El cambio tranquilo
Euskadi, la normalidad es revolucionaria, dice el lehendakari Patxi L¨®pez, y sus palabras se mezclan con el estr¨¦pito de nuestras pisadas en el camino de gravilla de los jardines de Ajuria Enea. Por contraste, se dir¨ªa que el tiempo est¨¢ detenido en este lugar: el edificio, poco suntuoso para llamarle palacio, conserva la impoluta p¨¢tina de siempre, los ¨¢rboles y setos siguen podados a la misma altura?; hay una atm¨®sfera de ordenada asepsia en el aire. S¨®lo que en uno de estos parterres se ha reservado un espacio para acoger la escultura dedicada a las v¨ªctimas del terrorismo que prepara Agust¨ªn Ibarrola y se echan en falta algunos empleados de Presidencia que han preferido irse al paro antes que trabajar para un lehendakari no nacionalista.
"Queremos huir del revanchismo. Los socialistas estuvimos en gobiernos de coalici¨®n y tampoco acertamos"
"El pnv hizo como si la crisis no fuera con euskadi, pero en esta pretendida arcadia se nos est¨¢ cayendo la actividad"
"Los vascos somos dos millones y medio de identidades que no pueden ser uniformadas ni homogeneizadas"
"Vamos a fomentar el euskera, pero Los padres tienen derecho a decidir en qu¨¦ lengua quieren escolarizar a sus hijos"
"La clave de nuestro proyecto pol¨ªtico es construir un 'nosotros' vasco por encima de trincheras y frentes"
"Digo que la normalidad es revolucionaria porque el cambio consiste en hacer normal lo que debe ser normal", aclara el presidente del Gobierno vasco. "Hemos restablecido la legalidad al prohibir la apolog¨ªa del terrorismo en las calles y cumplir la ley de banderas; hemos normalizado las relaciones con nuestros vecinos navarros, c¨¢ntabros, riojanos, hemos recuperado la comisi¨®n bilateral con el Gobierno de Espa?a, hemos situado las prioridades gubernamentales en los asuntos que m¨¢s preocupan a los ciudadanos", afirma.
M¨¢s que un viento impetuoso, una vibrante soflama, el cambio en Euskadi pasa por ser una brisa ligera, un murmullo persistente, un cuidadoso golpe de tim¨®n, una suave llovizna sirimiri que cala de manera bien desigual en la geograf¨ªa pol¨ªtica del pa¨ªs. "No me gusta hablar de rectificaci¨®n, queremos huir del revanchismo. Despu¨¦s de tres d¨¦cadas en el poder, el nacionalismo no ha sido capaz de acabar con la ideolog¨ªa que sustenta a ETA, pero aunque unos tienen m¨¢s responsabilidades que otros, ¨¦ste no deja de ser un fracaso colectivo. Los socialistas estuvimos en su d¨ªa en Gobiernos de coalici¨®n y tampoco acertamos", reconoce Patxi L¨®pez.
Pese a su indudable trascendencia hist¨®rica, el cambio act¨²a con cautela, no mira hacia atr¨¢s, ni levanta las alfombras, camina con pies de plomo porque sabe de lo comprometido del paso y de las dificultades que entra?a sustituir al partido hegem¨®nico y rebatir la ideolog¨ªa dominante. No ignora que si fracasa, si yerra gravemente, si traiciona sus fundamentos, ser¨¢ devuelto a las tinieblas de la oposici¨®n. Pero han bastado unos cuantos gestos: el juramento laico del cargo de lehendakari -hecho sobre el Estatuto, no sobre la Biblia ni bajo el enunciado "ante Dios humillado"-, la retirada de los carteles con los retratos de los terroristas, la proclamaci¨®n de que todas las v¨ªctimas de ETA "son de los nuestros", parte del pueblo vasco; la retransmisi¨®n en la Televisi¨®n Vasca (ETB) de los funerales? para que el contraste con los Gobiernos precedentes resultara estrepitoso.
