Yves klein, el artista Azul
Alto, fuerte. El pelo, moreno, fijado con brillantina. Inquieto, con una personalidad obsesiva. Apasionado por el yudo, el esoterismo y la espiritualidad, fue el inventor de un tono de azul que lleva su nombre y de una forma de pintar revolucionaria. "Mis ojos no est¨¢n hechos para leer un cuadro, sino para verlo. La pintura es color". Yves Klein (Niza, 1928-Par¨ªs, 1962), el hombre que patent¨® su azul ultramar como IKB (International Klein Blue), una f¨®rmula tan secreta como la de la Coca-Cola, lleg¨® a ser pintor casi por gen¨¦tica, mejor dicho, por herencia.
Hijo ¨²nico de dos artistas muy distintos, Marie Raymond (1908-1989), una pintora abstracta, hija de una acomodada familia de perfumistas de Niza, y de Fred Klein (1898-1990), un holand¨¦s figurativo, amante de los paisajes y los caballos, vivi¨® en su casa la efervescencia de las vanguardias. Por all¨ª pasaron desde Piet Mondrian -el padre de Klein era su marchante- hasta Nicolas de Sta?l, Jean Arp o Sonia y Robert Delaunay. Muchos de los que revolucionar¨ªan el arte moderno.
"Museo del Prado, maravillas sobre maravillas. Vel¨¢zquez, Goya, Murillo. El Greco me parece el m¨¢s espa?ol de todos"
Y precisamente Herencias es la exposici¨®n que se inaugura la pr¨®xima semana en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid sobre Marie Raymond, Yves Klein y su padre. El comisario de la muestra, Nicol¨¢s Morales, uno de los editores de la empresa Expression Contemporaines, desea desde el impacto del t¨ªtulo mostrar el v¨ªnculo entre madre e hijo y la influencia del ambiente familiar en la pintura monocroma de Klein. En la muestra habr¨¢ obras de las tres grandes ¨¦pocas del pintor: el periodo azul, las pinturas de fuego y las antropometr¨ªas, y, para abrir boca, en la primera sala se instalar¨¢ una piscina llena del famoso pigmento azul para que el p¨²blico perciba la intensidad del color.
Autodidacto, sin ¨¦xito en los estudios, pero m¨¢s listo que el hambre, el joven Klein miraba de reojo cuanto suced¨ªa en su casa parisiense de la Rue d'Assas, entre Montparnasse y el Barrio Latino. En las reuniones que convocaba los lunes su madre se discut¨ªa sobre arte, se hablaba de libros, de filosof¨ªa o de arquitectura. Aquel adolescente de18 a?os conoc¨ªa ya a todos los artistas que bullen en el Par¨ªs que renace de sus cenizas tras la II Guerra Mundial. "Eso es lo que intenta explicar la exposici¨®n, de d¨®nde procede Yves Klein. La obra de Marie Raymond es la l¨ªnea, y la de Yves Klein es el color. Existe una oposici¨®n clara entre ambos. Yves Klein quiso acabar con el modernismo, pero deb¨ªa ser ¨¦l quien cerrara la puerta, el ¨²ltimo en irse".
La cabeza del joven Klein giraba a mil revoluciones con nuevos inventos para ganarse la vida. A los 23 a?os, su ¨²nica actividad conocida era la pr¨¢ctica del yudo. Ten¨ªa que dar salida a su energ¨ªa por alg¨²n lado. Ha de alejarse de su entorno familiar, tan intenso, y buscar su lugar en el mundo. Su t¨ªa Rose Raymond, propietaria de una librer¨ªa en Niza, le ayuda econ¨®micamente a financiar algunos de sus viajes. Klein propuso a su amigo Claude Pascal dar la vuelta al mundo, realizar un viaje en cierto modo espiritual. Ambos planeaban llegar a Espa?a y atravesarla hasta alcanzar Marruecos a caballo. El plan se torci¨® cuando Pascal enferm¨® de tuberculosis, pero Klein no se arredr¨® y atraves¨® la frontera de Ir¨²n el 3 de febrero de 1951: "Para descubrir Espa?a estoy solo y es triste", escribi¨® en su primer diario.
