Zapatero, Rajoy y nuestro G-20
El presidente del Gobierno central y los ministros acuden de forma regular a Bruselas para tomar decisiones y coordinar pol¨ªticas. Nunca es sencillo, puesto que se trata de foros integrados por veintisiete actores pol¨ªticos procedentes de pa¨ªses con culturas, tradiciones pol¨ªticas y lenguas diferentes, representados adem¨¢s por jefes de Estado y de Gobierno o ministros que ocupan todo el espectro pol¨ªtico, desde la socialdemocracia hasta la extrema derecha, pasando por el pensamiento conservador o expresiones populistas predemocr¨¢ticas. Se trata, por tanto, de veintisiete actores pol¨ªticos muy diversos que son capaces de abordar cuestiones relevantes que afectan a sus respectivos pa¨ªses. Y acuerdan mediante un sistema de toma de decisiones que ha de basarse necesariamente en consensos. Un m¨¦todo de coordinaci¨®n flexible y abierto para nuestro G-27 europeo que sin embargo funciona. El presidente del Gobierno acude tambi¨¦n a las reuniones del G-20 para revisar cuestiones relevantes de la agenda global y para acordar l¨ªneas estrat¨¦gicas que pueden comprometer y vincular a Espa?a.
Aqu¨ª se evidencia falta de voluntad y de cultura pol¨ªtica entre los actores pol¨ªticos
Sin embargo, es el mismo presidente que desde el 11 de enero de 2007 no ha cre¨ªdo conveniente convocar la Conferencia de Presidentes en Espa?a, ¨²nico ¨®rgano de deliberaci¨®n y codecisi¨®n hoy existente en el Estado auton¨®mico, integrado por 17 presidentes de comunidades aut¨®nomas, dos presidentes de ciudades aut¨®nomas y el propio m¨¢ximo representante del Ejecutivo central. Un total de 20 actores pol¨ªticos con gran capacidad de decisi¨®n que en nuestro modelo de Estado compuesto vienen obligados a tomar decisiones y a coordinar pol¨ªticas. Es decir, el G-20 que tenemos m¨¢s pr¨®ximo, el que m¨¢s nos concierne y el que m¨¢s depende de nosotros es el ¨²nico que no se convoca, ni siquiera en los momentos m¨¢s dif¨ªciles.
?Qu¨¦ m¨¢s tiene que pasar para que los presidentes del Gobierno central y de los gobiernos de las comunidades aut¨®nomas se re¨²nan y adopten acuerdos pensando en los intereses generales? Desde que fuera convocada la ¨²ltima Conferencia de Presidentes hasta el momento, hemos asistido a la mayor recesi¨®n econ¨®mica en d¨¦cadas. Circunstancia excepcional que hubiera aconsejado recurrir a ese instrumento de coordinaci¨®n para abordar conjuntamente problemas que no son divisibles e impulsar reformas e iniciativas m¨¢s eficaces y eficientes que muchas de las que se han desarrollado durante el ¨²ltimo a?o y medio. As¨ª por ejemplo, el Gobierno central ha puesto en marcha planes estatales de fomento de empleo para gobiernos locales o de apoyo a sectores econ¨®micos espec¨ªficos y, en paralelo, muchos gobiernos regionales han hecho lo propio sin que medie la menor intenci¨®n de coordinaci¨®n. Es m¨¢s, con mucha frecuencia los diferentes actores pol¨ªticos no tienen conocimiento de las intenciones del otro y en muchos casos se han utilizado de forma partidaria para rivalizar ante unos at¨®nitos ciudadanos que comprueban que no siempre se hace el mejor uso de sus impuestos.
