Pornograf¨ªa del terror
El cine de terror contempor¨¢neo le debe todo a una peque?a joya cinematogr¨¢fica filmada en 1978 por John Carpenter titulada Halloween. La macabra historia del asesino inmortal Michael Myers impuls¨® un nuevo cine de miedo para adolescentes; pero la elegancia de Carpenter, la precisi¨®n de sus encuadres y la iron¨ªa feroz del cuento pronto se degradaron en las secuelas sucesivas hasta convertirse en una exposici¨®n animada de miembros amputados, v¨ªsceras a la intemperie, decapitaciones y torsos humanos abiertos como latas de sardinas. Tal degeneraci¨®n es extensible a todo el [mal] llamado cine de terror actual. El miedo, que nace de la tensi¨®n ante una amenaza desconocida, ha sido sustituido por la exhibici¨®n de mutilaciones. Saw era una franquicia m¨¢s de lo que Hollywood llama terror y en realidad es una invocaci¨®n al asco. Un criminal retorcido y misterioso, conocido como Jigsaw, obligaba a sus v¨ªctimas a una elecci¨®n tremendista: automutilarse y matar
a otros a cambio de la vida.
Nunca hay que despreciar la justicia ir¨®nica del azar. Saw VI, la ¨²ltima de una serie de secuelas fabricada para exprimir hasta el ¨²ltimo d¨®lar las ideas que ya han dado todo de s¨ª, es hiperviolenta y atroz, a tal punto que la Comisi¨®n Calificatoria del Ministerio de Cultura le ha dado la calificaci¨®n X; y como es una pel¨ªcula X, debe ser estrenada en salas X. De esas s¨®lo hay ocho en toda Espa?a, de forma que la distribuidora ha tenido que suspender el estreno en Espa?a. Casquer¨ªa igual a pornograf¨ªa. Ser¨¢ por el cansino t¨®pico de Eros y Thanatos.
As¨ª, resulta que Saw VI ha sido atrapada en un bucle m¨¢s terror¨ªfico que Jigsaw o el Leatherface de La matanza de Texas: el tornillo sin fin de la burocracia. Una vez que engulle a la v¨ªctima, entra en un universo paralelo en el que s¨®lo valen los recursos legales, el tiempo (mucho) y la suerte. Dos observaciones sencillas. Una, que el sentido com¨²n tiene preferencia sobre el reglamento; el espectador debe decidir si quiere ver o no la pel¨ªcula, por infame que sea. No ha lugar a barreras directas o indirectas. Dos: ?qu¨¦ pinta a estas alturas una Comisi¨®n Calificatoria de la moralidad de un espect¨¢culo p¨²blico?
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