"Fazer insigne librer¨ªa"
La biblioteca del monasterio de San Lorenzo de El Escorial rivaliza en riquezas con la del Vaticano
"Fazer insigne librer¨ªa". Tal fue la consigna con la que el poeta Diego Hurtado de Mendoza persuadi¨® a Felipe II para que instalara en el monasterio jer¨®nimo de San Lorenzo de El Escorial una gran biblioteca. Mentores del proyecto fueron tambi¨¦n los humanistas Juan P¨¢ez de Castro, Ambrosio de Morales y Benito Arias Montano. De Morales propon¨ªa aunar en ella los impresos y manuscritos dispersos desde la Edad Media por todo el pa¨ªs. Por su parte, Montano (1527-1598), ¨²nico humanista de Europa diestro en la hexaplax (el conocimiento de las seis lenguas griego, lat¨ªn, castellano, arameo, sir¨ªaco y toscano), quiso convertir la biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, a 50 kil¨®metros de Madrid, en una verdadera ciudad del saber en letra escrita. As¨ª lo decidi¨® el monarca. Pero no fue una librer¨ªa cualquiera, sino la m¨¢s deslumbrante de cuantas tienen asiento en Espa?a.
El esfuerzo de todos y la complicidad del rey lograron que la librer¨ªa escurialense, ricamente ornamentada por Pellegrino Tibaldi bajo directrices de Juan de Herrera, llegara a rivalizar con las ¨¢ureas entre las bibliotecas europeas: la Vaticana de Roma, la Medicea Laurenciana, de Florencia, y la Marciana de Venecia. En su horizonte brillaba a¨²n la estela de la magna biblioteca de P¨¦rgamo, mimada por Marco Antonio, que inspirara la excelsa Biblioteca de Alejandr¨ªa.
?Qu¨¦ contienen los anaqueles de bru?ida madera que jalonan la enorme estancia de la biblioteca escurialense? Responde Octavio U?a Ju¨¢rez, ex director del Real Colegio de Mar¨ªa Cristina: "Hasta 200 incunables; c¨®dices griegos y latinos y de las lenguas conocidas, se?aladamente ¨¢rabes -la mejor colecci¨®n del mundo-, as¨ª como las nativas peninsulares, catal¨¢n, gallego, portugu¨¦s, incluso occitano". Igualmente, de las numeros¨ªsimas joyas de esta excelsa biblioteca destellan con luz propia 67 c¨®dices miniados bizantinos adquiridos por agentes de Felipe II en los muelles de Venecia, donde atracaban nav¨ªos procedentes de la Constantinopla yugulada por los turcos. Tambi¨¦n descansa en sus amplias estancias la correspondencia de los embajadores de la Seren¨ªsima autoridad veneciana, emporio naviero-comercial europeo. Por ende, los saberes conocidos entonces sobre bot¨¢nica, zoolog¨ªa, astronom¨ªa, qu¨ªmica, matem¨¢ticas, incluso astrolog¨ªa y magia, por impulso del culto monarca.
La relaci¨®n de su cat¨¢logo ser¨ªa interminable: un libro atribuido a la misma mano de san Agust¨ªn, De bautismo parvulorum; otro de Ibn Jald¨²n; De figura cubica tractatus, de Juan de Herrera; libros impares como De humani corporis fabrica, de Vesalio, o una carta del emperador de Bizancio a los reyes de Le¨®n, am¨¦n de gemas manuscritas por Teresa de Jes¨²s.
"Con el discurrir del tiempo le fueron agregados los fondos ¨¢rabes del pol¨ªgrafo As¨ªn Palacios, am¨¦n del archivo musical del padre Soler y la biblioteca de la Orden Agustiniana, m¨¢s la revista La Ciudad de Dios, que inspirara a Jos¨¦ Ortega y Gasset para crear su Revista de Occidente...", explica Octavio U?a Ju¨¢rez, quien recuerda una visita a la biblioteca escurialense del canciller federal germano Konrad Adenauer: "Al mostrarle el Libro de gestas de Carlos V, el gran pol¨ªtico alem¨¢n llor¨® de intensa emoci¨®n".
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