Un ins¨®lito incendio subterr¨¢neo azota las Tablas de Daimiel
La turba del subsuelo arde desde agosto tras cuatro a?os sin agua - Algunos cient¨ªficos alertan del da?o irreversible si no se inunda ya el parque nacional
El director del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel avisa. "Pise con cuidado, detr¨¢s de m¨ª y mirando al suelo. Esto puede hundirse en cualquier momento". Carlos Ruiz palpa con la punta de la bota antes de apoyar el pie. A veces el suelo se desprende. "A principios de a?o esta grieta del suelo med¨ªa unos cent¨ªmetros", explica apuntando a un hueco en el que cabe una persona.
Los libros de texto dicen que Ruiz camina sobre una laguna. Sin embargo, el suelo es polvoriento y por todas partes se abren enormes grietas. Donde la vegetaci¨®n cubre el terreno es mejor no adentrarse porque es f¨¢cil hundirse. "Todos los guardas se han ca¨ªdo alguna vez y hasta alg¨²n coche se ha quedado atrapado. Parece el resultado de un terremoto y va mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que pod¨ªamos prever".
Los guardas recorren el paraje en busca del humo que sale de la tierra
El 'carb¨®n vegetal' formado durante 300.000 a?os se ha secado y prende solo
Miles de pozos ilegales y la sequ¨ªa convierten en polvo las lagunas
El incendio supone un punto sin retorno en el deterioro del parque
Que el suelo est¨¦ agrietado en las Tablas es el antepen¨²ltimo s¨ªntoma de que todo lo que puede ir mal va peor. El antepen¨²ltimo, porque las grietas han desencadenado algo m¨¢s grave, como explica Luis Moreno, hidroge¨®logo del Instituto Geol¨®gico y Minero de Espa?a (IGME). Durante miles de a?os, bajo el agua de las Tablas se ha acumulado materia org¨¢nica, principalmente de origen vegetal. En esas condiciones, sin ox¨ªgeno y empapada en agua, se forma la turba, una especie de carb¨®n vegetal.
Cuando el suelo se seca, la turba pierde agua, se encoge y agrieta el terreno. El aire comienza a circular por los huecos. Y la turba, formada en ausencia de ox¨ªgeno, comienza a oxidarse y se calienta. Cuando supera cierta temperatura entra en autocombusti¨®n, arde sola bajo el suelo. La autocombusti¨®n no es m¨¢s que la oxidaci¨®n a toda velocidad.
La tr¨¢gica sucesi¨®n comenz¨® en las Tablas de Daimiel en 2005, cuando se secaron las lagunas. No era la primera vez que se agostaban, ya que las decenas de miles de pozos, legales e ilegales, que han proliferado en la zona en 40 a?os han esquilmado el inmenso acu¨ªfero que rebosaba en las Tablas y en los ojos del Guadiana. La sequ¨ªa en la cabecera del Tajo hizo que el Gobierno limitara los trasvases -de los que realmente viv¨ªa el humedal- hasta el parque nacional. La prioridad era el abastecimiento y el regad¨ªo en Murcia y Alicante.
El 26 de agosto pasado, Ruiz recibi¨® la llamada que tem¨ªa desde que en 2007 el IGME alert¨® de que de seguir las lagunas sin agua la turba entrar¨ªa en combusti¨®n. Ese d¨ªa un guarda le avis¨® de que de un agujero en el suelo cerca de la isla de las Ca?as sal¨ªa humo. Ruiz cree probable que el fuego llevara ya tiempo: "Agosto fue anormalmente c¨¢lido y ¨¦se fue el primer d¨ªa en que por la noche baj¨® la temperatura. Por eso lo vimos ese d¨ªa". El humo que sale es d¨¦bil, disperso. Apenas se ve. S¨®lo cuando hace fr¨ªo, por contraste con la temperatura exterior, se aprecian las fumarolas salir de las oquedades del terreno.
En julio, otro incendio en superficie en la zona de protecci¨®n del parque (la que se encuentra antes del espacio natural) se propag¨® a trav¨¦s de la turba y en septiembre reapareci¨® de nuevo en otro punto.
"Hemos secado las Tablas y ahora vemos las consecuencias. La turba est¨¢ seca y es un buen combustible", resume Moreno. Imaginar arder el subsuelo no es sencillo. "El fuego es como el de un puro. Lento y sin llama", a?ade. El director del parque tiene otro s¨ªmil: "Arde como el brasero de tu abuela". Dionisio, el primer trabajador que con una pala mec¨¢nica intentaba sofocar el incendio, se bajaba a tierra de vez en cuando sin dar cr¨¦dito a lo que ve¨ªa. "No pod¨ªa creer que la tierra ardiera", recuerda Ruiz. "Nunca hab¨ªa ocurrido en el parque", a?ade. Dicen que en 1986 un fuego de superficie pas¨® a la turba, "pero no fue autocombusti¨®n".
