'La cena de los idiotas'
El argumento de la divertida pel¨ªcula francesa La cena de los idiotas refleja, en miniatura, el escenario de la crisis que estamos padeciendo.
Ejecutivos elitistas se disputaban el placer de conseguir invitar a la persona que consideraban m¨¢s idiota. El verdadero protagonista del film es precisamente el supuesto idiota. Fran?ois Pignon es una persona poco agraciada, torpe de expresi¨®n, humilde y t¨ªmido. Sus anfitriones olvidaron que trabajaba como inspector de Hacienda y que sus preguntas iban a resultar embarazosas, cre¨¢ndoles situaciones inc¨®modas que revelar¨ªan d¨®nde radicaba la verdadera estulticia.
Trasladando la trama a los tiempos presentes, podemos imaginarnos a nuestro protagonista asistiendo a varios tipos de cena.
Las multimillonarias retribuciones y jubilaciones son intr¨ªnsecamente perversas
Los principales contribuyentes son los de ingresos medios y bajos
Primera cena. Invita un grupo de altos ejecutivos financieros. Se produce un pugilato entre los anfitriones sobre su habilidad para falsear los resultados contables y presentarlos como sanos y s¨®lidos. Pignon pide disculpas por terciar en sus brillantes exposiciones y pregunta ingenuamente c¨®mo se puede dar por bueno un asiento contable absolutamente falso.
Las carcajadas estallan al un¨ªsono y apenas se dignan explicarle que los organismos reguladores no se fijan en esas minucias. A?aden que si son descubiertos sus abogados sostendr¨¢n, donde proceda, que se trata de ingeniosos artificios contables producto de la creatividad e imaginaci¨®n de sus privilegiadas mentes.
Segunda cena. En esta ocasi¨®n se unen a la cena ni m¨¢s ni menos que el presidente del Fondo Monetario Internacional y el secretario del Tesoro estadounidense. Se vislumbraba la bancarrota de Lehman Brothers. Nuestro personaje pregunta si son ciertos los rumores y uno de los asistentes le contesta: "Mire, realmente ¨¦ramos demasiado codiciosos. Por eso tenemos que controlar nuestra codicia con una regulaci¨®n mejor". Casi sin voz se atreve a comentar: "Pero la codicia es un pecado, ?por qu¨¦ simplemente corregirlo?". Reconocieron que ser¨ªa conveniente reconsiderar el sistema de remuneraci¨®n de los altos ejecutivos. Alguno advirti¨® solemnemente: "Si no hay reglas globales (sobre las remuneraciones) habr¨¢ una fuga de talentos".
El buen Pignon les coment¨® que hab¨ªa le¨ªdo que el FMI no goza de simpat¨ªas en los pa¨ªses menos desarrollados. Sus recetas son duras: saneamiento del presupuesto a expensas del gasto social. Reducci¨®n del Estado y puesta de toda su maquinaria al servicio de la deuda externa. Hab¨ªa o¨ªdo que en algunos pa¨ªses facilitaron golpes militares para establecer sistemas antidemocr¨¢ticos que, adem¨¢s de violar los derechos humanos,colocaban a responsables econ¨®micos proclives a estas tareas. De manera cort¨¦s pero tajante afirmaron que ellos nunca organizaron golpes militares. All¨ª termin¨®, por esta vez, la cena.
