Coraz¨®n arriba, coraz¨®n abajo
No se organizan unos Juegos Ol¨ªmpicos con un eslogan est¨²pidamente sentimental. "Corazonada", escogido para movilizar cierto tipo de patriotismo, debe de haber resultado indignante para el COI
En Cartas al director de este mismo diario, el 3 de octubre pasado, don J. A. Cano Barbero lamenta que, en relaci¨®n con la "corazonada", nadie haya osado salir a los medios, ni antes ni despu¨¦s, a protestar. Empezar¨¦ por decirle, para su satisfacci¨®n o al menos su consuelo, que el esp¨ªquer de Cuatro invit¨® al p¨²blico a que el que quisiera le telefonease al estudio diciendo c¨®mo hab¨ªa sentido la candidatura de Madrid a los Juegos Ol¨ªmpicos. El pobre Gabilondo hab¨ªa calculado mal, porque era harto improbable, socialmente, que se diese la redundancia de que llamase alguno de esa "inmensa mayor¨ªa" de partidarios que se hab¨ªa dado por supuesto, como no fuese para recargar con culpas el gran disgusto de la frustraci¨®n: "?Era ya nuestro, y nos lo han robado descaradamente!". Lo normal, lo esperable, era que llamasen los "negacionistas"; el amigo m¨ªo que lo vio en la pantalla a?ade que el esp¨ªquer parec¨ªa incluso "esforzarse" porque saliese alguno que "diese positivo". ?Nadie!, y mi amigo es de fiar. Gabilondo, casi como un afiliado a esa secta nueva del "Pensamiento emocional / positivo", se doli¨® al constatar tanto negacionismo en una cosa que, como otros muchos, piensa que une a los espa?oles, aunque, como ya he dicho, el resultado no era, en modo alguno, estad¨ªstico, porque no pod¨ªa ser neutral, como no puede serlo, en principio, ninguna encuesta en que los encuestados son aquellos que escojan libremente responder a la oferta de opinar, y no personas se?aladas al azar por los encuestadores. En aquella encuesta voluntaria, a quienes importaba hacer valer su opini¨®n era precisamente a los que se sent¨ªan no haber sido dados por supuesto, tanto menos en medio de aquella delirante atm¨®sfera de tan patri¨®ticas como presuntuosas previsiones de unanimidad.
Deb¨ªa de saber de sobra, o deb¨ªa haber sabido, como todos sab¨ªamos, que los Juegos iban a R¨ªo
Us¨® el astuto recurso populista de incitar a la masturbaci¨®n emocional colectiva
Unanimidad, que, por lo dem¨¢s, no han compartido las cuatro ciudades aspirantes, en parte, quiz¨¢s, porque les ha faltado un condotiero emocional tan irresponsable como Ruiz-Gallard¨®n, consciente del valor pol¨ªtico del deporte como instrumento de control social, cosa que no es ahora, pero que se ha desmesurado inmensamente con la imponente, jam¨¢s imaginable, hipertrofia que ha sufrido el deporte en estos ¨²ltimos 25 o 30 a?os, hasta convertirse en m¨¢ximo o virtualmente ¨²nico contenido del patriotismo tanto nacional como perif¨¦rico.
La proclamaci¨®n solemne la hizo el Abc del 8 de octubre del 2008 en un editorial titulado El orgullo de ser espa?ol, que empezaba con estas palabras: "A d¨ªa de hoy, Espa?a es una gran potencia deportiva al m¨¢s alto nivel internacional". A continuaci¨®n cantaba las victorias de la selecci¨®n nacional de f¨²tbol, de Rafael Nadal, de Pau Gasol, de Alberto Contador y otros dos ciclistas, de Fernando Alonso, "heredero genuino de los m¨¢s grandes pilotos de la historia" ("historia" pon¨ªa, s¨ª, es literal). M¨¢s adelante se le¨ªa lo siguiente: "En tiempos confusos para la vertebraci¨®n territorial del Estado, el deporte est¨¢ jugando un papel relevante porque aglutina las emociones comunes y demuestra la fuerza de la unidad frente a las absurdas tentaciones pol¨ªticas disgregadoras". Pero sobre esta misma preocupaci¨®n unitaria, el editorial se equivocaba, en cierta curiosa manera indirecta, unos p¨¢rrafos m¨¢s abajo, al decir: "... los deportistas no son f¨¢ciles de atraer hacia causas localistas y cerradas, como pretenden algunos pol¨ªticos nacionalistas con su habitual cortedad de miras", lo cual es, en principio, objetivamente cierto, salvo que el Bar?a, queriendo o sin quererlo, no ha sido tan corto de miras al anticiparse largamente a todos los dem¨¢s en apuntar m¨¢s lejos que ninguno de ellos en cuanto a transfigurar el deporte -el "deporte rey", en este caso- en un importante componente o contenido de la patria. Hoy, muchos a?os despu¨¦s, aquella genial inspiraci¨®n de "El Bar?a es m¨¢s que un equipo" se ha cumplido, a escala nacional, como "Espa?a no es m¨¢s que un equipo".
