El PP despierta al monstruo
Entre los muchos logros del proceso auton¨®mico gallego no est¨¢ precisamente la normalizaci¨®n de la lengua propia. La consolidaci¨®n del idioma ha sido un fracaso -o un no ¨¦xito, si quieren- similar al del mantenimiento de la sociedad y la econom¨ªa rurales o al del desarrollo urban¨ªstico civilizado. Habr¨¢ muchas razones, aunque ignoremos la mayor¨ªa, porque la socioling¨¹¨ªstica ha discurrido m¨¢s por caminos de la correcci¨®n pol¨ªtica que del an¨¢lisis cient¨ªfico, y la pol¨ªtica ha echado mano de la literatura de evasi¨®n para ahorrarse el debate. Atrib¨²yanlo si quieren al calent¨®n del momento, pero creo que la manifestaci¨®n del pasado domingo puede constituir un punto de giro sobre los pasados 30 a?os.
La manifestaci¨®n en defensa del gallego puede ser un punto de giro sobre los pasados 30 a?os
Sobre el fracaso, el principal es que pese a esas tres d¨¦cadas de uso oficial y lit¨²rgico (o quiz¨¢s por ello), todav¨ªa sigan vigentes los estereotipos m¨¢s rancios. Desde el autoodio en viejos y j¨®venes al clasismo. Perm¨ªtanme ilustrarlos con unas an¨¦cdotas recogidas v¨ªa redes sociales. "O ghallegho non sirve para nada! Que vas a Madrid e non te entenden!", les chill¨® un patr¨®n a unos j¨®venes que le preguntaron por un camino en una aldea. En un campamento de la Xunta, en Viveiro, el pasado verano, ninguno de los adolescentes participantes hablaba gallego. A uno que cometi¨® el error de contestar una vez en ese idioma a un monitor, le qued¨® el apodo de El gallego. Una logopeda viguesa contaba la reacci¨®n de la m¨¦dica a la que se le dirigi¨® en gallego: "Ah, puedes hablarlo sin problema... pero, ?t¨² tienes estudios, verdad?".
El segundo de los fen¨®menos inexplicados es la discreta popularidad de la asignatura de gallego entre los estudiantes. Quiz¨¢ pueda deberse a la actitud de muchos padres, desde el menosprecio manifiesto a los puntuales, pero constantes resoplidos por cosas como que "abogado" o "m¨®vil" se escriban respectiva e inexplicablemente con V y B (igual, por otra parte, que en el idolatrado ingl¨¦s). O quiz¨¢ a la de algunos profesores, que tratan a los alumnos como rehenes o cobayas de filias y fobias que no debieran salir del ¨¢mbito filol¨®gico universitario.
Todas estas cosas se sab¨ªan, pero no se dec¨ªan, hasta que vino el efecto cocacola. Contaba ese mismo domingo Elvira Lindo en este peri¨®dico la reacci¨®n de las industrias de bebidas azucaradas ante la pretensi¨®n de subir los impuestos que las gravan en Estados Unidos. Hicieron una masiva campa?a publicitaria, centrada no en defender las posibles excelencias de los refrescos, sino la libertad de la gente para beber lo que quiera sin injerencias del Gobierno (de momento, los c¨¢rteles colombianos no han tomado nota). Esa misma fue la estrategia que siguieron aqu¨ª los castellanistas antes de que el ¨¦xito los impulsara al matonismo perdonavidas. Y frente a ella no hubo mucho m¨¢s que el torpe recurso de exigir el cumplimiento de las leyes, como si las leyes no las cambiasen los parlamentos y los gobiernos a conveniencia suya, o de los ciudadanos.
La manifestaci¨®n del domingo puede significar un cambio de rumbo. El BNG reprimi¨® la habitual y humana tendencia a capitalizar las movilizaciones, aunque el esquema era calcado al del D¨ªa da Patria, empezando por la terquedad en convocarla en Santiago, s¨ªmbolo de lo oficial y entramado urbano en el que cualquier manifestaci¨®n que supere los 20.000 asistentes queda desdibujada. El PSdeG particip¨® en ella, aunque sin m¨¢s alardes que incluir un ministro. O sea, abandon¨® la propensi¨®n tradicional a nadar entre dos aguas y pretender adem¨¢s guardar la ropa, y se supone que tambi¨¦n la tentaci¨®n de apuntarse a una inexistente tercera v¨ªa entre unos y otros.
Los organizadores tuvieron aciertos argumentales, como explicitar que el gallego une hasta a los que hablan castellano. Y errores estrat¨¦gicos, como la consabida man¨ªa de culpar a los medios de comunicaci¨®n, cuando adem¨¢s quien se retrat¨® el domingo no fue precisamente TVG, sino el lunes los peri¨®dicos que tuvieron el valor de relegar 50.000 manifestantes al ¨²ltimo lugar de una portada y a p¨¢gina par interior. O los llamados medios nacionales, que parecen no haber reparado en que, comparando poblaciones y estimaciones de la polic¨ªa, la manifestaci¨®n de Santiago fue al menos tres veces m¨¢s numerosa que la de Madrid contra el aborto.
Lo del domingo es, adem¨¢s, ¨²nicamente la punta del iceberg de todo lo que est¨¢ pasando. Ignoro qu¨¦ compromisos, aqu¨ª o all¨¢, han llevado al PP de Galicia a tomar ese rumbo, pero creo que ha despertado a un gigante dormido. Y adem¨¢s le ha devuelto la ilusi¨®n. Hay m¨²ltiples iniciativas de la sociedad civil, a veces torpes, quiz¨¢s duplicadas y dispersas, imaginativas o no, que crecen exponencialmente. Miles de personas que se apuntan para hacer algo, aunque no sepan de momento qu¨¦. Artistas y escritores que quedan para dedicar fines de semana a patear calles y llamar en puertas a favor de la vieja nueva lengua. Como dec¨ªa el verso de Ux¨ªo Novoneyra que me pis¨® el domingo Carlos Call¨®n, a forza do noso amor -de tanto amor- non pode ser in¨²til.
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