El otro instrumento de coordinaci¨®n y cooperaci¨®n que existe en Espa?a son las conferencias sectoriales en las que se re¨²nen representantes de gobiernos regionales con el ministro o ministra respectivo del Gobierno central. Aqu¨ª el balance tampoco es muy positivo. En muchos casos, como en el anterior, depende de la actitud o disposici¨®n del ministro respectivo para que la conferencia sectorial pueda reunirse y tenga una agenda adecuada. Adem¨¢s, muchas veces se utilizan como plataforma para escenificar desencuentros y agudizar tensiones. Aqu¨ª se evidencia falta de voluntad y de cultura pol¨ªtica entre los actores pol¨ªticos que est¨¢n m¨¢s obligados a pensar y actuar de acuerdo con la existencia de un Estado compuesto y a entender la creciente interdependencia entre diferentes esferas y niveles de gobierno. Y m¨¢s todav¨ªa despu¨¦s de la reforma de estatutos de autonom¨ªa. Las implicaciones son de todos conocidas: los planes se siguen elaborando en paralelo. Sin reparar en el hecho de que la proliferaci¨®n unilateral de iniciativas resta eficacia. Esta circunstancia puede acabar a?adiendo m¨¢s confusi¨®n al conjunto y dificulta el desarrollo de principios b¨¢sicos de buena gobernanza. Y sin embargo, las cosas se pueden hacer bien. La gesti¨®n genuinamente federal que hasta ahora se ha hecho de la pandemia de gripe en el seno de la Conferencia Sectorial de Sanidad, demuestra que si se quiere se puede gobernar mejor haciendo un buen uso de los mecanismos de cooperaci¨®n hoy existentes.
Lo que resulta parad¨®jico es que durante todo este per¨ªodo excepcional, de emergencia, casi nadie haya reclamado la necesidad de recurrir a estas figuras esenciales de coordinaci¨®n y cooperaci¨®n. Ni los actores pol¨ªticos concernidos, empezando por quienes tienen la responsabilidad de tomar la iniciativa, ni otros actores econ¨®micos y sociales relevantes, entre los que hay que incluir a la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n. Porque adoptar acuerdos y e impulsar iniciativas en un Estado compuesto, adem¨¢s de ser una obligaci¨®n, no es m¨¢s dif¨ªcil que hacerlo en Bruselas o en las cumbres del G-20. Al contrario, es mucho m¨¢s sencillo. Si Zapatero y Rajoy, en primer lugar, fueran conscientes de que gobernar en Espa?a, en especial en estas circunstancias, presupone otra cultura pol¨ªtica, otra forma de entender la distribuci¨®n de poder pol¨ªtico en Espa?a y la necesidad de abandonar, al menos en cuestiones esenciales, la estrategia pol¨ªtica de la polarizaci¨®n.
La gran presencia institucional que tienen los partidos en Espa?a, donde la densidad del tejido social es baja y la capacidad de los partidos pol¨ªticos para seleccionar los grandes temas de agenda y para alinear a los electores en torno a ellos es muy elevada, reduce mucho las posibilidades de construcci¨®n de consensos entre actores pol¨ªticos si estos no est¨¢n dispuestos. Esta debilidad estructural encierra, no obstante, un elemento que pudiera ser utilizado en otro sentido: dado que en un contexto como el nuestro la influencia de los partidos es tan grande y ¨¦stos responden a estructuras cerradas muy piramidales, bastar¨ªa en ocasiones con que existiera voluntad pol¨ªtica de acuerdo entre muy pocos actores pol¨ªticos para aprovechar mejor los espacios institucionales ya existentes y para alcanzar acuerdos en torno a pol¨ªticas de ¨¢mbito estatal entre todas las partes que son Estado. Condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, ser¨¢ que Zapatero y Rajoy subsanen esta anomal¨ªa institucional, incomprensible en un Estado compuesto, iniciando una nueva etapa en la que la Conferencia de Presidentes, sin m¨¢s demoras, forme parte sustancial del paisaje geopol¨ªtico espa?ol y deje de ser mero espacio de representaci¨®n o de confrontaci¨®n.
Joan Romero es catedr¨¢tico en la Universitat de Val¨¨ncia y autor de Geopol¨ªtica y gobierno del territorio en Espa?a.
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