Obama contra la historia
Los ingleses lo llamaron Welfare State, un Estado que se preocupara por el bienestar de los ciudadanos y no s¨®lo por el mantenimiento del orden interno y la seguridad exterior. Aunque sus or¨ªgenes y primer desarrollo fueron una respuesta al crecimiento del capitalismo y a las desigualdades sociales generadas por la industrializaci¨®n, el impulso definitivo lleg¨® con el final de la Segunda Guerra Mundial, asociado a los beneficios sociales y derechos civiles que las democracias ofrecieron a la ciudadan¨ªa tras varios a?os de crisis y sacrificios. Inglaterra estableci¨® en 1946 un amplio sistema de seguridad social, de pensiones y de subsidio de desempleo, y un servicio nacional de sanidad, gratuito, financiado b¨¢sicamente a trav¨¦s de impuestos.
Pese a los intentos de Roosevelt, Truman, Johnson y Clinton, EE UU sigue sin sanidad para todos
Esas medidas fueron copiadas por la mayor¨ªa de los Estados europeos occidentales y n¨®rdicos, s¨ªmbolo de la universalizaci¨®n de los derechos pol¨ªticos y sociales. En Estados Unidos, sin embargo, la sanidad para todos se convirti¨® desde los a?os treinta en fuente de conflicto, en caballo de batalla, a veces sangriento, que acompa?¨® a los principales periodos de cambio y reformas del siglo XX.
El primer intento de completar la construcci¨®n de ese Estado benefactor y social en Estados Unidos lo llev¨® a cabo Franklin D. Roosevelt, quien lanz¨® un programa de acci¨®n federal que prometi¨® pensiones, vivienda y sanidad para millones, para "el tercio de la naci¨®n" m¨¢s desprotegido. El plan choc¨® con la resistencia de los hombres de negocios, mientras que a partir de 1938, en el segundo mandato de Roosevelt, una coalici¨®n de dem¨®cratas conservadores del sur y de republicanos anti-New Deal vetaron en el Congreso las iniciativas m¨¢s reformistas, antes de que la guerra mundial cambiara decisivamente el rumbo de la pol¨ªtica y de la econom¨ªa.
Tampoco cosech¨® frutos el segundo intento, ya en la posguerra, justo en el momento en que el Estado de bienestar se afianzaba en las democracias m¨¢s avanzadas. Despu¨¦s de su victoria en las elecciones de 1948, Harry S. Truman llev¨® al Congreso un nuevo programa de reformas, el Fair Deal lo llam¨®, que inclu¨ªa un servicio nacional de sanidad. No encontr¨® los votos suficientes y los poderosos intereses de la American Medical Association lo bloquearon. El republicano Dwight D. Eisenhower, que gan¨® las elecciones en 1952 y 1956, nombr¨® a varios millonarios en su primer gobierno. Uno de ellos, Sinclair Weeks, ministro de Comercio, le dijo en 1953 a la Asociaci¨®n Nacional de Fabricantes que "el clima favorable a los negocios", a las empresas, hab¨ªa sustituido claramente "al socialismo de los ¨²ltimos a?os".
Eran tiempos de guerra fr¨ªa, de anticomunismo, de retirada para el sindicalismo m¨¢s combativo. En vez de luchar por derechos y beneficios para todos los trabajadores, la mayor¨ªa de los sindicatos trataron de proteger los intereses de sus miembros m¨¢s veteranos y negociaron planes de pensiones y de sanidad para ellos, una especie de "Estado de bienestar privado" para los afiliados, que eran muchos, millones, pero que dejaban fuera de esos beneficios a muchos m¨¢s, a los trabajadores peor pagados y con menos seguridad laboral.
El movimiento por los derechos civiles de los a?os sesenta abri¨® de nuevo las puertas a las reformas y ese nuevo impulso lo protagoniz¨® Lyndon B. Johnson, el presidente que tom¨® las riendas tras el asesinato de John F. Kennedy en noviembre de 1963. Despu¨¦s de las elecciones de 1964, Johnson goz¨® de una ampl¨ªsima mayor¨ªa para decretar un nuevo y ambicioso programa federal de seguridad social para los mayores (Medicare) y los pobres (Medicaid). El ¨¦xito de ese programa requer¨ªa, no obstante, cambios estructurales y un fuerte compromiso de pol¨ªticos y grupos financieros que nunca lleg¨®.
La guerra en Vietnam, los conflictos raciales y los grandes temas morales planteados por el feminismo y las luchas de las mujeres empujaron a muchos votantes a la derecha y al abstencionismo. No es una casualidad carente de significado que en su campa?a para la reelecci¨®n de 1972, el republicano Richard Nixon, que hab¨ªa subido al poder con una estrecha victoria frente a un Partido Dem¨®crata dividido, se?alara a los activistas negros y a las "madres del Estado de bienestar" como las causas de los problemas de Estados Unidos. Comenz¨® a configurarse una nueva derecha, que se neg¨® en redondo a que los impuestos se utilizaran en gastos sociales. Cuando Bill Clinton alcanz¨® la presidencia, en enero de 1993, tras 12 a?os de dominio ultraconservador, su plan de seguro m¨¦dico universal choc¨® con la oposici¨®n frontal de las grandes compa?¨ªas aseguradoras.
Barack Obama quiere ahora dejar atr¨¢s ese legado de frustraci¨®n para millones de ciudadanos que carecen de seguro m¨¦dico y de servicios sociales b¨¢sicos. Es un plan ambicioso, que, en sus propias palabras, "proporcionar¨¢ m¨¢s seguridad y estabilidad a esos que ya tienen seguro m¨¦dico. Y proporcionar¨¢ seguridad a quienes no la tienen". Como les dijo a los congresistas en su discurso del pasado 9 de septiembre, ¨¦l no es el primer presidente en intentarlo, en asumir los riesgos, pero est¨¢ decidido a ser el ¨²ltimo. Ser¨ªa una aut¨¦ntica revoluci¨®n legal. Obama contra la historia.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza.
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