Mientras parte de la sociedad asiste aliviada, expectante o ilusionada a la apertura de un nuevo tiempo pol¨ªtico, otra rumia su frustraci¨®n deseosa de creer que el Gobierno socialista aupado con los votos del PP no har¨¢ historia, que es flor de un d¨ªa, una construcci¨®n anti natura condenada a derrumbarse como un castillo de naipes. Las webs nacionalistas echan tanto humo descalificatorio, rezuman tal resentimiento, que hay que dar la raz¨®n a quienes opinan que el hecho mismo de que la alternancia haya sido posible tiene convulsionado ese universo mental. No se lo van a poner nada f¨¢cil. Este hombre, que a sus 50 a?os conserva el aire juvenil y una mirada divertida, como de chico espabilado, tendr¨¢ que navegar contracorriente para afrontar la ingente tarea que tiene por delante. El periodista piensa eso mientras comprueba lo apretado de su agenda, el trasiego de informes sobre la mesa de su despacho, las consultas de sus colaboradores, el aluvi¨®n de llamadas: llama el consejero de Interior para dar cuenta de una actuaci¨®n de la Ertzaintza, llaman de Acci¨®n Exterior para informar de una partida presupuestaria confusa, llaman para confirmar el orden del d¨ªa del pr¨®ximo Consejo de Gobierno?
Aunque parece en buena forma f¨ªsica y ofrece a sus interlocutores una mano solvente, vigorosa, como si el cargo aportara un plus de confianza en s¨ª mismo, cuesta imagin¨¢rselo con el chaleco acolchado de los harrijasotzaileak (levantadores de piedra) tratando de alzar la mole de los 300 kilos. Y sin embargo, necesitar¨¢ de esas fuerzas y de muchas m¨¢s porque lo que se propone es una proeza mayor: levantar la losa de los 30 a?os de falsa normalidad democr¨¢tica, revertir las inercias peligrosamente asentadas en la sociedad vasca, acabar con el caldo de cultivo que hace que el 15% de los j¨®venes vascos se sit¨²e en los aleda?os ideol¨®gicos que aseguran la supervivencia vegetativa de ETA.
M¨¢s que una tarea, pues, lo suyo es una verdadera misi¨®n, una encomienda hist¨®rica que requiere valor, coraje y esp¨ªritu ¨¦pico, porque, entre otras razones, no hay que olvidar que este primer Gobierno no nacionalista vasco ha nacido bajo la amenaza expresa de ETA y que todos aquellos que forman parte de ¨¦l tienen que sobreponerse a la intimidaci¨®n. Pese a algunas negativas, comprensibles -"les ofreces cobrar menos que en la empresa privada y dos escoltas para hacer frente a una amenaza que les cambiar¨¢ la vida"-, el lehendakari dice estar satisfecho de su equipo de gobierno, cuajado de independientes. Hay un punto de grandeza en esa disposici¨®n ciudadana y en el acuerdo alcanzado entre los dos partidos constitucionalistas vascos que, con las limitaciones y miserias que se quieran, rehabilitan as¨ª la tan denostada pol¨ªtica. En un pa¨ªs en el que el terrorismo ha atacado con sa?a y asesinado a los militantes de la oposici¨®n, muchos ciudadanos, incluidos algunos nacionalistas, han visto un caso de justicia po¨¦tica en el acceso al poder de uno de los partidos acosados.
"Que la sociedad vasca haya llegado a no ver ni apreciar como monstruoso lo que ocurre en su seno es el dato m¨¢s terrible que interpela nuestra conciencia", ha escrito el analista Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa, a prop¨®sito de la ceguera moral instaurada en la sociedad vasca. La losa conformada a lo largo de estos lustros est¨¢ hecha con los materiales del miedo y el chantaje terrorista, pero tambi¨¦n con la coartada que les brinda la deslegitimaci¨®n, por espa?ola, del Estado y la democracia; con la impunidad resultante de la pol¨ªtica de apaciguamiento aplicada al mundo de ETA-Batasuna, con el efecto social de la presi¨®n-obsesi¨®n identitaria ejercida por las instituciones vascas.