Ya fuera por su af¨¢n de aprender espa?ol o por la emoci¨®n que le produjo el descubrimiento de cuanto vio en sus viajes a Espa?a, en 1951 y en 1954, Klein anot¨® cuidadosamente sus impresiones acerca de los toros, el yudo, Lola Flores y Manolo Caracol, o su descubrimiento del Museo del Prado y los cuadros de El Greco, que tanto influyeron posteriormente en su vocaci¨®n pict¨®rica: "Mi¨¦rcoles. 6. Museo del Prado. Primera visita. Maravillas sobre maravillas, Vel¨¢zquez, Murillo, Goya, El Greco. El Greco, me parece el m¨¢s espa?ol de todos...". O "Espl¨¦ndido El Greco. ?l me ha dejado entrever una gran Espa?a". El pintor de las figuras alargadas representa para Klein "la grandeur" espa?ola, el imperio, pero tambi¨¦n el tratamiento del color. El cielo de Madrid le inspira un poema prof¨¦tico: "Un d¨ªa el cielo azul sobre la tierra ha ca¨ªdo / y de su herida la sangre ha brotado. / Era un rojo brillante, chispeando estrepitoso, hab¨ªa negro tambi¨¦n all¨ª donde se coagulaba. / Una bolsa de sangre que era Espa?a. El cielo azul la ha cubierto, muy p¨¢lido. / Cuando se miraban hab¨ªa rel¨¢mpagos violetas. / La m¨²sica eran celos, y en la paz del azul reinaba la c¨®lera del rojo. / Espa?a divina, dolor y rojo". Por primera vez, estos diarios in¨¦ditos del mago del azul ver¨¢n la luz en la ciudad que los inspir¨®. En estos cuadernos se intuyen las claves del futuro pintor.
En Madrid, un Klein hiperactivo se enfrent¨® a sus dos obsesiones, buscar un trabajo y encontrar un gimnasio donde practicar yudo, su gran afici¨®n. Tuvo suerte. Le contrataron como yudoca en el club Bushidokwai, en el paseo de Recoletos -"Me pagan cien pesetas para cada alumno de clase particular, y cincuenta por cada alumno de clase normal"- y complementaba sus ingresos dando clases de franc¨¦s. Tambi¨¦n estudia filosof¨ªa: "He acabado mi curso de filosof¨ªa y lo he enviado a Par¨ªs. Es decir que si no est¨¢ demasiado mal hecho habr¨¦ concluido en fin algo bien definido en mi vida". Recibe la visita de sus padres y su t¨ªa Rose, la librera, y viaja con ellos a Toledo. El recuerdo de aquella vista del Tajo y la visi¨®n de El entierro del conde de Orgaz, de El Greco, le inspiran sus primeras acuarelas, que expone en la habitaci¨®n de la pensi¨®n de la calle de Puebla y en el club de yudo. En su diario, Klein comenta que a su amigo Joaqu¨ªn no le han gustado nada sus pinturas, y escribe: "Voy a realizar un paisaje de Toledo, a ver si as¨ª lo entiende". Dibuja incluso botijos, algo que siempre intent¨® ocultar. Su amistad con el director del centro de yudo donde trabajaba, Fernando Franco de Sarabia, hijo del propietario de la imprenta Sarabia, ser¨¢ decisiva en la trayectoria del artista porque la primera obra de Yves Klein, el cat¨¢logo de Yves: pintures, diez planchas de obras monocromas que expondr¨ªa en 1955 en Par¨ªs, vieron la luz en la calle de Ja¨¦n de Madrid.
Uno de los grandes hallazgos ha sido el descubrimiento en los archivos del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid de una carta de Yves Klein dirigida al director del centro, Eduardo Aun¨®s, un ex ministro de Franco, en 1951, en la que el franc¨¦s le propone exponer la obra de su padre. Meses despu¨¦s, ya de vuelta en Francia, Klein escribe de nuevo a Aun¨®s para comentarle que no es posible porque la obra de su padre est¨¢ muy dispersa. Le propone, en cambio, montar en el C¨ªrculo una colectiva de artistas figurativos y abstractos, y menciona a Matisse y a Soulages, entre otros.