Tercera cena. En esta ocasi¨®n los convocantes incorporaron a la cena a algunos intelectuales de prestigio. Pignon sinti¨® que, por primera vez, lo que estaba oyendo le resultaba sugerente. Joseph E. Stiglitz plante¨® si era posible atender simult¨¢neamente a dos grandes desaf¨ªos, el cambio clim¨¢tico y la crisis econ¨®mica, manteniendo o intentando mejorar el PIB (producto interior bruto) pero sin elevarlo a la categor¨ªa de fetiche intocable. Alguien mencion¨® la Tasa Tobin, y la conveniencia de un impuesto fuerte sobre las transacciones financieras. Despu¨¦s se enter¨® de que James Tobin es un economista estadounidense que lanz¨® ¨¦sta y otras ideas sobre impuestos a la producci¨®n armamentista. Su osad¨ªa suscit¨® la airada respuesta de los neoliberales, que llegaron a insinuar que se trataba de un sesgado apoyo al desarme frente al enemigo y un apoyo al tan denostado pacifismo. Les record¨® que el asesor especial del secretario general de la ONU en materia de finanzas para el desarrollo, Philippe Douste-Blazy, hab¨ªa anunciado: "Nos enfrentamos a una crisis de ¨¦tica, a un problema de cinismo del propio sistema. No podemos seguir como hasta ahora".
La intervenci¨®n de Claudio Magris fue ilustrativa. "El liberalismo dice que la libertad de un individuo termina donde se inicia la del otro; los anarcocapitalistas que no se preocupan de estos l¨ªmites y estas tutelas no pueden declararse liberales m¨¢s de lo que lo podr¨ªa ser un estalinista".
La ¨²ltima cena. Al parecer, sus anfitriones le hab¨ªan tomado cari?o y volvi¨® a ser invitado. Acept¨® no sin cierto escepticismo, pero pens¨® que los intelectuales hab¨ªan trazado un camino posible hacia horizontes m¨¢s dignos. Esta vez el tema versaba sobre los impuestos. Qu¨¦ le iban a contar a ¨¦l que era inspector de Hacienda. Cada vez que surgen estos desagradables temas los sectores privilegiados reaccionan airados y con un cierto desd¨¦n. El sistema est¨¢ trazado y nadie conseguir¨¢ enmendarlo. Se paga por lo que se consume y se contribuye por los ingresos medios y bajos. Todo lo dem¨¢s es discutible pero, seg¨²n sus anfitriones, intangible.
Pignon insinu¨® que algunos pretenden hacer cambios basados en la raz¨®n y en la opini¨®n de las mayor¨ªas. Si unimos la raz¨®n y la mayor¨ªa, el paso hacia el cambio es inobjetable. Entendi¨® que quien proponga soluciones novedosas en busca de la justicia tributaria como instrumento para conseguir una mejor justicia social se convierte autom¨¢ticamente en un enemigo del pueblo. Pignon siempre hab¨ªa recaudado conforme a las pautas que le marcaban. No se hab¨ªa detenido a pensar sobre la posibilidad de establecer un impuesto sobre las grandes fortunas y las exorbitantes remuneraciones de la casta de los sacerdotes que ofician, en exclusiva, en los altares del sistema financiero.
Ante la groser¨ªa y prepotencia de los argumentos de quienes justificaban sus privilegios, Pignon perdi¨®, por primera vez, su compostura y se atrevi¨® a decir que las multimillonarias retribuciones y jubilaciones eran injustificables e intr¨ªnsecamente perversas, tanto en ¨¦pocas de cierta bonanza como en las tormentas perfectas que ellos mismo hab¨ªan desencadenado con sus artificios financieros. Percibi¨® que hab¨ªa despertado un movimiento de solidaridad entre los l¨ªderes que clamaban desafiantes ante lo que consideraban un despojo intolerable. Se comportaban como masas enfurecidas dispuestas a refugiarse y resistir en las barricadas de los ¨²ltimos pisos de sus rascacielos. Se lo dijeron a los l¨ªderes del mundo reunidos en Pittsburgh con tal intensidad que ¨¦stos, de muy diversa ideolog¨ªa y origen, decidieron posponer el tema hasta que se restaurasen los equilibrios clim¨¢ticos y desparecieran las turbulencias. Su triunfo era indiscutible y su impunidad estaba garantizada.
Esa noche Pignon me confes¨® que estaba cansado y que no pensaba asistir a ninguna otra cena. Comprend¨ª su hast¨ªo y le agradec¨ª su inmensa paciencia y la dignidad con la que nos hab¨ªa representado.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado y comisionado de la Comisi¨®n Internacional de Juristas.
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