"Se ha dado por bueno y admisible que los violentos pudieran ser ensalzados p¨²blicamente y que, a la vez, las v¨ªctimas hayan tenido que estar ocultas y ocultadas; hemos dado por bueno que organizaciones ilegales ocuparan espacios p¨²blicos pagados por todos, que el matonismo se instalara en los cascos viejos de nuestras ciudades y fiestas?", resume ?ngel Altuna, miembro de la asociaci¨®n de v¨ªctimas Covite e hijo de uno de los asesinados por ETA. Para muchas v¨ªctimas que no contaban ya con recibir el abrazo institucional vasco, el cambio ha sido descubrirse una ma?ana ante el espejo con una media sonrisa, un brillo de ilusi¨®n en la mirada. Ahora que se reprime la apolog¨ªa callejera del terrorismo, que el nuevo Ejecutivo se propone deslegitimar la violencia desde las aulas y los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos y que la Ertzaintza se prepara para combatir resueltamente a ETA, la esperanza prende en los colectivos de v¨ªctimas, por encima de los dolorosos desencuentros que acompa?aron la frustrada negociaci¨®n con ETA.
"Sigo pensando que lo de este pa¨ªs ya no tiene arreglo, pero reconozco que la llegada del nuevo Gobierno me anima a resistir. Se ve voluntad, y creo que esa voluntad ha empezado a contagiar tambi¨¦n a gente del PNV. Por lo dem¨¢s, contin¨²o viviendo a salto de mata, sin poder andar libremente, aunque contento por haber resistido en Euskadi, porque si me hubiera ido, ahora habr¨ªa varios cientos de trabajadores m¨¢s en el paro. No se debe consentir que los extorsionados paguen si se quiere acabar con esto alg¨²n d¨ªa". El empresario que as¨ª se expresa lleva nueve a?os escoltado y, como dice ¨¦l, "doce en total con la condena a muerte sobre la espalda".
El cambio est¨¢ tambi¨¦n encontrando adhesiones en el mundo de la empresa, territorio que el nacionalismo cultiva intensamente con su versi¨®n m¨¢s pragm¨¢tica y capaz. "En estos momentos, la esperanza se llama Patxi L¨®pez", declara, sin pregunta interpuesta, ?lvaro Videgain, presidente de Tubacex y ex presidente del C¨ªrculo de Empresarios Vascos. "La alternancia era necesaria porque ¨¦ste es un pa¨ªs plural y porque, m¨¢s all¨¢ de las crisis econ¨®micas coyunturales, los vascos debemos ser conscientes de que nuestro problema n¨²mero uno es el terrorismo de ETA. Estoy convencido de que L¨®pez intenta ser lehendakari de todos, de los nacionalistas y los no nacionalistas; otra cosa es que haya nacionalistas que no quieran aceptarlo como tal", indica.
Y es que despu¨¦s de tres d¨¦cadas de democracia y de autogesti¨®n avanzada, parte del nacionalismo sigue aferrada a la visi¨®n excluyente, reducida, de lo vasco, crey¨¦ndose autorizada a expedir t¨ªtulos de fe identitaria. A sus ojos, el nuevo inquilino de Ajuria Enea es un lehendakari postizo, carente del sacralizado brillo que envuelve las figuras de los Aguirre, Leizaola, Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe, aut¨¦nticos por nacionalistas. La escultora alavesa Dora Salazar asocia el cambio pol¨ªtico con la capacidad de adaptaci¨®n, un concepto con el que trabaja frecuentemente. "Es la idea del collage: metes un elemento extra?o y construyes un paisaje a partir de ah¨ª, luego lo camuflas, lo adaptas y el resultado es un paisaje id¨ªlico a tu gusto. Los cambios son necesarios, son ley de vida", reconoce.
