"Dios es el silencio del universo"
Camin¨¢bamos una ma?ana de enero de 2006 por las calles de Sevilla Pilar del R¨ªo, Sof¨ªa Gandarias, Jos¨¦ Saramago y yo en direcci¨®n al Paraninfo de la Universidad Hispalense para participar en un simposio sobre Di¨¢logo de civilizaciones y modernidad. A las nueve de la ma?ana, mientras atraves¨¢bamos la plaza de la Giralda, comenzaron a repicar las campanas alocadamente. "Tocan las campanas porque pasa un te¨®logo", dijo con su habitual sentido del humor Saramago. "No", le contest¨¦ en el mismo tono, "repican las campanas porque un ateo est¨¢ a punto de convertirse". "Eso nunca", me respondi¨®. "Ateo he sido toda mi vida y ateo morir¨¦". De inmediato record¨¦ una po¨¦tica definici¨®n de Dios que le recit¨¦ sin vacilaci¨®n: "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio". "Esa definici¨®n es m¨ªa", reaccion¨® enseguida el premio Nobel. "Efectivamente, por eso la he citado", le contest¨¦. "Y esa definici¨®n est¨¢ m¨¢s cerca de un te¨®logo m¨ªstico que de un ateo". Se trata, a mi juicio, de una de las m¨¢s bellas definiciones de Dios, que merecer¨ªa aparecer entre las veinticuatro -con ella, veinticinco- de El libro de los veinticuatro fil¨®sofos (Siruela, 2000).
La obra literaria de Saramago es una permanente lucha tit¨¢nica contra Dios. Como lo fuera la del Job b¨ªblico, quien maldice el d¨ªa que naci¨®, siente asco de su vida y osa preguntar a Dios, en tono desafiante, por qu¨¦ le ataca tan violentamente, le oprime de manera tan inhumana y le destruye sin piedad. O como el patriarca Jacob, quien pasa toda una noche peleando a brazo partido contra Dios y termina con el nervio ci¨¢tico herido. No es el caso de Saramago, que nunca se ha dado por vencido y ha salido siempre indemne del combate. A sus 87 a?os sigue pregunt¨¢ndose y preguntando a los te¨®logos y creyentes qu¨¦ diablo de Dios es este que, para enaltecer a Abel, tiene que despreciar a Ca¨ªn.
Familiarizado con la Biblia, la jud¨ªa y la cristiana, recrea con humor, un humor iconoclasta de lo divino y lo humano, algunas de sus figuras m¨¢s emblem¨¢ticas. Lo hizo hace veinte a?os en El evangelio seg¨²n Jesucristo. Vuelve a hacerlo ahora en la novela Ca¨ªn, donde recrea literariamente el mito b¨ªblico. La Biblia presenta a Ca¨ªn como el asesino de su hermano Abel empujado por la envidia y a Dios como "perdonavidas". Saramago invierte los papeles del bueno y del malo, del asesino y del juez. Responsabiliza a dios (siempre con min¨²scula) de la muerte de Abel y le acusa de ser rencoroso, arbitrario y enloquecedor de las personas. Ca¨ªn mata a su hermano no arbitrariamente, sino en leg¨ªtima defensa, porque dios le hab¨ªa preterido en su favor. Y lo mata porque no puede eliminar a dios.
Se comparta o no esta lectura de la Biblia jud¨ªa, creo que hay que estar de acuerdo con Saramago en que "la historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios: ni ¨¦l nos entiende a nosotros, ni nosotros lo entendemos a ¨¦l". ?Excelente lecci¨®n de contra-teolog¨ªa!
Cualquiera que fuere la responsabilidad de Ca¨ªn en la muerte de su hermano, queda en pie la pregunta "?d¨®nde est¨¢ tu hermano?". Y la respuesta no puede ser un evasivo "no s¨¦. ?Soy yo acaso el guardi¨¢n de mi hermano?", sino, siguiendo con la Biblia, la par¨¢bola evang¨¦lica del buen samaritano.
Juan Jos¨¦ Tamayo es premio Mundial del Presidente de T¨²nez 2009 por su libro Islam. Cultura, religi¨®n y pol¨ªtica (Trotta, 2009).
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