Al principio, el personal del parque no sab¨ªa c¨®mo atacar el fuego. Tras varios intentos bald¨ªos descubrieron que la ¨²nica forma era ir aplastando el terreno con palas mec¨¢nicas, para impedir que el aire oxigenase la turba. Luego lanzaron unas tuber¨ªas de dos sondeos de fincas compradas junto al parque. Las bombas lanzan agua continuamente sobre el terreno, pero hace falta un caudal ingente para conseguir frenar el fuego subterr¨¢neo.
Rosa Mediavilla, que dirige el proyecto del IGME que desde hace a?os estudia el subsuelo de las Tablas, recuerda c¨®mo desde el parque les llamaban desesperados. "Nos dec¨ªan que cuando ve¨ªan que en una zona se hab¨ªa apagado, surg¨ªa m¨¢s humo a 200 metros. El riesgo es que la zona afectada por las grietas es muy grande". Aunque no todo el parque tiene turba en el subsuelo, s¨ª hay enormes acumulaciones bajo el antiguo cauce del Guadiana.
El todoterreno que conduce Ruiz da un giro enorme siguiendo los restos del fuego subterr¨¢neo. El giro coincide con el meandro que hac¨ªa el r¨ªo. Los t¨¦cnicos del parque han calculado que han ardido unas cinco hect¨¢reas, pero en realidad nadie sabe cu¨¢nto ha sido. En esa zona hay unas 150 hect¨¢reas cuarteadas, susceptibles de arder. Aunque el 5 de septiembre dieron el fuego por acotado -"no por controlado"-, el mi¨¦rcoles pasado Ruiz volvi¨® a detectar una fumarola. Apagar un incendio de turba es extremadamente complicado. Un d¨ªa sin fumarolas no significa nada. El director del parque zanja: "No tengo la menor duda de que el fuego subterr¨¢neo sigue".
El humedal, una de las 14 joyas de la naturaleza espa?ola que est¨¢n catalogadas como parque nacional, se prepara para nuevos focos. Los t¨¦cnicos han creado un sistema de tuber¨ªas para poder empapar el suelo en las zonas susceptibles de arder. "Preparar este dispositivo para m¨ª es muy desagradable. Me gustar¨ªa que el parque tuviera 1.000 hect¨¢reas encharcadas, pero es lo que hay", reflexiona el director del espacio.
En s¨®lo dos puntos hay agua gracias a bombeos subterr¨¢neos. As¨ª los turistas pueden ver un resto de laguna. S¨®lo hay cinco hect¨¢reas inundadas, de las 1.600 encharcables del paraje.
Con todo, lo peor no es el incendio. Es lo que pasa en las Tablas: cuando parece que han tocado fondo surge un problema nuevo. Cuando se quedaron secas en 2005 nadie pens¨® que cuatro a?os despu¨¦s eso ser¨ªa lo de menos. Lo peor, lo verdaderamente grave, es que al quemarse la turba el suelo pierde sus propiedades. Lo que era un lugar llano pasa a ser como un "paisaje lunar", como lo define Moreno, un lugar con altibajos, con zonas hundidas. Y bajo tierra pierde la capa que durante 300.000 a?os ayud¨® a retener el agua.
As¨ª que cuando el agua vuelva -si vuelve- nadie garantiza que se vaya a quedar all¨ª como hasta ahora. Es posible que se filtre directamente al acu¨ªfero, que las Tablas, como las conocemos, s¨®lo existan en el recuerdo. "O actuamos ya o cuando el Cig¨¹ela [uno de los r¨ªos que abastec¨ªa Daimiel y por los que va el agua trasvasada] lleve agua puede que ¨¦sta no se quede y vaya directamente al acu¨ªfero", se desespera Mediavilla.
Ruiz tambi¨¦n es consciente de la gravedad de la situaci¨®n: "Me preocupa que sea irreversible al menos en una escala temporal humana". Moreno es m¨¢s pesimista. O quiz¨¢ m¨¢s realista: "El proceso es casi irreversible. El da?o est¨¢ hecho y no es recuperable. Llegamos tarde. Cuando el invierno pasado decid¨ªan si iba a haber un trasvase o no en realidad decid¨ªan si iba a arder la turba o no".