Contra la opini¨®n de Borges y de tantos otros de que la historia de las semejanzas es m¨¢s instructiva que la de las diferencias, el nacionalismo se ha empe?ado en estas d¨¦cadas en acentuar y reiterar los rasgos diferenciales de los vascos con el prop¨®sito de uniformar a la sociedad en la servidumbre de los estereotipos exclusivos y volar los puentes y lazos culturales y pol¨ªticos comunes compartidos con el resto de los espa?oles. La obsesi¨®n oficial por la cuesti¨®n identitaria ha tratado de arrumbar el sentimiento de las identidades compartidas, oficializar la pretendida contradicci¨®n e incompatibilidad forzosa entre lo vasco y lo espa?ol. En un pa¨ªs en el que el terrorismo mata en nombre de Euskadi, ser vasco, todo lo vasco y pretendidamente aut¨¦ntico que establece el modelo nacionalista, ha resultado para muchos una pesada carga de la que la sociedad ha empezado a aligerarse en las convocatorias electorales.
"El Gobierno ha ejercido una fuerte presi¨®n sobre la identidad a trav¨¦s de los centros educativos y de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos. La hipervaloraci¨®n del euskera y la mistificaci¨®n de la historia han permitido imponer de manera m¨¢s o menos sutil una visi¨®n informativa de la identidad reducida a lo vasco y valorada de una forma superior a lo espa?ol", sostiene el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica Enrique Echebur¨²a. Con el agravante a?adido de que ETA no ha dejado de aplicar su llama a esa presi¨®n identitaria desde el inicio del proceso auton¨®mico. Seg¨²n Echebur¨²a, el respaldo de ETA a los postulados nacionalistas ha impedido a muchos resistirse a esa presi¨®n identitaria por temor a ser tildados de malos vascos o de enemigos del pueblo.
"En una situaci¨®n de terrorismo activo, el miedo genera el aprendizaje de la siguiente pauta de conducta: 'No hay que significarse. Cada uno a lo suyo, y que cada cual se las arregle como pueda'. Se crea la ley del silencio y las gentes adoptan un tono de cautela en el hablar y hasta en el mirarse los unos a los otros. Los que se comprometen pasan por apestados porque los aldabonazos de la conciencia se subordinan a la comodidad de la convivencia. Al no poder vivir en la permanente y corrosiva tensi¨®n de los asesinatos, las bombas, las extorsiones y las amenazas, se activan mecanismos de defensa contra lo angustioso y desagradable para evitar la culpa", indica el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa. Eso explicar¨ªa el ¨¦xito social de expresiones refugio -"ni con unos, ni con otros; hay que arreglarlo con medidas pol¨ªticas"-, tendentes a minimizar el problema, deformar la realidad y, en ¨²ltima instancia, a rehuir la responsabilidad. "Los sentimientos de compasi¨®n se a¨ªslan para que no puedan interferir negativamente en la vida cotidiana y mermar la propia capacidad de disfrute", se?ala Echebur¨²a. A su juicio, el efecto de estos mecanismos es el embotamiento de la sensibilidad y el deslizamiento hacia la degradaci¨®n moral.
Patxi L¨®pez cree que la pluralidad vasca ha salido fortalecida de la prueba de estas d¨¦cadas. "Los vascos somos dos millones y medio de identidades que no pueden ser uniformadas, ni homogeneizadas. Hemos demostrado que podemos arreglarnos y superar el intento de hacer de la identidad un asunto conflictivo", enfatiza. Un dato que avala la impresi¨®n de que el sectarismo anida m¨¢s en la pol¨ªtica que en la sociedad civil es que la gran mayor¨ªa de los 73.000 funcionarios gubernativos han reaccionado ante el cambio con total profesionalidad.
Aunque el nuevo Gobierno les ha dibujado un panorama de mayor sacrificio, trabajo y compromiso en la lucha contra ETA, son los ertzainas precisamente quienes parecen m¨¢s dispuestos a subirse al carro del cambio. "Los que trabajamos en la calle estamos por involucrarnos completamente en el ¨¢rea antiterrorista. Nunca hemos entendido muy bien por qu¨¦ nosotros no deten¨ªamos a etarras y toda esa tarea reca¨ªa en la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. Queremos ejercer como cualquier otra polic¨ªa integral, hacer un trabajo profesional e ir m¨¢s all¨¢ de las labores de vigilancia; queremos investigar, obtener resultados, sabernos ¨²tiles y eficaces. El problema", destaca una patrullera con amplia experiencia, "es que tenemos una estructura muy burocratizada y que los que andamos en la calle estamos asfixiados: de los 8.000 ertzainas que somos, m¨¢s de la mitad est¨¢n en las oficinas. Han sustituido a algunos jefes y nos han aumentado las tareas de calle, pero el cambio est¨¢ todav¨ªa por verse", afirma.
