China a los sesenta
El r¨¦gimen comunista emerge como un poder mundial repleto de inquietantes contrastes
China ha elegido para celebrar los 60 a?os de la Rep¨²blica Popular su rostro m¨¢s inquietante, el de una inacabable parafernalia b¨¦lica cruzando Tiananmen. Mensaje al mundo de una nueva fuerza en la escena mundial con la que hay que contar, pese a que los dirigentes comunistas consideren paranoica cualquier suspicacia occidental ante un poder¨ªo que crece vertiginosamente. Fortaleza que es s¨®lo la traslaci¨®n militar de una influencia pol¨ªtica y econ¨®mica a escala mundial con la que Mao, iniciador de la gran transformaci¨®n y la gran pesadilla, jam¨¢s lleg¨® a so?ar.
Todav¨ªa hace muy poco se profetizaba que el coloso asi¨¢tico de partido ¨²nico ser¨ªa la v¨ªctima mayor de la crisis econ¨®mica. Los despidos masivos de sus f¨¢bricas parec¨ªan apuntarlo. Un a?o despu¨¦s del estallido de Wall Street, sin embargo, Pek¨ªn est¨¢ en v¨ªas de restablecimiento y es parte activa en el esfuerzo de recuperaci¨®n global. La vida diaria de millones de chinos es miserable, pero el PC que dirige sus destinos, a falta de legitimidad democr¨¢tica exhibe como argumento final que hace al pa¨ªs m¨¢s rico y m¨¢s fuerte: mezcla de un crecimiento anual cercano al 10% desde que Deng Xiaoping abri¨® China al mundo y de los misiles intercontinentales que discurr¨ªan el 1 de octubre por las avenidas de la Ciudad Prohibida.
Los dirigentes chinos pretenden ofrecer una imagen de poder pac¨ªfico, cooperador e inofensivo, aunque entre sus amigos figuren algunos de los reg¨ªmenes m¨¢s abyectos del planeta. Nunca Pek¨ªn ha tenido tanta mano o proyecci¨®n en asuntos internacionales de importancia. Se trate de la conferencia sobre el clima, de sugerir el reemplazo del d¨®lar como moneda de reserva o de erigirse en interlocutor diplom¨¢tico imprescindible; sea para aplacar la insania nuclear de Corea del Norte (previamente fomentada por su quietismo) o para lubricar el di¨¢logo con Ir¨¢n.
Pero es un hecho que la trastienda del r¨¦gimen alberga demasiados cad¨¢veres. Unos llevan el nombre de la absoluta intolerancia comunista hacia cualquier disidencia pol¨ªtica o ¨¦tnica (Xinjiang, T¨ªbet). Otros, su implacable control de la justicia o la informaci¨®n o su exaltaci¨®n del nacionalismo hormonal. La superpotencia naciente, que todav¨ªa apunta grotescamente a Taiwan con cientos de cohetes, necesita m¨¢s que nunca resolver su dilema radical: c¨®mo expandir su prosperidad mientras un partido comunista mantiene en un pu?o el control del poder.
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