Desde Madrid, Yves klein viaj¨® a Jap¨®n para coordinar la exposici¨®n de obras de su madre, Marie Raymond, en Tokio. All¨ª da clases de yudo en el instituto Kandok¨¢n y logra el grado de cuarto Dam, el cintur¨®n negro. En Francia no le reconocen el t¨ªtulo, por lo que decide regresar a Espa?a en 1954. Su amigo Sarabia le puso en contacto con directivos deportivos y as¨ª fue como se convirti¨® en director t¨¦cnico de la Federaci¨®n Espa?ola de Yudo. Yudoca y pintor. Lo nunca visto. El historiador Javier Arnaldo cuenta c¨®mo en Valencia, tras una conferencia sobre Klein en el IVAM, se le acercaron dos antiguos yudocas asombrados al saber que aquel yudoca de los a?os cincuenta era en realidad un artista vanguardista.
Por fin, en 1955, Yves Klein presenta su obra Yves: pintures en el Club des Solitaires, en el barrio m¨¢s elegante de Par¨ªs. La cr¨ªtica s¨®lo ve en ¨¦l al chico que han conocido en los salones de su madre, pero no entienden su obra. Su pintura es todo color, no existe la l¨ªnea. Es un Rothko antes de Rothko. Su madre no acierta m¨¢s que a decirle: "Estos colores distintos combinan bien"... Un Yves Klein col¨¦rico contesta: "No has entendido nada".
Le quedan siete a?os de vida y de pintura. A partir de su primera exposici¨®n, su actividad es enloquecedora. Todo en Klein es espect¨¢culo. Para que el mundo comprenda su obra, ¨¦l sabe que tiene que ser cada vez m¨¢s provocador. Se sit¨²a en la vanguardia de los happenings. Pinta cuerpos desnudos de mujeres de azul. Controla los medios, la difusi¨®n. ?l hace lo que sus padres no supieron: "No entiendo c¨®mo mi padre puede quejarse de su posici¨®n en el mundo del arte si nunca ha hecho el esfuerzo de entender el mundo en el que vive". Su consagraci¨®n le lleg¨® en 1958. Klein expuso por primera vez sus cuadros azules en la galer¨ªa Apollinaire de Mil¨¢n. El eco fue tal que Domenico Modugno compuso su famosa canci¨®n Nel blu dipinto di blu, con la que consigui¨® el tercer premio del Festival de San Remo de aquel a?o.
Yves Kein tuvo una carrera art¨ªstica corta, ocho a?os. Muri¨® al poco de casarse, en junio de 1962, a los 34 a?os, de un infarto. Circulan leyendas acerca de si su muerte se debi¨® a la inhalaci¨®n de los productos qu¨ªmicos con los que pintaba. Pero en realidad la causa fue su ritmo de trabajo, agotador. "Las sesiones de trabajo eran extenuantes", dijo su mujer. En agosto de 1962 naci¨® su hijo p¨®stumo, Yves Klein, su ¨²ltima obra. P
Marie Raymond / Yves Klein. Herencias' puede verse a partir del pr¨®ximo mi¨¦rcoles y hasta el 17 de enero de 2010 en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid.
'Antropometr¨ªa', 1960. Abajo, 'Dimanche 27 de noviembre de 1960', un n¨²mero ¨²nico hecho por el pintor donde aparece Klein en su ¨²ltimo salto como yudoca. La familia Klein. Marie Raymond, Yves Klein y Fred Klein, en 1954. Abajo, dos obras de Marie Raymond, un 'gouache' titulado 'L'oeil bleu du lontain' (1950), emparentado con las ideas filos¨®ficas del espacio infinito de su hijo, y a la derecha, un ¨®leo sin t¨ªtulo, pintado en 1960. Abajo, Yves Klein y Fernando Franco de Sarabia practicando yudo en Madrid en 1954.
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