Un estudio recrea la vida en el campo de concentraci¨®n de Albatera
Se cumplen 70 a?os del cierre del recinto, emblema de la represi¨®n franquista
Los curiosos apenas encontrar¨¢n una losa conmemorativa colocada all¨ª por un par de organizaciones anarquistas. Un testimonio humilde, localizado en un saladar jalonado de ca?averales, en el per¨ªmetro aproximado del campo de concentraci¨®n franquista de Albatera, en Alicante, uno de los centros de represi¨®n m¨¢s sanguinarios de entre los 188 habilitados en toda Espa?a tras la Guerra Civil. El campo fue desmantelado en octubre de 1939, hace setenta a?os. Y sus huellas f¨ªsicas borradas a conciencia. Pero los testimonios orales lo convirtieron, junto con el c¨¦lebre campo de Los Almendros, en un referente en tierras alicantinas de la represi¨®n franquista. Enrique Gil Hern¨¢ndez (Albacete, 1975), arque¨®logo de la Universidad de Alicante especializado en la Guerra Civil, lleva tiempo investigando y reconstruyendo las condiciones del campo de Albatera.
"Hubo fosas comunes derivadas de fusilamientos masivos", cuenta Gil
"Se han hecho muchos estudios sobre el campo a trav¨¦s de los testimonios de los supervivientes. Es un tema recurrente. Pero la novedad es acercarse a trav¨¦s de una fuente hasta ahora ignorada, los restos materiales", explica Gil Hern¨¢ndez, quien espera poder acabar su investigaci¨®n antes de finales de a?o. "El problema de este enfoque es que el campo ya no existe. Conocemos una zona, a grandes rasgos, pero no hay nada porque fue debidamente desmantelado y el propio espacio donde estuvo situado fue dividido para crear un nuevo asentamiento humano, San Isidro. Es como si no hubiera existido. Apenas qued¨® un casucho utilizado como cocina", se lamenta. "Pero tenemos la suerte de que, al menos, existen los planos y podemos inferir su estructura", a?ade, en referencia a la documentaci¨®n encontrada en el archivo hist¨®rico de Salamanca.
El centro fue construido en 1937 por las autoridades republicanas, como campo de trabajo penitenciario, con una capacidad aproximada para 2.700 penados. Su ubicaci¨®n, cercana al puerto de Alicante, escenario de los estertores del conflicto y frustrada v¨ªa de escape de miles de republicanos, se convirti¨® al acabar la guerra en un "espacio ideal para la concentraci¨®n y posterior depuraci¨®n del nuevo r¨¦gimen dictatorial". Hablar de cifras es complicado. No existe libro de entradas y salidas y la ¨²nica referencia no oral es La Hoja Oficial de Alicante, que habla el 28 de abril de 1939 de "seis mil ochocientos rojos". Gil Hern¨¢ndez piensa que la cifra llegar¨ªa a duplicarse. "Podemos hablar sin problemas de m¨¢s de 12.000 personas en el momento ¨¢lgido", asegura, pero no da validez a las cifras de 15.000 a 20.000 internos manejadas a trav¨¦s de testimonios directos.
Respecto de las caracter¨ªsticas f¨ªsicas del campo, Gil Hern¨¢ndez define un espacio cercado por una doble alambrada, con edificios modulares de madera, dependencias para los guardas, barracones con literas, cocinas, almacenes, celdas de castigo y un hospital. Las condiciones de habitabilidad, aceptables durante la Rep¨²blica, se convierten en un infierno con la autoridad franquista. La sobresaturaci¨®n, de hecho, lleva a la construcci¨®n de un segundo grupo de instalaciones, conocido popularmente como el Campo Chico. Una existencia dif¨ªcil de concebir. Al hacinamiento inhumano, agravado por el calor propio de la zona, las carest¨ªas nutricionales y de higiene, hay que sumar la angustia, el terror, las torturas y vejaciones y lo que Gil Hern¨¢ndez no duda en calificar como "exterminio". "Hubo fosas comunes derivadas de fusilamientos masivos", asegura, y aporta como prueba el descubrimiento en huertos y jardines de la zona de abundantes restos ¨®seos en una zona que no fue habitada hasta 1957. Otros no murieron all¨ª. "La funci¨®n del campo es controlar y clasificar y los presos van saliendo. Se hacen ruedas de reconocimiento y se producen peregrinaciones de autoridades falangistas desde todos los puntos de Espa?a para reconocer gente y llev¨¢rsela para ajusticiarla en su pueblo de procedencia", explica. Tambi¨¦n se tiene constancia de que a cada fuga se contestaba con la eliminaci¨®n del recluso anterior y posterior de la lista. El espanto fue desmantelado. Pero no arrojado al olvido absoluto.
Antes de Auschwitz
El campo de Albatera fue dise?ado siguiendo los modelos de los campos generados por lo que Gil Hern¨¢ndez denomina "las nuevas guerras" de la era industrial, la Guerra Civil Norteamericana (Andersonville tiene el dudoso honor de los precursores) o la I Guerra Mundial. Instalaciones ordenadas, con la funci¨®n de concentrar y clasificar gente y con el rasgo com¨²n de la proximidad al ferrocarril, a modo de "gran cinta transportadora", seg¨²n la inquietante comparaci¨®n del arque¨®logo. Albatera cumple esas condiciones. Pero existen tambi¨¦n paralelismos escalofriantes con Auschwitz, el horror en may¨²sculas, el icono de la barbarie nazi. "No digo que los alemanes tomaran nota, pero el precedente de Albatera, que no era un campo de exterminio pero en el que se extermin¨® a gente, presenta muchas similitudes", anota. Y advierte: "La reflexi¨®n final es que en Espa?a hubo una represi¨®n muy dura aunque se pretenda correr un velo para no hablar con propiedad de las cosas".
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