Sacar adelante al "equipo Espa?a" fue lo que se le meti¨® alocadamente en la cabeza al alcalde de Madrid. Por cierto que otros han dicho ya "la marca Espa?a" y Naomi Klein, aun m¨¢s apropiadamente, dir¨ªa "el logo Espa?a", porque sin duda el enorme incremento de las publicidades nacionales, en detrimento de los gastos en "producci¨®n administrativa", ha convertido las naciones en puros "logos". De esas permanentes campa?as publicitarias forman parte, naturalmente, las actividades deportivas. Gallard¨®n buscaba la grandeza y la gloria de Espa?a en el prestigio y la fama de Madrid. La ¨ªndole publicitaria de los Juegos Ol¨ªmpicos se manifiesta ya en los procedimientos puestos en juego para conseguirlos, salvo que los estrepitosos movimientos de masas, las multitudinarias convocatorias en torno a estrados de tarima levantados en las grandes plazas, con su cantante y todo, y sobre todo el eslogan est¨²pidamente sentimental de "la corazonada" son contraindicados, cuando no contraproducentes, para inclinar o doblegar la opini¨®n de un comit¨¦ de votantes. "Corazonada", que fue indudablemente excogitado para seducir y arrastrar a los madrile?os, podr¨ªa incluso -de haber habido alguna posibilidad de descabalgar a R¨ªo- haber resultado indignante para aquel comit¨¦: "?Conque tendr¨ªamos que d¨¢rselo a Madrid porque el alcalde ha tenido una corazonada? ?Hasta ah¨ª podr¨ªamos llegar!". "Corazonada" es una cosa tan huera y tan m¨¢gica como "A la tercera va la vencida".
La fidelidad al propio equipo, que dura toda la vida, hace pensar que el patriotismo deportivo ha emulado a los patriotismos nacionales, fundados en el antagonismo, incorporando el factor de la territorialidad. El patriotismo del deporte representa, por pretendida ficci¨®n (Veblen), el antagonismo puro, vac¨ªo, sin contenido alguno, o el patriotismo gen¨¦rico, indeterminado, que, de rechazo, trasluce la propia gratuidad del patriotismo armado.
Trat¨®, en efecto, de seducir al renuente p¨²blico reconduciendo y compensando su nulidad pol¨ªtica corporativa con el astuto recurso populista de incitarla al esperp¨¦ntico vicio de la masturbaci¨®n emocional colectiva. Deb¨ªa de saber de sobra, o deb¨ªa haber sabido, como todos sab¨ªamos, que los Juegos Ol¨ªmpicos estaban dados a R¨ªo de Janeiro, a Lula da Silva, el actual amado de los dioses de Occidente. La irracionalidad era su flauta, la corazonada su melod¨ªa; sab¨ªa que ni?os y ratones se van tras la m¨²sica, no tras las palabras, y lo que hizo con los ratones fue lo que hizo el de Hamelin: despe?arlos; y cuando por fin sali¨® que Madrid no, eran much¨ªsimos los que lloraban; pero lo m¨¢s sorprendente para m¨ª fue que lloraran tambi¨¦n muchas mujeres: ?en qu¨¦ lucha hab¨ªan perdido?; me parece que su competici¨®n era la de la corazonada, pues los americanos han demostrado hasta qu¨¦ punto la elecci¨®n para los Juegos Ol¨ªmpicos tambi¨¦n era sentida, en s¨ª misma, como una competici¨®n deportiva de las cuatro ciudades -y sus naciones- entre s¨ª.
El New York Times lo dec¨ªa de esta manera, sobrentendiendo el presidente Obama: "No s¨®lo ha fracasado en traer el oro a casa, sino tambi¨¦n la plata y el bronce".
Rafael S¨¢nchez-Ferlosio es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.