Despu¨¦s de dos a?os sin aportaciones externas de agua, el parque pidi¨® a principios de a?o un trasvase. El Gobierno esper¨® a que mejorara la situaci¨®n en los embalses del Tajo para que el consumo humano en Levante estuviera garantizado. Al final, el 23 de abril aprob¨® el env¨ªo de 20 hect¨®metros c¨²bicos de agua (cada hect¨®metro equivale a un volumen como el del estadio Santiago Bernab¨¦u). El trasvase se demor¨® y cuando en mayo sali¨® el agua era demasiado tarde. El Cig¨¹ela est¨¢ tan seco que chupa casi toda el agua. Como explica Moreno, "es como mandar el agua a trav¨¦s de una esponja". Adem¨¢s, con el calor de la ¨¦poca la evaporaci¨®n es mayor. S¨®lo llegaron al parque 0,75 hect¨®metros, el 3,75% de lo trasvasado. Insuficiente. Mediavilla se?ala que "la ¨²nica soluci¨®n es inundar las Tablas de nuevo. Pero hacerlo ya. Lo que estamos viendo es alarmante". La cient¨ªfica del IGME ve con preocupaci¨®n c¨®mo el humedal emite en forma de CO2 el carbono almacenado durante miles de a?os: "Un humedal regula el ciclo del carbono. Cuando est¨¢ vivo retiene CO2, act¨²a como sumidero. Ahora ha pasado a ser un emisor y en dos a?os no s¨¦ lo que puede pasar".
Moreno asegura que no se puede confiar en las lluvias: "La naturaleza no va a frenar el proceso, por mucho que llueva". Ni un oto?o extremadamente h¨²medo paliar¨ªa el d¨¦ficit del acu¨ªfero de La Mancha, cifrado en m¨¢s de 3.000 hect¨®metros c¨²bicos. En la zona de las Tablas el agua se encuentra ya a 26 metros de profundidad, cuando hace 25 a?os rebosaba all¨ª. S¨®lo un trasvase, desde el Tajo o desde los embalses de Gasset o Torre de Abraham, en la cuenca del Guadiana, aliviar¨ªa el parque. Moreno ironiza: "Yo soy un m¨¦dico que atend¨ªa a un enfermo cr¨®nico y grave. Ahora vemos que en los ¨²ltimos meses ha empeorado, est¨¢ en la UVI. Y si no le inyectamos suero r¨¢pidamente en forma de trasvase se muere".
Los ecosistemas no responden siempre de manera lineal. A veces llegan a puntos de no retorno, en el que un cambio abrupto los hace irrecuperables. El director del parque apunta a que ¨¦ste puede ser el caso: "Siempre pensamos que las Tablas era un sistema muy resistente y vers¨¢til. Las hemos visto secas en los ochenta y los noventa y cuando volv¨ªa el agua se recuperaban. Pero esta vez puede ser distinto". En las Tablas, lo peor siempre est¨¢ por llegar.
50 a?os de agon¨ªa
En las Tablas no hay un ¨²nico culpable. El humedal comenz¨® a morir en 1956, con la ley sobre saneamiento y colonizaci¨®n de los terrenos pantanosos a los m¨¢rgenes de los r¨ªos Cig¨¹ela y Z¨¢ncara. La norma convert¨ªa terrenos incultos de car¨¢cter pantanoso o encharcadizo en regad¨ªo. Entonces parec¨ªa imposible secar La Mancha h¨²meda, una comarca en la que el agua manaba en el suelo. El acu¨ªfero 23 rebosaba.
Jos¨¦ Jim¨¦nez, director de parques nacionales, del Ministerio de Medio Ambiente, define que hoy la situaci¨®n es de extrema emergencia. Jim¨¦nez vive en Ciudad Real y hace 20 a?os a¨²n paseaba en las barcas de quilla plana por las Tablas. Conoce el problema: O lo recuperamos en poco tiempo o el deterioro de las turbas ser¨¢ irreversible. Aunque admite que hace falta un trasvase urgente, advierte de que ¨¦sa no es la soluci¨®n definitiva: O vuelven a manar los ojos del Guadiana [se secaron en 1986] o la recuperaci¨®n ser¨¢ falsa.
La pega es que nadie que haya visitado el lugar apostar¨ªa a que vaya a ver agua brotar de los ojos. Incluso junto al parque, los pivots (sistema de riego por aspersi¨®n) inundan cebollas o ma¨ªz, sobreexplotando el acu¨ªfero. Las organizaciones agrarias tienen aqu¨ª un enorme poder y las administraciones ven m¨¢s votos en la agricultura que en las lagunas.
Ahora se riega la vi?a, que era de secano. Aunque el problema viene de hace muchos a?os, quien firm¨® eso estaba firmando contra las Tablas, afirma Luis Moreno: Tenemos que decidir si queremos un humedal o una reserva de caza. Aunque ser¨ªa de jabal¨ªes y conejos, que es lo que hay ahora, no de patos y aves acu¨¢ticas como las que se cazaban hasta principios de los setenta.
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