-D¨ªgame, lehendakari, ?qu¨¦ le quita el sue?o estos d¨ªas, cu¨¢les son las cuestiones que le preocupan m¨¢s?
-Nos hemos encontrado con la sorpresa de que el remanente de tesorer¨ªa era muy inferior al esperado. El PNV elabor¨® los presupuestos de 2009 como si la crisis no fuera con Euskadi, pero en esta pretendida Arcadia nuestra se nos est¨¢ cayendo la actividad industrial y hemos perdido casi cuatro puntos del PIB y el 25,5% de la recaudaci¨®n fiscal. El Concierto Econ¨®mico, que tanto nos ha beneficiado, ayuda poco en esta coyuntura porque carece de mecanismos de compensaci¨®n. Contamos con un presupuesto similar al de 2005 para atender las necesidades del Euskadi de 2010. La crisis est¨¢ poniendo en evidencia nuestro modelo de crecimiento y nuestras estructuras. Deber¨ªamos repensar muchas cosas, asegurarnos de que nuestro funcionamiento est¨¦ a la altura de los retos del futuro.
Aunque los logros de la construcci¨®n auton¨®mica han eclipsado durante mucho tiempo el coste humano y profesional de esas pol¨ªticas, los sacrificados a la causa se resisten a desaparecer. La sobrevaloraci¨®n del euskera, erigido en el elemento vital de la identidad vasca, ha llevado a la aplicaci¨®n de medidas discriminatorias en los puestos de trabajo p¨²blico, particularmente en el ¨¢mbito de la ense?anza y la sanidad. A lo largo de estos a?os, miles de profesionales han tenido que abandonar sus puestos a favor de j¨®venes euskaldunes de mucha menor cualificaci¨®n. Se ha llegado a la aberraci¨®n de que a un cirujano se le punt¨²e m¨¢s el conocimiento del euskera que su expediente acad¨¦mico, pero la sociedad no ha hecho esc¨¢ndalo de esta sangr¨ªa profesional, ni se ha interrogado sobre los efectos a largo plazo de la endogamia laboral, de la imposibilidad pr¨¢ctica de que los profesionales de otras ¨¢reas de Espa?a y del extranjero enriquezcan el tejido laboral.
La sacralizaci¨®n de la lengua, a la que pr¨¢cticamente se le atribuyen cualidades demi¨²rgicas y trascendentales en la constituci¨®n de la personalidad vasca, ha anulado las cr¨ªticas en una sociedad en la que tres d¨¦cadas de hegemon¨ªa nacionalista han permitido proclamar como normal, inevitable, indiscutible, lo que no deja de ser una forma particular de ver el mundo circundante. Parte de la poblaci¨®n vasca -en realidad, s¨®lo el 30% habla euskera- ha llegado a interiorizar que el desconocimiento de la lengua es un d¨¦ficit personal, una falla, un estigma culposo que recae sobre s¨ª mismo o sus progenitores. ?Cabe extra?arse, a la vista de ese silencio, de esa ausencia de cr¨ªtica, de que el nacionalismo se haya atribuido en exclusiva el derecho a definir qu¨¦ es ser vasco y c¨®mo deben comportarse los aut¨¦nticos vascos?
Y sin embargo, la asunci¨®n gen¨¦rica de que el euskera debe ser obligatorio para preservar la identidad nacional -signifique eso lo que signifique-, y los ingentes recursos econ¨®micos y humanos destinados a ese gran objetivo, no han supuesto un avance significativo en el uso efectivo de la lengua vasca. ETB-1, el canal auton¨®mico que emite en euskera, ha perdido 100.000 espectadores. Su audiencia ha quedado reducida al 3%, entre otras cosas porque el p¨²blico infantil, del que se nutre en gran medida, est¨¢ optando por los canales tem¨¢ticos.
