lo que compone el d¨ªa... Hay gente que tiene cierto pudor en ser feliz, y eso me asombra. ?No tenga usted pudor en ser feliz!".
Arozarena cumpli¨® hasta el final su radical deseo de convertirse en una parte feliz de la naturaleza.
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