Agua a la francesa
En un pa¨ªs en que tradicionalmente la distancia entre lo que se dice en p¨²blico y lo que se dice en privado es abismal, conviene de vez en cuando hacerse eco de algunos siseos persistentes antes de que se vayan apagando sin emerger a la superficie. Se repite estos d¨ªas -en privado, por supuesto- que resulta dif¨ªcil de entender, o de explicar, que La Caixa haya puesto en manos de la francesa Suez nada menos que Aguas de Barcelona. En un pa¨ªs que va corto de multinacionales, una de las pocas que existen la utiliza La Caixa para hacer un trueque con sus socios franceses, conforme, dicen, a una estrategia de concentraci¨®n de la inversi¨®n el sector financiero y en los seguros. Aguas no es una empresa cualquiera. Es la que suministra el m¨¢s b¨¢sico de los recursos, el agua, a la ciudad, que adem¨¢s se dot¨® de un edificio emblem¨¢tico, dise?ado por Jean Nouvel, que es ya sello inconfundible del skyline barcelon¨¦s. Se trata, por tanto, de una de las pocas joyas que el poder econ¨®mico catal¨¢n pod¨ªa lucir. Dicen que la operaci¨®n no ha hecho ninguna gracia al Gobierno catal¨¢n. Pero ya es sabido que en Catalu?a el Gobierno propone y La Caixa dispone.
Aguas de Barcelona es demasiado importante para ponerla alegremente en manos extranjeras
Todo el mundo conoce el peso de La Caixa en un pa¨ªs sin tradici¨®n de poder financiero y sin ricos de dimensi¨®n planetaria, es decir, en las primeras p¨¢ginas de la lista de Forbes. Las instituciones la han tratado siempre con temor reverencial, porque ning¨²n gobernante puede excluir que alg¨²n d¨ªa tenga que acudir a La Caixa para resolver alg¨²n problema de liquidez para pagar la n¨®mina o para dar un empuj¨®n a alg¨²n proyecto necesitado de financiaci¨®n. No en vano La Caixa es la principal m¨¢quina de creaci¨®n de empresas que tiene el pa¨ªs. Los propios partidos pol¨ªticos saben que La Caixa les puede sacar de m¨¢s de un apuro en esta asignatura tan complicada que es la financiaci¨®n de unas campa?as electorales en las que, movidos por la ansiedad de la conquista del poder, no reparan en gastos. Hay incluso quien ha dicho que La Caixa es demasiado grande para un pa¨ªs tan peque?o. Con lo escasos que vamos de tama?o en el ¨¢mbito econ¨®mico, no nos pongamos tr¨¢gicos.
Y sin embargo, sorprende que una instituci¨®n de la peculiar naturaleza jur¨ªdica de las cajas, tan mimada por el pa¨ªs, no tenga sensibilidad para entender que Aguas de Barcelona es demasiado importante para ponerla alegremente en manos extranjeras. Se nos dir¨¢ que el negocio es el negocio y que las entidades que empiezan a razonar en t¨¦rminos patri¨®ticos siempre acaban mal. Y se nos dir¨¢ tambi¨¦n que en la econom¨ªa global poco importa la nacionalidad de los propietarios de las empresas.
Pero no podemos olvidar que cuando el Gobierno del PP cort¨® de ra¨ªz la OPA de Gas Natural sobre Iberdrola y cuando se frustr¨®, ya gobernando los socialistas, la OPA sobre Endesa, hubo cierto consenso en Catalu?a -al que La Caixa no era ajena- en lamentar que desde Madrid se prefiriera que una multinacional espa?ola estuviera en manos extranjeras antes que en manos catalanas. Y se repiti¨® muchas veces entonces que en la econom¨ªa global lo importante es d¨®nde est¨¢n los que tienen la ¨²ltima palabra. Pero, en fin, todos sabemos que en el juego de los intereses los argumentos son de per¨ªmetro variable: se acomodan con suma facilidad a la raz¨®n pr¨¢ctica de cada momento.
Lo cierto es que en su d¨ªa nos escandalizamos porque el Gobierno espa?ol imped¨ªa que Catalu?a tuviera la ¨²ltima palabra en una multinacional de la energ¨ªa y ahora La Caixa, sin presi¨®n externa alguna, pone una multinacional catalana en manos de una empresa extranjera. Sin duda se nos inundar¨¢ de argumentos para convencernos de la bondad estrat¨¦gica de esta operaci¨®n y todos ellos estar¨¢n bien fundados. Pero a una entidad que tiene sus ra¨ªces en las organizaciones ciudadanas, que no est¨¢ sometida a la presi¨®n de los accionistas y del dividendo, y que goza de tanto favor social, cabr¨ªa suponerle un gran celo en atender, sin perjuicio de sus intereses particulares, las razones de inter¨¦s general. Ante el silencio de la servidumbre, que quede, por lo menos, alguna modesta discrepancia, aunque sea a beneficio de inventario. Con la electricidad en manos italianas y con el agua en manos francesas, ?a qu¨¦ puerta tendremos que ir a protestar los catalanes cuando los servicios tengan deficiencias?
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