La manipulaci¨®n pol¨ªtica nacionalista del euskera y su obligatoriedad han hecho, adem¨¢s, que la lengua vasca, patrimonio com¨²n a defender, sea vista por una parte de la poblaci¨®n como algo antip¨¢tico, forzado, que se utiliza de puertas afuera para quedar bien, pero se cultiva muy poco en la realidad. Es el precio de ignorar que el aprendizaje de las lenguas requiere, antes que nada, predisposici¨®n afectiva. Claro que mientras muchos profesionales se buscaban la vida fuera de Euskadi, una nueva burgues¨ªa nacionalista surg¨ªa al calor de la exigencia del euskera en la Administraci¨®n.
"Lo que vamos a hacer con el euskera es fomentarlo con id¨¦ntico esfuerzo presupuestario que hasta ahora, pero aplicando el sentido com¨²n y prescindiendo de esas pol¨ªticas absurdas y disparatadas que han generado rechazo social. Tenemos que conseguir que ETB-1 deje de ser una televisi¨®n marginal, asegurar el biling¨¹ismo y avanzar hacia el triling¨¹ismo. Los padres tienen derecho a decidir en qu¨¦ lengua quieren escolarizar a sus hijos", anuncia el lehendakari. Su Gobierno ha prometido restituir en sus antiguos puestos a los profesionales que fueron depuestos y arrinconados por la exigencia del euskera, aunque, a estas alturas, ¨¦se sea un anuncio tard¨ªo destinado a ofrecer un resarcimiento moral m¨¢s que otra cosa. La herida de los damnificados sigue en carne viva, a pesar del tiempo transcurrido. Si hay que creerles, las pol¨ªticas nacionalistas arrasaron un sistema educativo p¨²blico excelente.
"Consiguieron arrinconar la ense?anza en castellano y que la mayor¨ªa de los profesores se expresara en euskera, pero el impacto en el plano educativo ha sido enorme. ?Cu¨¢ntos excelentes profesores han salido llorando de las aulas avergonzados porque balbuceaban su asignatura y apenas pod¨ªan hacerse entender? Si le cortas las manos al pianista, no puedes pretender que siga tocando el piano como antes. En nombre de una falsa patria y de una no menos falsa idea de la construcci¨®n nacional, han sacrificado a profesores y alumnos para imponer un euskera de pl¨¢stico", se?ala la bilba¨ªna Bego?a Garc¨ªa Merino, que da clase hoy en un instituto madrile?o. "El sistema ha dejado en la cuneta a muchos alumnos que habr¨ªan podido salir adelante si se les hubiera educado en su lengua materna", afirma Jos¨¦ Ir¨ªzar, antiguo director de instituto en un barrio donostiarra.
Por grande que sea el empe?o, por exitosa la gesti¨®n del lehendakari, no cabe contar con que el cambio llegue a penetrar en los corazones de hielo ni en los cerebros de cemento armado, y aspirar tampoco a que la metamorfosis vasca se produzca en el plazo de dos o cuatro a?os. A lo que s¨ª cabe aspirar es a que el nuevo Gobierno labre un surco nuevo y profundo en la vida pol¨ªtica vasca, demuestre una manera de mirar, sentir y actuar diferente. "Los socialistas no estamos aqu¨ª para hacer antinacionalismo y reproducir desde al ¨¢ngulo opuesto los comportamientos de los Gobiernos anteriores. La clave de b¨®veda de nuestro proyecto pol¨ªtico", subraya Patxi L¨®pez, "es construir un nosotros vasco solidario, no uniformador, que nos re¨²na como hombres libres y aut¨®nomos por encima de trincheras y frentes".
Pese a las extraordinarias medidas de seguridad a las que tendr¨¢ que someterse, el lehendakari dice que no quiere encerrarse en Ajuria Enea, que buscar¨¢ el partido y la calle, que necesitar¨¢ el aliento de quienes creen que otro Euskadi es posible, que se puede burlar la fatalidad del destino ideado por el terrorismo, levantar la cabeza, caminar juntos en libertad.

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