La doctrina Trillo
La realidad pol¨ªtica de Espa?a es hoy la desconfianza generalizada. Lo dicen las encuestas: la enorme desconfianza que la gente siente ante la gesti¨®n de la crisis por parte del presidente, s¨®lo es superada por una desconfianza todav¨ªa mayor respecto de Mariano Rajoy. Zapatero tiene un enorme problema de credibilidad, Rajoy tambi¨¦n. ?No se les ha ocurrido pensar que quiz¨¢s compartiendo algunas reformas decisivas para encarar el futuro del pa¨ªs podr¨ªan salir los dos de este marasmo? No. Cada uno de ellos s¨®lo espera que el otro caiga m¨¢s bajo para salvarse ¨¦l.
Y en estas llega el momento en que el sumario del caso G¨¹rtel se abre y empiezan a chorrear datos que constatan lo sospechado: que hay met¨¢stasis generalizada en el PP. Tanto en el espacio -Valencia, Madrid, Castilla y Le¨®n, Galicia- como en el tiempo -de Aznar a Rajoy-, el tejido est¨¢ contaminado. Y Rajoy no tiene otra respuesta que "la indiferencia ante algunas cosas". Lo cual obliga a repetir una vieja pregunta: ?qui¨¦n tiene atrapado a Rajoy? En cualquier caso, Rajoy ha ca¨ªdo en el mismo error que ha cometido Zapatero con la crisis: empe?arse en negar lo que hace tiempo que es evidente. Cuando se empieza as¨ª, despu¨¦s es muy dif¨ªcil cambiar el ritmo y, sobre todo, que la gente se crea las actuaciones que se hagan. La confianza es una mercanc¨ªa muy delicada.
?C¨®mo puede Rajoy imponer su autoridad en el PP por el 'caso G¨¹rtel' si ha estado tanto tiempo sin reconocer el problema?
La imagen de Zapatero se ha descompuesto en un a?o porque la negativa a reconocer la realidad se ha transformado en sensaci¨®n de improvisaci¨®n y desconcierto cuando ha querido pasar a la acci¨®n. ?Qui¨¦n se equivoc¨® en el diagn¨®stico y no previ¨® la que ven¨ªa, c¨®mo puede acertar en las respuestas, que llegan con sensible retraso? Lo mismo le ocurre a Rajoy: ?c¨®mo puede imponer su autoridad en el partido por el caso G¨¹rtel cuando ha estado tanto tiempo sin querer reconocer la realidad del problema? Y efectivamente, cuando Rajoy decide tomar la iniciativa se constata su flaqueza: Camps y los suyos se han plantado: no quieren pagar por todos. Y Rajoy, disimulando.
A partir de ahora, cualquier medida que tome Rajoy estar¨¢ situada bajo una doble sospecha: la sospecha de que con sus silencios estaba amparando a alguien y la sospecha de que sus actuaciones no buscan aclarar los hechos, sino minimizar sus efectos. Y, mientras, se va descubriendo que la trama se extend¨ªa por toda la geograf¨ªa del partido y crece la sensaci¨®n de que quedan todav¨ªa muchas conexiones por descubrir. Hasta el punto de que, en unos casos por oportunismo y en otros porque no se puede negar a los lectores aquello de lo que habla todo el mundo, incluso la prensa af¨ªn al PP ha tenido que rendirse a la evidencia. Todos menos Rajoy, que sigue contemporizando y desconcertando al personal. Al intento fallido por parte del presidente del PP de reducir el caso a una cuesti¨®n valenciana, ha seguido la difusi¨®n de datos que demuestran que Rajoy ya no puede alegar que todo lo que ha pasado con G¨¹rtel le es ajeno. Al fin y al cabo, es ¨¦l quien tiene el mando supremo del partido y de sus dineros. Atrapado en este l¨ªo, Rajoy puede perder la oportunidad de dar la puntilla a un Gobierno cuyo l¨ªder se desdibuja por momentos.
La figura de Rajoy estar¨¢ siempre marcada por la ignominia de haber actuado con sectarismo y con deslealtad manifiesta con el Gobierno durante la tregua de ETA. La confusi¨®n mental, que es pol¨ªtica pero tambi¨¦n moral, que el episodio de la tregua demuestra, est¨¢ en el fondo del modo en que trata el caso G¨¹rtel. A Rajoy no le interesa ni la verdad de los hechos, ni la justicia, le interesa el encubrimiento de lo ocurrido. Es la aplicaci¨®n de la doctrina Trillo, de gloriosa memoria en el PP. Por tanto, no busca que los tribunales aclaren los hechos sino que los blanqueen, como hemos visto en la amistosa resoluci¨®n del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, presentada como un gran triunfo que, como era previsible, se diluy¨® en unas horas. Hay demasiada informaci¨®n para confiar en el pasteleo. A la vista de lo que se conoce, ni la piel de toro entera ser¨ªa manta suficiente para encubrir el tinglado. Claro que, en el peor de los casos, la doctrina Trillo tiene una soluci¨®n de emergencia, que ya aplic¨® en el caso del Yak-42: que paguen los subordinados y yo me lavo las manos. ?Sigue creyendo Rajoy que los espa?oles se lo pagar¨¢n con votos?
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