Reagrupament, un eco de viejas batallas
La configuraci¨®n del Reagrupament liderado por Joan Carretero como apuesta electoral de los independentistas contrarios al tripartito de la izquierda es una amenaza directa para Esquerra Republicana (ERC). Cabe recordar, sin embargo, que no es la primera vez que el partido republicano hace frente a una situaci¨®n de este tipo en la historia reciente. La anterior escisi¨®n que sufri¨® fue la del Partit per la Independ¨¨ncia (PI) de ?ngel Colom y Pilar Rahola, en 1996, y lo cierto es que la super¨® sin demasiados problemas.
Como ahora Carretero, tambi¨¦n Colom, que fue quien promovi¨® el abandono del federalismo por Esquerra, era en su momento inequ¨ªvocamente favorable a alinearse con CiU antes que con la izquierda. Ambos lo son de la misma forma que, a?os antes, en 1980, lo hab¨ªa sido igualmente otro secretario general de ERC, Heribert Barrera, que no por azar, y pese a su provecta edad, estaba el pasado fin de semana en la constituci¨®n de Reagrupament como nueva apuesta electoral para las elecciones auton¨®micas del a?o pr¨®ximo.
Esquerra ha perdido el brazo con el que peleaba para penetrar en el espacio pol¨ªtico del nacionalismo de CiU
Este Reagrupament independentista recuerda mucho al PI. Tambi¨¦n recuerda un poco al Reagrupament Socialista de Josep Pallach, precisamente porque ¨¦ste era tambi¨¦n partidario de aliarse antes con Converg¨¨ncia que con los partidos de la izquierda. Como, por cierto, hizo con mediocre resultado en las elecciones legislativas de 1977, las primeras celebradas tras la dictadura.
El nuevo Reagrupament tiene, como puede verse, unos antecedentes y unos parentescos bastante claros. Es un eco de viejas batallas. En su asamblea del s¨¢bado se produjo el mismo clima emotivo y sentimental al que Colom apelaba cuando rompi¨® Esquerra porque el partido se le iba hacia la izquierda. Y la misma aversi¨®n a la izquierda, concretada ahora en el rechazo de la alianza tripartita que gobierna actualmente la Generalitat.
La exaltaci¨®n patri¨®tica que Colom predicaba no estaba re?ida con el bien vivir y como flamante l¨ªder del PI tuvo muy pronto un imponente despacho en el paseo de Gr¨¤cia. Era inmenso, m¨¢s grande que el que hab¨ªa tenido Jordi Pujol en la misma calle cuando, en la d¨¦cada de 1970, combinaba su actividad pol¨ªtica con la bancaria. En 1996 era pertinente preguntarle a Colom qui¨¦n pagaba aquello y ¨¦l siempre respond¨ªa que todav¨ªa quedaban patriotas dispuestos a ayudar a la gran causa de Catalu?a.
Cuando, pasados los a?os y fracasado electoralmente el PI, Colom recal¨® en las filas de Converg¨¨ncia nadie se sorprendi¨®. Era lo previsible. Ahora, la evasiva que Colom daba en 1996 sobre la financiaci¨®n inicial de su PI ha terminado por dar paso a una clarificadora respuesta sobre la liquidaci¨®n de las deudas terminales de aquella aventura. El estallido del affaire Millet, ha hecho aflorar, s¨²bita e imprevistamente, un entramado de tuber¨ªas subterr¨¢neas que lo mismo conectaban con el PI que con la fundaci¨®n sat¨¦lite de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica, el partido de Jordi Pujol. Tubos por los que circulaba dinero. Tubos que conectaban lo que a fin de cuentas era el universo pujolista.
Podr¨ªa pensarse que el surgimiento de una nueva opci¨®n electoral en el campo del nacionalismo es tambi¨¦n una amenaza para CiU, en la medida en que en los ¨²ltimos a?os los convergentes se proclaman independentistas. Pero es lo contrario. Para Artur Mas se trata de un alivio. CiU es una formaci¨®n dram¨¢ticamente faltada de socios, obligada siempre a arrimarse a un PP al que detesta tanto como necesita en ausencia de otros eventuales aliados. Adem¨¢s, Carretero se convierte en un precioso escabel para CiU aunque s¨®lo sea por el desgaste que supone para ERC.
Con Carretero y sus seguidores, Esquerra perdi¨® a su ala derecha, la que en el dise?o ideal de Josep Llu¨ªs Carod y Joan Puigcerc¨®s ten¨ªa el atractivo requerido para penetrar en los ¨¢mbitos sociales y pol¨ªticos situados a medio camino entre el independentismo y el nacionalismo.
Lo que ha sucedido es otra cosa. En la disputa por este espacio pol¨ªtico, Esquerra ha perdido el brazo con el que peleaba. Ahora queda por ver si la consiguiente clarificaci¨®n de su perfil pol¨ªtico como fuerza de izquierda se convierte en una p¨¦rdida o una ganancia electoral.
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