Los cocodrilos del desierto
El macizo de Tagant, en Mauritania, esconde una rareza biol¨®gica: saurios en una charca
Los desiertos defienden su intimidad con los espejismos, pero hay veces que lo imposible resulta ser cierto: en el desierto se pueden ver cocodrilos. En el Guelta de Matmata, en el macizo rocoso de Tagant, que separa el S¨¢hara de la costa atl¨¢ntica en el suroeste de Mauritania, sobreviven completamente aislados desde hace unos 9.000 a?os y a m¨¢s de 200 kil¨®metros del r¨ªo m¨¢s cercano, el Senegal, algunos ejemplares de cocodrilos del Nilo, cuyo tama?o es algo menor que el de sus cong¨¦neres debido a las condiciones extremas en las que tienen que vivir. Este sorprendente fen¨®meno biol¨®gico ha sido posible, seg¨²n han determinado los cient¨ªficos que los han estudiado, en buena parte espa?oles, gracias a que el agua de la charca donde habitan, que no supera los cien metros de ancho por cincuenta de largo en la temporada seca, mantiene una importante presencia de microorganismos de los que se nutren las algas que alimentan a los siluros, los peces igualmente cautivos en esa trampa mortal por los caprichos de la naturaleza, que constituyen la dieta principal de estos saurios f¨®siles. Tambi¨¦n ayuda el hecho de que estos animales pueden pasarse sin comer la mayor parte del a?o, aletargados en agujeros excavados en la tierra de hasta 15 metros de profundidad, y, sobre todo, la ausencia de enemigos naturales, pues la mayor¨ªa de los habitantes de la zona, fundamentalmente pastores de camellos, cabras y ovejas, los respetan pues creen que si los cocodrilos desaparecieran, tambi¨¦n lo har¨ªan los humedales, los lugares donde abrevan sus reba?os.
El Guelta de Matmata oculta sus tesoros en una caja fuerte de piedra. Nada en el ancho valle que hay que atravesar para llegar a ¨¦l si se sigue la ruta de N'Beika, salpicado de frondosos palmerales y de unos curiosos graneros de barro construidos por los primitivos pobladores gangara, da la m¨¢s m¨ªnima pista sobre lo que se oculta al otro lado de la pronunciada ladera que se interpone en el camino, cuya apariencia espectral, carente de todo tipo de vegetaci¨®n, cubierta en su totalidad por un uniforme y estriado manto de roca, evoca la antesala de la nada.
Pero arriba no aguarda la ausencia sino el ancho lecho arenoso del viejo r¨ªo que, acompa?ado por una procesi¨®n de acacias en la ribera opuesta, donde la vida s¨ª parece posible, se va encajando poco a poco en una garganta cada vez m¨¢s estrecha. Abajo, a los pies de una pared vertical de m¨¢s de 40 metros de desnivel, encajada en una pileta revestida de altas paredes de piedra por todos sus lados menos por uno, se encuentra la poza en la que se refugia un peque?o n¨²mero de cocodrilos. Desde el escalofriante balc¨®n de piedra, todo se antoja irreal: el agua en el desierto, las luces cegadoras que arrancan los rayos del sol de las paredes negras y pulidas de las rocas y el impresionante silencio que envuelve todo, ni siquiera roto por el viento. En ese momento, resulta f¨¢cil imaginar el rugido que hace el agua al saltar embravecida en la temporada de lluvias por esa catarata ahora seca.
P¨¢ginas de un diario ajeno
Tener la fortuna de ver alguno de estos grandes saurios calent¨¢ndose al sol sobre las rocas, mimetizado con ellas, o emergiendo apenas unos segundos del fondo de unas aguas inm¨®viles de color esmeralda, un m¨ªnimo chapoteo que el eco se encarga de multiplicar, provoca una sensaci¨®n extra?a, algo parecido al azoramiento que siente quien se sabe fisgando en las p¨¢ginas de un diario ajeno. Un momento ¨²nico y dif¨ªcilmente repetible porque en todo el S¨¢hara s¨®lo quedan cocodrilos en el Tagant, que en berebere significa bosque, en algunas pozas de las regiones de Assaba y Hodh, tambi¨¦n en el sur de Mauritania, y en el ca?¨®n del Ennedi, en el Tibesti, al norte del Chad, aunque estos ¨²ltimos son pr¨¢cticamente invisibles dada la imposibilidad de visitar la zona por motivos de seguridad.
Como si el desierto no se cansara nunca de jugar con los sentidos del viajero, de confundirlo irremediablemente, el Guelta de Matmata no es una excepci¨®n en esta parte del S¨¢hara, donde todo es at¨ªpico. La meseta de Tagant, con sus acantilados, crestas, macizos entrecortados por llanuras aluviales y desfiladeros en los que buscan cobijo los oasis, los palmerales y m¨ªnimos campos de cultivo, se asienta sobre una cuenca hidrogr¨¢fica que cubre m¨¢s de un mill¨®n de hect¨¢reas que, adem¨¢s, tiene el rasgo singular de verter a trav¨¦s de r¨ªos subterr¨¢neos hacia el noroeste, hacia el lago Gabou, y no hacia el sur, donde se encuentra el r¨ªo Senegal. Por eso, no es improbable llegar a toparse con otros lugares m¨¢gicos donde el agua permanece retenida todo el a?o, aunque su superficie var¨ªe en funci¨®n del rigor de la estaci¨®n seca, como los lagos Tamoutt Naaj, Marshla, Bouraga o los gueltas de El Gidya y Hassaniya.
Pero esta rareza tampoco es exclusiva del Tagant. En la vecina regi¨®n de Brakna, no muy lejos de la ciudad de Butilimit, a menos de 300 kil¨®metros de Nouakchott, se encuentra el lago Aleg, una inmensa l¨¢mina de agua sobre la que alborota una nutrida poblaci¨®n de gansos del Nilo, ocas de Gambia, esp¨¢tulas, cig¨¹e?as, garzas, garcetas, correlimos y otras muchas especies de aves acu¨¢ticas que hacen olvidar el desierto.
Descubre m¨¢s destinos de Aventura en El Viajero
GU?A
? Agencias como Tuareg (www.tuaregviatges.es; 932 65 23 91), Orix¨¤ (www.orixa.com; 934 87 00 22; 915 50 01 86) o Club Marco Polo (www.clubmarcopolo.es; 902 10 12 00) incluyen en sus viajes por Mauritania el Guelta de Matmata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.